Contenido creado por Gerardo Carrasco
Curiosidades

Punto de inflexión

28 de setiembre: 103 años del día en que el soldado Tandey perdonó la vida al cabo Hitler

El episodio fue referido por el propio líder nazi, pero su autenticidad es dudosa. Por unos eternos instantes estuvo en la mira de un inglés.

28.09.2021 15:43

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2021-09-28T15:43:00-03:00
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Al finalizar la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918), Henry Tandey se marchó a casa con un “palmarés” excepcional:  fue el soldado raso más condecorado por las fuerzas armadas del Reino Unido en todo el largo conflicto. Entre otras hazañas, se distinguió su liderazgo en la toma de varias trincheras alemanas, y el haber logrado evitar caer en manos del enemigo cuando era superado numéricamente y, ya sin balas, sólo contaba con su bayoneta.

Sin embargo, su brillante hoja de servicio fue puesta en tela de juicio años más tarde, debido a un acto piadoso que tuvo luego enormes consecuencias: tuvo a Adolf Hitler en la mira de su fusil Lee Enfield de reglamento, y no apretó el gatillo.

La generosa y a la vez terrible acción de Tandley se convirtió en leyenda, en parte debido a las palabras del propio Hitler. Sin embargo, la autenticidad del episodio continúa en duda hasta hoy.

Al parecer, en los años posteriores a la Primera Guerra, la popularidad de Tandley en la opinión pública británica llegó a los oídos de Hitler. El soldado inglés no sólo había sido condecorado por su valentía. También se lo alababa  por su compasión: en repetidas ocasiones se había negado a matar a enemigos desarmados e indefensos, y había evitado también que -en el ardor de la batalla- sus compañeros incurrieran en barbaries semejantes.

Así las cosas, Hitler recordó, creyó recordar, o simplemente decidió que él mismo había sido uno de los “salvados” por el heroico combatiente inglés.

Real o no, la historia dice que Tandley y Hitler se vieron las caras el 28 de setiembre de 1918, durante la Quinta Batalla de Yrpres, en Bélgica.  En aquellas alturas del conflicto, las otrora sólidas tropas alemanas estaban con la moral por los suelos y perdían terreno día tras día, una situación que se extendería hasta que el armisticio del 11 de noviembre pusiera fin al conflicto.

Adolf Hitler cumplía la función de mensajero, una tarea considerada de alto riesgo dentro de la ya de por sí peligrosa vida en el frente. Cuando la artillería enemiga destruía el rudimentario tendido telefónico, los oficiales no tenían más remedio que comunicarse como lo han hecho los ejércitos desde el principio de los tiempos: con mensajes llevados en mano. Los emisarios debían correr de un lado a otro y salirse a menudo de la relativa protección de las trincheras, situación que los convertía en blanco fácil. De hecho, la tasa de mortalidad de los correos era bastante superior a la del resto de los soldados.

Ese 28 de setiembre, un grupo de soldados alemanes intentaba retroceder y ponerse salvo del intenso fuego británico. Y en medio del campo de batalla, Tandley y Hitler se encontraron frente a frente. El germano contó años más tarde que estaba herido y ni siquiera podía alzar su arma. Tandey le apuntó con su rifle durante un interminable segundo y luego dejó de hacerlo. Él le hizo entonces un ademán de agradecimiento y continuó su carrera hacia la retaguardia.

Mas tarde, y debido a las acciones que llevó a cabo ese mismo día, el soldado inglés fue condecorado con la Cruz de la Victoria.

El inicio del mito

La leyenda de ese acto de misericordia empezó a circular en 1938, cuando Neville Chamberlain, a la sazón primer ministro británico, visitó a Hitler en Múnich para firmar los acuerdos que aprobaban la incorporación a Alemania del territorio checoslovaco de los Sudetes. Esta concesión fue uno de los postreros y desesperados intentos de los vencedores de la Primera Guerra Mundial en procura de evitar una segunda.

Cuando Chamberlain acudió como invitado a la residencia privada de Hitler en Berchtesgaden, se sorprendió al ver una pintura que representaba una escena de una batalla en el cruce de Menin, Ypres, en 1914. La obra mostraba a un herido que era cargado por un compañero, que no era otro que el famoso soldado Tandey.

Hitler le dijo a Chamberlain que ese soldado le había apuntado con un arma, pero a último momento le había perdonado la vida.

"Ese hombre estuvo tan cerca de matarme que pensé que nunca volvería a ver Alemania", habría dicho Hitler en esa ocasión, según lo recordaría luego Chamberlain.

"La providencia me salvó del fuego infernal y certero que nos hacían esos chicos ingleses", añadió entonces Hitler, quizá como forma de hacer un cumplido a su invitado.

La pintura en cuestión había sido encargada en 1923 por el museo del regimiento Green Howards -donde había revistado Tandey- al pintor italiano Fortunino Matania, especialista en escenas bélicas.

La imagen fue reproducida luego en tarjetas postales, y una de estas llegó al alemán Otto Schwend, un veterano de la Primera Guerra Mundial y en aquel entonces cercano colaborador de Hitler. Se la había enviado un veterano británico con el que había trabado amistad sobre el final del conflicto.

Al parecer Hitler reconoció en el cuadro al soldado que le había perdonado la vida en 1918, a pesar de que la escena pintada había transcurrido en la misma zona, pero en 1914.

