El mal momento vivido el sábado último por Auri, una taxista barcelonesa, se hizo viral en las redes sociales. Esa no buscada popularidad fue útil para poner de manifiesto ciertas vulnerabilidades que viven las obreras del volante.

Durante un viaje, Auri notó con estupor que el pasajero que transportaba en el asiento trasero se estaba masturbando, sin el menor recato ni disimulo. Con ira y repugnancia, Auri bajó del taxi, abrió la puerta trasera y echó con cajas destempladas al onanista.

“Era un exhibicionista, pero nadie te asegura que en un tiempo no se convierta en un violador”, comentó Auri en declaraciones al medio local Metrópoli Abierta. La mujer también contó que llamó a la Policía, y se quejó de que los agentes tardaron 40 minutos en acudir al llamado.

“Te sientes indefensa y ves que nadie tiene sentido común para actuar”, lamentó.

Asimismo, destacó que la cámara que instaló en su coche le permitió registrar el hecho, y abogó para que Institut Metropolità del Taxi (IMET) autorice y estandarice la instalación y uso de dichas cámaras en todos los taxis de la ciudad condal.

“He dejado de trabajar de noche por miedo, antes salía a las 3 o las 4 de la madrugada. Cada vez la delincuencia es más agresiva”, sostuvo.