Por Leticia Pérez

Uruguay es uno de los pocos países que abre la puerta a la inmigración. Tiene, desde 2008, una legislación de avanzada que reconoce a la movilidad humana como un derecho inalienable y establece igualdad de derechos entre inmigrantes y nacionales. Según encuestas globales, es el país latinoamericano con menor nivel de rechazo a los inmigrantes.

Sin embargo, los resultados de la primera Encuesta Nacional de Actitudes de la Población (1) hacia la inmigración de extranjeros y retornados revela una opinión dividida, con un leve predominio de quienes creen que la llegada de extranjeros es negativa. Pero además, siete de cada 10 contestó que en contextos de escasez de empleo se debería dar prioridad a los nacionales; también en el acceso a planes de vivienda, mientras que la mitad lo considera en el acceso a los servicios de salud y educación.

Este y otros sondeos más recientes confirman que las posturas más abiertas a la inmigración se concentran en personas con alto nivel educativo, que viven en contextos urbanos, que se identifican con ideologías de centro izquierda, jóvenes, hombres y con experiencia migratoria.

Pero también que los niveles de aceptación bajan cuando se pasa de preguntas generales a más específicas.

Según un relevamiento de Cifra publicado en mayo del año pasado, un 53% considera positiva la llegada de inmigrantes pero solo un 13% opina que deberían venir más; un 35% que el número actual es adecuado y un 38% que deberían ser menos. En octubre, Factum publicó que para un 65% de la población se debería "reglamentar" la inmigración frente a un 32% que opina que la entrada debe ser libre.

La postura de "reglamentar", aunque es mayor en las clases sociales más bajas, prima en todas y para todas las opciones políticas: 52% de los votantes del Frente Amplio, 75% del Partido Nacional, 67% del Partido Colorado y 71% de otros partidos.

Mi cuadrado

La base del rechazo, concluyen los investigadores del Grupo de Estudios de Migración (Gedemi) de la Udelar, responsables del diseño de la encuesta de actitudes, no es tanto un temor simbólico vinculado a la pérdida de identidad nacional o a la seguridad, sino material.

Este es un temor del que representantes de los sectores más a la derecha del sistema político se hicieron eco en la campaña electoral pasada.

"Todos sabemos que están viniendo venezolanos, cubanos, dominicanos", decía el líder de Partido de la Gente, Edgardo Novick, durante un acto de campaña en agosto. "Yo no tengo nada contra la inmigración pero tengo que defender el trabajo de los uruguayos (...) siempre dije que este país se hizo laburando, porque somos hijos, nietos de inmigrantes. Pero tienen que tener clara la diferencia: cuando vinieron nuestros abuelos había laburo acá. Ninguno le sacó el laburo a nadie (...) ahora los uruguayos no tienen trabajo. Si nos sobrara el laburo, bienvenida sea toda esa gente, pero yo como gobernante le tengo que solucionar el problema a los trabajadores uruguayos".

En un sentido similar se expresó el líder de Cabildo Abierto, Guido Manini: "No somos contrarios a que haya inmigrantes, pero aquí hay algo que es una injusticia. Estamos dando beneficios a los inmigrantes que muchas veces no tienen los uruguayos. Bienvenido sea el inmigrante que se incorpore al mercado laboral pero siempre en las mismas condiciones. Si hoy consigue trabajo más fácil un inmigrante es que no son las mismas condiciones. O porque están en negro o por alguna otra razón. Hay que darle las mismas condiciones que al uruguayo. Yo diría que hay que darle prioridad al trabajador uruguayo. Cuando el trabajador uruguayo está totalmente ocupado, ahí sí tiene que ser considerado el inmigrante".

Al futuro canciller, Ernesto Talvi, le parecieron xenófobas las expresiones del senador electo. "Si lo que está hablando Manini es poner límites a la inmigración", tuiteó, "lo que me sale de la cabeza es que si me voy a equivocar, me voy a equivocar por la generosidad y no por la restricción. Y les digo más, si son jóvenes y formados como son la mayoría de los venezolanos que han venido yo salgo corriendo a buscarlos, porque los precisamos, porque el sistema educativo uruguayo no es capaz de producir gente de esa capacidad. El inmigrante siempre es un aporte y nunca una competencia".

