Seiscientos cincuenta y dos. Un número que para la mayoría de las personas podría ser irrelevante, común o sin sentido. Un número que podría salir en la quiniela, ser el número de un taxi o el precio de una remera. Sin embargo, para el precandidato colorado y abogado, Guzmán Acosta y Lara, no es cualquier cifra. Es la diferencia de votos por la que se convirtió, en el período de 2000 a 2005, en diputado de Durazno. Es, también, la diferencia de votos por la que 30 años antes, su padre Guzmán, también fue electo diputado por el mismo departamento. Podrá ser casualidad o causalidad, quién sabe.

Quizá, de algún modo, la vida de Acosta y Lara esté forjada, en algún punto, por el 652. Su padre montevideano llegó a Durazno enviado por Luis Batlle Berres después de haber sido subsecretario de Ganadería y comenzó allí con la lista 1540. Su madre, que después sería secretaria de legisladores, era oriunda de Durazno. Allí se conocieron, se enamoraron. Y después llegó su primer hijo, Germán, que nació duraznense, cerca del Río Yi, pero se crió montevideano, cerca del Río de la Plata. Lo que no sabían, quizá, es que, de algún modo, la historia volvería a repetirse. El legado Acosta y Lara no había culminado con el retorno del padre a la capital.

Quince años después de haber sido legislador, Acosta y Lara se presenta como un nuevo precandidato colorado. “Me gustaría ser el líder de la coalición, y para eso tengo que ser presidente”, asegura. Su estilo es desafiante: va al choque con sus correligionarios, cuestiona a la coalición de gobierno, a sus compañeros de partidos e incluso a la “casta política”. ¿Qué hay detrás del abogado que quiere ser el líder de la coalición?

Un niño con intereses políticos

Los Acosta y Lara son colorados. Horacio Acosta y Lara, el abuelo del precandidato colorado, fue intendente de Montevideo entre 1938 y 1942. Guzmán Acosta y Lara padre fue, además de diputado y subsecretario de Ganadería, ministro de Trabajo. Armando Acosta y Lara, tío segundo del abogado, fue subsecretario del Ministerio del Interior durante el mandato de Jorge Pacheco Areco, y fue asesinado por el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, que lo señalaba como uno de los ideólogos del denominado Escuadrón de la Muerte.

Cuando murió Armando, un medio de comunicación se confundió de político y difundió la noticia del exministro Guzmán Acosta y Lara. La madre del actual precandidato colorado escuchó la noticia en una época donde no existían los celulares ni las redes sociales. Creyó que su marido había muerto, aunque estaba vivo. Ella, que estaba embarazada de su segundo hijo, Juan Antonio María, lo escuchó desde la radio de una casa en El Pinar y quedó en shock. El recuerdo permeó a la familia. “Siempre estaba el miedo de que algo te pudiera pasar. No conocía a Armando, pero conocí a los hijos, a la señora y a los nietos”, dice Acosta y Lara a Montevideo Portal

Pero ese no fue el único contacto de Acosta y Lara tuvo con la política durante su infancia. Su padre, que era ingeniero agrónomo, siempre volvía a Durazno a pesar de no ser más legislador del departamento, porque vendía y asesoraba sobre campos. En ese entonces, cuando tenía 13 años, comenzó a ver “cómo se hablaba en entrelíneas de política”.

Es que esos viajes no iban solos, y tampoco acompañados de cualquier persona. Uno de los asiduos pasajeros de la Volkswagen Brasilia verde era Jorge Battle, que “sabía mucho de actividad agropecuaria, tenía conocimiento de la ruta 5 y sabía quién vivía en cada lugar y dónde se producía”.

Desde chico, cuando era “inquieto, bastante travieso y tenía inclinación por la historia”, Acosta y Lara conoció a grandes figuras del sistema político del país. A su casa iban Batlle, Julio María Sanguinetti y Luis Hierro Garmbandella, y él preguntaba quiénes eran, aunque se limitaba a llamarlos por su nombre de pila. Le hablaban de historia, de Fructuoso Rivera, de la Guayreña, de las casas del centro de Durazno, como si fuera uno más. Iba, además, cada 21 de mayo al Cementerio Central junto a su padre: le dejaba un clavel rojo a José Batlle y Ordóñez en su tumba, reconocía a Jorge, Julio y Luis, y se iba, sin dimensionar qué era lo que estaba pasando. 