Hitler pidió al museo una copia de la pintura, solicitud que fue satisfecha. Así lo indica una carta conservada en la institución y que lleva la firma del capitán alemán Fritz Weidemann.

“El Führer está naturalmente muy interesado en las cosas relacionadas con sus propias experiencias de guerra. Obviamente se conmovió cuando le mostré la imagen”, dice la misiva, según recoge un artículo de la cadena británica BBC.

Sin embargo, la hasta ahora endeble historia se hace todavía más frágil al consultar los escritos de David Johnson, autor de una biografía de Tandey.

Entre diversos argumentos, Johnson considera que Hitler y Tandey no pudieron haberse encontrado en la fecha y circunstancias que el dictador alemán decía recordar.

El 17 de setiembre, la unidad de Hitler se había trasladado a unos 80 kilómetros al norte de Marcoing, donde estaba el inglés.

Tal como se detalla líneas arriba, se supone que ambos se cruzaron el 28 de setiembre, pero los documentos del Archivo Estatal de Baviera muestran que Hitler estuvo de licencia entre el 25 y el 27 de ese mes.

"Esto significa que Hitler estaba de licencia o regresaba de la licencia en ese momento” o estaba “con su regimiento a 80 kilómetros al norte de Marcoing", explicaba el escritor, quien consideraba que probablemente Hitler no se confundió con fechas y episodios, sino que mintió de manera deliberada.

"Es probable que eligiera esa fecha porque sabía que Tandey se había convertido en uno de los soldados más condecorados de la guerra", escribía Johnson.

"Si pretendía contar que un soldado británico le había perdonado la vida, ¿quién mejor que un famoso héroe de guerra que había ganado una Cruz  de la Victoria, una Medalla Militar y una Medalla de Conducta Distinguida, todo eso en el trascurso de unas semanas?”, planteaba.

"Con su mesianismo, la historia se sumaba a su propio mito: se le había librado de la muerte y, de alguna manera, había sido elegido’.  Semejante historia embellecía su reputación”, proseguía.

Henry Tandey en 1973

Henry Tandey en 1973

Además de todos estos elementos, hubo otro detalle que también hizo desconfiar a Johnson.

La “historia oficial” dice que, tras regresar de Alemania, Chamberlain telefoneó a Tandey para referirle la conversación que había tenido con Hitler. El veterano militar, residente en Coventry, no estaba en casa en ese momento, y fue un sobrino suyo quien recibió el telefonema.

Johnson duda de que un individuo tan ocupado como Neville utilizara su precioso tiempo en una llamada de esa naturaleza. Y en el improbable caso de que el tema le hubiera interesado tanto como para hacerlo, no quedó ningún indicio de ello.

Johnson recordaba que por esas mismas fechas el ministro “envió cartas largas y detalladas a sus hermanas y escribió entradas en su diario, y en ningún lugar de sus papeles se mencionaba el asunto Tandey”.

Y como broche de oro, apuntaba un detalle más: los archivos de la compañía British Telecom dejan claro que Tandey no tenía teléfono.

Pese a su dudosa autenticidad, la historia se abrió camino en los meses siguientes y llegó hasta el propio veterano de guerra, quien se mostró evasivo al respecto.

Reconoció que había perdonado la vida a unos soldados el 28 de setiembre de 1918 y en principio estaba dispuesto a considerar la idea de que uno de ellos fuera Hitler, pero siempre insistió en decir que necesitaba más información para confirmarlo.

"Según ellos, conocí a Adolf Hitler. Tal vez tengan razón, pero no puedo recordarlo", dijo en agosto de 1939, entrevistado por el periódico Coventry Herald.

Sin embargo, un año más tarde la ciudad de Coventry fue objeto de un salvaje y devastador bombardeo. Y eso pareció refrescar – o modificar- la memoria del antiguo soldado.

Un periodista lo entrevistó en la puerta de su casa, destruida por las bombas alemanas, y Tandey se lamentó con amargura, "Si tan solo hubiera sabido lo que resultaría ser… cuando vi a todas las personas, mujeres y niños que había matado y herido, lamenté por Dios el haberlo dejado ir", habría dicho entonces.

A partir de ese reportaje “en caliente” los titulares de prensa se acumularon.

"Nada de lo que hizo Henry esa noche pudo aliviar su repugnante sentimiento de culpa". "Fue un estigma con el que vivió hasta su muerte" "Podría haber detenido esto. Podría haber cambiado el curso de la historia", decían algunos.

Una vez más, la leyenda se entremezcla con los hechos y pretende que a partir de entonces el otrora héroe de guerra fue repudiado y acosado por sus compatriotas. Sin embargo, no hay pruebas -o siquiera indicios sólidos- que respalden esa versión.

"Debe recordarse que ese fue un momento muy difícil para el país en general y para Coventry en particular, y no se puede juzgar a Henry por sentir un poco de lástima por sí mismo y estar emocionado después de las escenas que había presenciado", expresaba Johnson.

"No debemos olvidar que en 1918 nadie sabía quién era Hitler. ¿Por qué Henry recordaría y lamentaría ese encuentro específico, especialmente cuando Hitler, al igual que él mismo, habría estado extremadamente desaliñado y cubierto de barro y sangre, sin tener el aspecto de veinte años después?”, se preguntaba.

Por otra parte, el autor no descarta que el periodista sacara de contexto las palabras del antiguo soldado, algo que explicaría “la desconfianza hacia la prensa” que este mantendría hasta su muerte, acaecida el 20 de diciembre de 1977, a la edad de 86 años.