Después Manini dijo a la prensa en Rivera que "los inmigrantes, en un país con un serio problema demográfico, siempre son bienvenidos" e intentó explicarse mejor: "La gente decía que había empresas que pedían que los trabajadores fueran extranjeros. Ahí dije que no. Yo entiendo que hay que darles las mismas posibilidades (...) no debe haber beneficios a la hora de dar empleo para un extranjero sobre un uruguayo, todo aquel beneficio que se le dé a un extranjero antes hay que dárselo a un uruguayo, de ahí se sacó que es una frase xenófoba".

En las últimas semanas desde el gobierno electo se manifestó la intención de seducir a ciudadanos extranjeros con alto poder de consumo para que elijan vivir en Uruguay, por cómo podían contribuir a la reactivación económica del país. Aún desde esta visión favorable pero selectiva de la inmigración, ¿qué tanto puede llegar a impactar? ¿Tiene la población migrante el poder de mover la aguja de la economía? ¿Compiten con los uruguayos por los puestos de trabajo?

Espejitos de colores

"A priori y sin datos certeros me atrevería a decir que no dan los números para que la inmigración genere un desequilibrio en el mercado laboral o que el aumento del desempleo se pueda atribuir a la entrada de inmigrantes. Si sacás los antiguos, son dos con algo por ciento de la población y hay que descontar gente en edad inactiva", afirma Luciana Méndez, investigadora de Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y Administración de la Udelar.

Que compitan con los locales por los puestos de trabajo "no está probado y en algunos países se demuestra que es falso". "Hay un debate no cerrado en la literatura. Hay dos grandes corrientes de las teorías económicas que analizan migración: por un lado los trabajos de (George) Borjas que analizan la llegada de inmigrantes a EEUU, particularmente mexicanos, que dicen que hay un desplazamiento; en contraposición, dos italianos, Gianmarco Ottaviano y Giovanni Peri, analizan el mismo caso con la misma base de datos y llegan a diferentes conclusiones. Ellos lo que plantean es que no hay un único mercado de trabajo; los trabajadores tienen habilidades, calificaciones y experiencias distintas. Si consideramos distintos mercados de trabajo, hay diferencias. Entre los sectores calificados y semicalificados no hay desplazamiento y en los no calificados se podría encontrar pero lo que pasa en general es que los nuevos inmigrantes compiten con los antiguos. No hay nativos versus inmigrantes", asegura.

¿Qué tan certera es por el contrario la idea de que en el mediano plazo la inmigración dinamiza la economía? "Depende de la coyuntura del país. Hay varios factores. Pero para que pueda mover la economía tiene que ser una inmigración muy grande, como Estados Unidos, España o Alemania, donde representa arriba del 8%. Con las magnitudes que tenemos nosotros no tiene sentido hablar de que la inmigración es buena o mala. Estoy convencida que en el mercado laboral tiene cero impacto. En un país como Uruguay el hecho de que estén llegando personas con un nivel educativo superior debería tener un impacto positivo, es capital humano que entra que no pusiste un peso para formarlos... pero a priori y dada la magnitud no te hace mucho cambio. En términos demográficos es lo mismo", dice Méndez.

De todas maneras, recalcó la economista, "mirar el fenómeno solo desde lo económico es sesgado". "La inmigración no es mala en ningún aspecto. Son formas nuevas que llegan, saberes, cultura, cocina, música, formas de relacionamiento y todo lo que sea diversidad mejora la calidad de vida de todos, te abre puertas, formas de ver la realidad. En un país como Uruguay, chico, con poca población, envejecido, la inmigración revitaliza", indica.

No sos vos, soy yo

Parecen más de los que son, quizás, porque se concentran en Montevideo y en el sector servicios (a nivel privado y en empresas tercerizadas). Algunos llaman la atención por su alegría ruidosa, todos seguro por el acento caribeño. Pero también porque sus rasgos interpelan qué tan descendientes somos los uruguayos de los europeos. Este es un elemento central del aporte de la inmigración reciente para la Secretaría de DDHH de Presidencia.