De todos modos, siempre volvía a su mundo habitado por niños como él. Fue a la Escuela Brasil, de donde aún conserva amigos, al liceo Joaquín Suárez y terminó la secundaria en el Liceo N° 28. Jugaba al fútbol en la playa Pocitos, que quedaba cerca de su casa entre José Ellauri y Gabriel Pereyra; andaba en bicicleta, y jugaba a la escondida, recuerda. Allí, con sus amigos, sus compañeros, la política no tenía un lugar. 

Sin embargo, continuó con el camino político. En 1982, militó junto a su padre. Después lo haría en 1985 y en 1988 hasta 1998, cuando decidió que quería ser diputado. Sin embargo, su padre, que murió cuando él tenía 18 años, le pidió “solo una cosa”: “No seas político si no tenés título”.

En este orden, primero egresó de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República, luego ingresó al Palacio Legislativo como diputado, y después creó su propio estudio jurídico, que también integra su hermano. 

Volver al origen

En su oficina de su estudio ubicado en Ciudad Vieja, Acosta y Lara tiene una foto de José Batlle y Ordóñez, otra que le regaló Julio María Sanguinetti cuando se convirtió en diputado de Durazno, varias de su padre cuando se convirtió en legislador, una escultura de una balanza, y sus títulos universitarios. Fotos, recuerdos, batllismo, colorados. 

En su billetera, también, lleva consigo un almanaque con la foto de su padre, de 1963. Es blanco y rojo, tiene una foto grande de Guzmán Acosta y Lara y su lista escrita: la 1540.

Guzmán Acosta y Lara padre. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Acosta y Lara nunca se cuestionó militar por el Partido Colorado, el que heredó y mamó toda su vida. Empezó a militar en Montevideo, con Washington Abdala, a los 26 años. Sin embargo, había algo que no le cerraba. Es que en el interior, la política es “distinta”. “Es mucho más directa allá, persona a persona. Donde vos, de repente, podés sentir más y conectar con la gente”, dice el precandidato colorado.

Entonces, un día su madre, que en la actualidad tiene 87 años, le planteó una idea, que bien conocida era en su casa. “Por qué no vas a hacer política a Durazno?”, le preguntó. Y él la escuchó. Antes de las primeras internas del 25 de abril de 1999, Acosta y Lara ya estaba instalado en Durazno. Recién casado y recibido, se subía al ómnibus de Nossar, trabajaba de 10:00 a 20:00 en el estudio que instaló en el zaguán de una militante de su padre en el centro duraznense, y comenzó a forjarse como político.

Guzmán y Juan Acosta y Lara con su madre, Blanca Romero. Foto: cedida a Montevideo Portal

“No conocía a nadie políticamente. Había algunos desgastes políticos de los caudillos que estaban en el departamento. Llegó un joven, abogado, hijo del último abogado que había repetido la diputación, y eso fue un boom que me llevó a empezar un grupo de apenas jóvenes. En abril del 99, ocho meses después, me dijeron que participara en la interna del PC como candidato. Todos pensaron: este va a votar poco”, dice. Pero Acosta y Lara se convirtió en diputado duraznense, el “más joven titular”, asegura.

Y es que, dice, la juventud le jugó en su favor. “El 60% del electorado femenino, por suerte, me votó, que es muy importante. Era el único que competía con 28 años contra los dinosaurios; eso lograba que le competía al electorado del Frente Amplio. Los otros que votaban muy bien eran los de 60 para arriba, que habían sido votantes de mi padre. Me dijeron que tenía un problema: entre los 30 y los 50 no me votaba nadie, menos hombres”.

Acosta y Lara fue el último diputado colorado que tuvo Durazno desde 2005. Volvió a presentarse, pero no ganó. A los 33 años, volvió a Montevideo, se divorció y abandonó la política. 

Guzmán Acosta y Lara en el Parlamento. Foto: cedida a Montevideo Portal

Colorín colorado

Antes de ir a Durazno, Acosta y Lara había ejercido la abogacía en Montevideo. Trabajó con su primer mentor, Mario Bonta Moret, un abogado especializado en derecho empresarial y comercial. Sin embargo, a los seis meses de que comenzaran a trabajar juntos, Bonta falleció a causa de un cáncer. Así, a pedido de su esposa, Acosta y Lara, de algún modo, se puso el estudio al hombro. Tenía 26 años.

“Yo, que soy un gran atrevido, me engominé, me puse un sobretodo en pleno setiembre para sacarme la cara de nene que tenía, y empecé a enlistar clientes”, cuenta Acosta y Lara. Entre los nombres de esa lista estaba el de Robin Henderson, uno de los empresarios más destacados del país. 

Después, se fue a Durazno, hasta que un día su foco se centró solo en el derecho. A los 33 años volvió a la profesión, a ese título que le pidió su padre antes de morir.  

“Me encanta la abogacía, me dio satisfacciones materiales y la política no me dio materiales, pero sí de otro tipo. Ahí me acuerdo de lo que mi padre me enseñó: vos plata no vas a hacer con la política, vas a hacer con tus profesiones, tus cualidades, un negocio que plantees, que es otra veta”, dice.

Es que, la política también trae decepciones, que también lo alejaron: competir con los blancos en el interior, asumir la “realidad” de que delegados se vayan a otros partidos, perder y que se alejen.

El precandidato colorado Guzmán Acosta y Lara. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

“Ese es un golpe que no cualquiera está preparado para bancarlo, después te vas endureciendo”, asegura. Además, dice Acosta y Lara: “Uno se tiene que sentir identificado cuando trabaja en política. Tenés que tener un liderazgo. Si vos no seguís un líder que te enamore, que te encienda la llama, es imposible hacer política. Es difícil hacer política sin estar enamorado”. 

La abogacía no traía consigo ese tipo de desmotivaciones. Así, siguió ese camino durante 15 años, hasta que un día decidió volver al ruedo político.

No viene, vuelve

En las últimas elecciones internas del Partido Colorado, cuando Ernesto Talvi le ganó a Julio María Sanguinetti, Acosta y Lara se sumergió de nuevo en la política. Su líder, el que había visto desde niño, había vuelto, aunque le costó creerlo. Pero volvió, también, como una resistencia a Talvi y Ciudadanos, que “no querían Sanguinettistas ni Batllistas”. Él siguió a los dos. 

“Me había ido tan bien y veía tan mal a mi partido, cada vez íbamos peor, hasta que algunos compañeros me vinieron a buscar para rearmar el sector Batllistas”, asegura.

De todos modos, Sanguinetti perdió y Talvi ganó, aunque después renunció y emigró del país. Pero, de igual forma, los colorados volvieron a estar dentro del Poder Ejecutivo. Uno de ellos fue Acosta y Lara, quien asumió como director nacional de Telecomunicaciones del Ministerio de Industria, Energía y Minería. 

Su primer cargo de gobierno culminó en renuncia solicitada por su sector, con críticas a la gestión de Germán Cardozo y allegados en el Ministerio de Turismo, en medio de una enemistad con Sanguinetti, y con la creación de un nuevo sector Viento de Cambio.

“[A Sanguinetti] no lo apoyo más, porque el veterano se tendría que haber bajado después de haber asumido el gobierno. Hasta el día de hoy, no se baja”, insiste el precandidato colorado.

De todos modos, Acosta y Lara admite que le costó “muchísimo” dejar Batllistas. “Yo no soy de los políticos que ha ido cambiando de candidato como de calzoncillo. Hay varios que son especialistas”, asegura. 

Hola renovación, chau castas

Desde su nuevo sector, Acosta y Lara adoptó una postura chocante, que asegura que es parte de su ADN. “Voy al choque porque me cansé de la hipocresía, porque me cansé de seguir el libreto que algunos quieren redirigir”, dice. 

Dice que siempre fue así, en su actividad profesional, en la vida, en todo. Por eso, se siente “auténtico”. “Digo las cosas que pienso, no me escondo, quiero un cambio en el partido y porque estoy dispuesto a jugarle de igual a igual al Partido Nacional”, dice.

Entonces, su nueva faceta viene acompañada de spots y palabras que se asemejan a la comunicación del controvertido presidente de Argentina, Javier Milei. Aunque dice que hay cosas que le “gustan”, niega similitudes.