Para su titular, Nelson Villareal, funciona como un espejo y los altos niveles de rechazo al inmigrante son fruto, básicamente, de que se ha cristalizado una idea de identidad excluyente de una parte de la historia. "El fenómeno actual replantea cómo pensamos una identidad dinámica y no estática, una identidad abierta a una alteridad que construye o desafía a crecer y no a quedar enquistado. Probablemente en el caso uruguayo esa idea de cómo el lugar se consolidó, unido a las dificultades para crecer demográficamente, incida en ver que una población mucho más dinámica, por una cuestión de edad, cultura y también profesional, pueda estar generando algún desafío de inserción. Pero a mi entender tiene que ver con los mitos negativos del extraño, el extranjero", afirma.

Conocer lo que la gente piensa sobre la llegada de inmigrantes importa, entre otros motivos, porque se ha documentado su relación con la calidad de la integración, explican los investigadores del Gedemi. En concreto para Uruguay, llaman la atención las diferencias entre actitudes hacia retornados y extranjeros, más favorables a los primeros, la evidencia de que los extranjeros tienen mayores dificultades de inserción, señalan en el informe de resultados de la encuesta de actitudes.

Una de sus conclusiones es la distancia entre el imaginario y la realidad. Como señalaba Méndez, por el volumen es poco probable el impacto de la inmigración en la economía y no está probada la competencia con los nativos por los puestos de trabajo. Lo que sí está probado es que tienen mayores dificultades de acceso y permanencia en el empleo y mayor probabilidad de estar sobreeducados. Así lo indica un documento de trabajo publicado en agosto pasado, de las investigadoras Victoria Prieto y Clara Márquez (2), que estudia la integración social y laboral de inmigrantes entre 2013 y 2018.

Salvo en cobertura de seguridad social, todos los indicadores marcan una clara desventaja para los inmigrantes extranjeros, teniendo en cuenta además que las investigaciones se basan en datos extraídos de la Encuesta Continua de Hogares. Esta herramienta no contabiliza a quienes con seguridad están en las peores situaciones: los que por contar con menos medios, pero sobre todo redes, viven en pensiones, casas colectivas e incluso albergues del Mides.

Mi casa, ¿tu casa?

En el trabajo y la vivienda es donde se concentran las mayores vulnerabilidades, apunta Valeria España, responsable del Centro de Promoción y Defensa de Derechos Humanos, una asociación civil que brinda herramientas jurídicas para facilitar el acceso a la justicia.

El acceso a la justicia, explicó la abogada, es débil en Uruguay comparado con otros países de América Latina.

El Centro viene documentando casos de explotación laboral, aseguró, en el sector doméstico, rural, hotelero. "Tenemos trabajadores precarizados porque hay una gran dificultad para visibilizar las condiciones de explotación que algunos empleadores establecen en su relacionamiento de trabajo con migrantes. Se repiten prácticas sostenidas de abuso y hay una dificultad enorme del sistema para castigarlas. La propia institucionalidad de Ministerio de Trabajo genera que se termine negociando no por conceptos de protección laboral sino por plata, que siempre es menor a lo que corresponde pero de repente la persona no tiene con qué pagar el alquiler y acepta", señala.

Maria Eugenia Robaina, psicóloga especializada en Recursos Humanos, encabeza un espacio semanal de asesoría laboral en la organización Idas y vueltas, que recibe a los inmigrantes en general cuando recién llegan al país. Uno de los desafíos más importantes que enfrentan es conocer cómo funciona el mercado de trabajo local. Los cubanos, por ejemplo, son los que la tienen más difícil, porque no están acostumbrados a los procesos de selección, no tienen currículum ni entrevistas de trabajo. "En este aspecto también trabajamos en la sensibilización de los empleadores, y en que las diferencias culturales implican un tiempo de adaptación pero no por capacidad", recalca. ¿Cómo es que se acercan a la organización? "Por el boca a boca, a veces los mandan del Mides. En definitiva te das cuenta que la sociedad civil termina cubriendo espacios que el Estado no cubre", asegura.

Una característica diferencial, señala, "es que el que viene de afuera tiene muchas ganas de trabajar y de salir adelante. Eso termina atrayendo a los empleadores y ahí siempre hay una línea fina y es un poco abusarse de la necesidad. Nosotros apostamos a la integración. Conocemos casos de abuso pero también muchísimos casos de éxito que suman mucho a las organizaciones".