A pesar de que va contra sus compañeros de partido, contra el presidente Luis Lacalle Pou, contra Carolina Cosse. A pesar de que usa una boina como si fuera un comunista de la Revolución cubana. A pesar de que varios de sus contenidos están dirigidos a un público nuevo, que quizá sea fiel a TikTok. A pesar de que diga la palabra “casta”, aunque admite que quizá se equivocó. Ahora prefiere decir que va contra el “statu quo”

“Busco, primero, un cambio no solamente de caras ni de nombres del partido, sino que busco que el Partido Colorado tenga un giro de 180 grados a lo que venía haciendo. Eso no significa ni de izquierda, que ya no creo más en esos conceptos ni en esas etiquetas. Lo que busco es que vuelva a ser ese partido que durante dos tercios de la historia de Uruguay representó a la gente. ¿Y cómo lo hizo? Teniendo de todo: tenía a los conservadores, a los pseudo conservadores, a los liberales, a los batllistas, a los riveristas, a los pachequistas; a los sindicalistas y no sindicalistas, a los anarquistas. Éramos el partido más representativo del Uruguay y menos elitista, los elitistas eran los blancos, por eso no somos ni vamos a ser blancos”, expresa.

Su búsqueda lo lleva a un discurso que no es “políticamente correcto”, dice. Pero ¿qué le ve de atractivo? Para Acosta y Lara, ir contracorriente va de la mano con “abrirle la mente a los colorados de que no son apéndice de los blancos, de que la coalición que viene no está cerrada, que la coalición que viene no tenemos que ser, como dijo [Andrés] Ojeda, funcionales a la coalición”. Entonces, insiste: “Esto no es nosotros contra el Frente Amplio, esto es por ideas. Los colorados tenemos ideas, no es que no tenemos”.

Acosta y Lara no quiere ser “maletero” de Álvaro Delgado, y es determinante.

Por eso, su idea también implica ser “coalicionista”, pero no “funcionalista”. “Coalición sí, fusión y eliminación del Partido Colorado no”, dice. Según Acosta y Lara, los colorados podrían dejar de existir. 

“Para mí, si no ponemos un programa que esté por arriba de los candidatos conjuntos que para nosotros sea innegociable, sí”, asegura. 

Por eso, dice, sus ideas incluyen Big Data, aplicaciones, tecnología, redistribución de los ministerios, de los gastos del sistema político. Quiere, entonces, crear un nuevo sistema, cambiar la idiosincrasia uruguaya. 

Días de esos

De cara a las elecciones del 30 de junio, Acosta y Lara continuará “convenciendo a los colorados de que voten colorado; convenciendo a los colorados, que están en todos lados, de que vuelvan; convenciendo a los colorados de que no se coman ningún caballo de troya”. 

El abogado considera que hasta que no se establezcan “condiciones de igualdad” dentro de una nueva coalición, que para él debería incluir también al Partido Libertario, Digital y Partido Ecologista Radical Intransigente, entre otros, su partido no llegará a un “ideario colorado” que esté por encima de todos los precandidatos. 

Por eso, asegura que en el caso de perder, no cree que ninguno esté capacitado. Sin embargo, a pesar de que su fin es “ser el líder de la coalición”, le gustaría, en caso de perder, estar en el Poder Ejecutivo.

“Me gustaría estar en un ministerio. Primero, tendrían que llevar a cabo la reforma que yo quiero hacer, que es eliminar ministerios”, dice el precandidato que quiere disminuir de 14 a 8, otra similitud con Milei. 

De todos modos, el abogado advierte que su vida política tiene fecha de caducidad. “Acosta y Lara no va a estar más de dos elecciones en la actividad política. Es esta y otra más”, asegura al referirse a sí mismo.

Guzmán Acosta y Lara y sus hijos, María Elina y Guzmán. Foto: cedida a Montevideo Portal

Después, dice, se dedicará a terminar de criar a sus hijos Guzmán y María Elina, a emprendimientos dentro del mundo agropecuario y tecnológico, y a “ser un hombre que le pregunten cosas y opinar”.

“Quiero que me recuerden por lo menos dentro del Partido Colorado como el que quiso poner un stop a los blancos. El que evitó la fusión de los blancos”, sentencia.