Tan ilustrados

"El mainstream de la migración en Uruguay es la asistencia; se trata al inmigrante como un trabajador precario y pobre", sostiene España, pero "puesto en contexto, cuando trabajábamos con inmigrantes recién llegados, que la mayoría eran cubanos, encontrábamos que efectivamente se insertaban en los sectores más precarizados pero porque armaban un currículum para eso. Todos tenían formación terciaria pero no lo reflejaban en el currículum para poder acceder a trabajos y que no los consideraran como sobrecalificados".

El nivel educativo de venezolanos y cubanos que llegan a Uruguay es superior a la media nacional, pero se insertan en trabajos de menor calificación a niveles muy superiores que los nacionales. Un estudio publicado por Méndez a fines de 2018 (3) da cuenta de esto y señala como factores que aumentan la probabilidad el nivel de educación, el lugar de residencia y la ascendencia étnico o racial.

Tanto para hombres como para mujeres cuanto mayor sea su nivel educativo, si se asientan en el interior y tienen ascendencia afro o indígena, más chance de estar sobrecalificado, lo que se reduce, más para las mujeres, con el tiempo de permanencia en el país y en el mercado laboral.

¿Es un problema el desajuste entre la capacidad de la persona y lo que está pudiendo volcar en el mercado laboral efectivamente? "Desde la visión más clásica de la economía, que plantea que uno de los motores del desarrollo económico es la acumulación de capital humano, perdés productividad. Si tenés un médico o un ingeniero trabajando en un taxi es un costo... Cuán grande es la pérdida depende de cuánta gente esté mal emparejada. Pasa en general en todos los países, hay varios motivos. Puede ser lisa y llanamente una discriminación, que es muy difícil de probar. Lo otro es que el inmigrante no conoce los mecanismos institucionales de cómo buscar empleo; también puede influir que si tienen familiares o compatriotas en el país que los recibe, a través de ellos consigan changuitas de mientras...y después hay todo un tema de acreditación de saberes, si bien ahora se aceleró muchísimo. Para lograr la integración pasa un tiempo más o menos largo dependiendo de las políticas para acortar eso. No existen ni acá ni en muchos lados", responde.

"Se sabe que las reválidas es algo lento, corporativizado, lo vimos en el caso del Hospital de Ojos", apuntó España. "No son tan fáciles por más que últimamente la Udelar ha puesto empeño. En el caso de los docentes tienen que ser ciudadanos legales para entrar al sistema público, en el sector estatal es imposible insertarse a menos bajo un sistema de contratación tercerizada pero para ser funcionario público, que incluye a docentes de Primaria y Secundaria, en un período de menos de ocho años es imposible. Como difícil, por no decir imposible, sostener un proyecto profesional migratorio con esos tiempos", agrega.

¿Qué tipo de políticas se podrían implementar? Una política clara es la que está haciendo la Udelar con la aceleración de las reválidas. El Mides no aplica filtros por años de residencia en algunos llamados para contratos, señaló Méndez. "El problema es que no hay nada centralizado y al no tener un conocimiento claro del tipo de población que está llegando es difícil pensar en políticas. Tenés toda la información dispersa", apuntó.

En principio hay que desmontar la idea de que se aplican políticas para favorecer a los inmigrantes, dijo Villarreal y coincidió con la economista: "Una ventanilla única permitiría unificar los datos para hacer un seguimiento de la política migratoria. Ayudaría a visibilizar en qué situación se encuentran los inmigrantes y al visibilizar se efectivizan derechos. No se ha dado aún, hay una atención fragmentada".

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(1) Koolhas, M, Prieto, V, Robaina S. Los uruguayos ante la inmigración. Encuesta Nacional de Actitudes de la Población Nativa hacia Inmigrantes Extranjeros y Retornados.
(2) Prieto, V, Márquez, C. Inclusión social de inmigrantes recientes que residen en viviendas particulares de Uruguay.
(3) Méndez, L. Immigrants' over-education and wage penalty. Evidence from Uruguay.