Esta es una historia de locos. 

Son las 9:24 de la mañana de un sábado cuando en Ituzaingó al 1600 comienza el movimiento de un lado a otro. Antes se reunían en el Hospital Vilardebó. Ahora, la pandemia hizo que se tengan que mudar a una sede que les prestó la Intendencia de Montevideo. Es algo característico de cualquier radio en que en pocos minutos estará transmitiendo al aire su primer programa de marzo. Este lo hará por la 95.1 FM.

Suena “El amor después del amor” de Fito Páez de fondo. Las personas que están ahí caminan de un lado a otro. Las puertas están abiertas para que quien quiera, pueda entrar y salir. 

Sobre una pizarra blanca está anotada la programación para la salida del 5 de marzo de la Radio Vilardevoz. Se borra. Se vuelve a escribir. Se cambia constantemente la programación, dependiendo de quién llega con ganas de compartir sus pensamientos. 

La sala es pequeña, pero eso no impide que se haga espacio para aquel que quiera ir. Las paredes son una mezcla de madera, hierro y ladrillo. La luz viene de frente, por la puerta y por el ventanal, ambos abiertos de par en par. Hay una tarima en donde se encuentra una mesa con dos micrófonos y tres sillas negras. Son grandes, cómodas para los presentadores. 

Detrás, un gran cartel de Radio Vilardevoz. A su lado, está la mesa de los operadores, que desborda con computadoras y consolas desde donde se controla todo lo que sale al aire. Hay aproximadamente unas 15 personas dentro y otras 7 más que entran y que salen.

Foto: Sofía Gard

Que entran y que salen.

En frente, una mesa blanca con sillas de acero. Hay varias sillas dispersas por la sala, aunque muchos se sientan sobre unas pequeñas escaleras que dan hacia la cocina. En el medio, hay una mesita de madera, individual.

La Dra. Cecilia Baroni, quien ha estado presente desde los inicios de la radio, es una de las psicólogas del programa. Es quien supervisa, organiza y media el programa sentada desde aquella mesa individual, con su micrófono individual. Hoy arrancamos el mes de la mujer, por eso para la entrevista central vienen las Profas, Minervas y Tejido Feminista”, comenta al aire.

A las 9:28 aparece Martiza. Ella es una de las participantes de la radio. “Participantes, no pacientes”, explicó Baroni, porque la palabra “paciente” implica una cierta pasividad. Ese es, justamente, uno de los tantos estigmas que intenta derribar la radio como programa integrador y reformador, que busca visibilizar la problemática y ayudar a combatirla desde adentro.

Maritza se sienta y se presenta. 

— En este mes de la mujer yo voy a hablar de Cleopatra. Ella es una mujer fuerte, una feminista.

Maritza es una de los tantos participantes que salen al aire en Vilardevoz. Hace tres semanas se incorporó al grupo. Comentó, tanto antes de salir como al aire, que prepara poemas y está en proceso de escribir un libro. 

Ya son las 9:31 y, mientras los operadores preparan la entrada de la “mesa de bienvenida”, siguen ingresando participantes. Entran y salen. Los saludos son cálidos: hay abrazos largos y fuertes, besos y risas. El ambiente es distendido, los participantes charlan entre ellos, se cuentan chistes, juegan entre ellos. Podrían no estar al aire por lo tranquilos y cómodos que se ven. Podría no ser un programa de radio. Aunque lo es.

Foto: Sofía Gard

Los participantes son de todas las edades y géneros. Y personalidades. Algunos más tímidos, como Melina, se sientan a preparar su salida al aire. Otros más extrovertidos, como Willy, bailan y cantan con la música de fondo. 

La mesa de bienvenida, que es como empieza el programa, le da el espacio a todos los participantes para saludar. Sobre un lado están Alba y Gaby sentadas con sus micrófonos, prontas para dar el primero de los saludos.

—Buenos días a todos y todas. Estamos acá, desde la sede de la locura.

Hay voces de todo tipo. Algunas son temblorosas, como si tuvieran cierta timidez en la primera frase al aire, aunque poco a poco van ganando confianza. Otras, en cambio, pronuncian cada palabra con la fuerza y firmeza de alguien experimentado al micrófono.

El primer bloque comenzó con las presentaciones. Se ponen sobre la mesa los titulares principales. Es el mes de la mujer y se convoca a la marcha del 8M. Hay otro micrófono, el de Baroni, que oficia de eslabón de cadena: se encarga de unir y conectar los saludos de cada presente para que todos tengan su espacio. También cumple ese rol, dinámico y resolutivo, entre las secciones. 

Tiene la naturalidad de alguien que lo viene haciendo por 25 años. Su tono es sólido y sus intervenciones calmas, pero precisas. Se mueve con tranquilidad y paciencia, conecta y guía cada una de las intervenciones. Hace que el programa fluya con espontaneidad y sencillez, como si estuviese milimétricamente planificado.

Alba saluda por su cumpleaños a una participantes de la radio que hoy se encuentra de oyente:

— Feliz cumpleaños a una de nuestras locas. Agradecemos por ella en este día y por nuestra locura.

Pasan una infinidad de cosas al mismo tiempo. El micrófono al aire se comparte entre todos. Incluso, llaman a Manuel, un participante que vive en una casa para ciegos y desde el inicio de la pandemia no pudo salir, para que también pueda salir al aire. Entre comentarios de todo tipo, que varían desde el partido Uruguay-Perú hasta la guerra entre Ucrania y Rusia, a las 10:13 se termina el primer bloque de la radio y se va a la pausa.

Foto: Sofía Gard

Pati, que había llegado hace unos minutos y se había dedicado a escuchar y anotar cosas en su libreta, consulta si habrá tiempo para que ella salga al aire. Todavía no sabe de qué hablar, pero quiere esperar a que los colectivos feministas hagan su entrevista para poder relacionarlo con ello. Ante el afirmativo se levanta, descalza como estaba, y se pone a bailar al ritmo de “El amor sabe andar” de Lu Ferreira. Baroni acota, con certeza, que en Vilardevoz todo el año es carnaval. 

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Los participantes van hablando a medida en que se sienten preparados. Las “buenas vibras” son los fundamentos de esta radio colaborativa en la que, según Baroni, sin los participantes, la radio no sería posible. No hay presiones. 

Casi todos los allí presentes viven en refugios. Pese al común pensamiento, la gran mayoría no se encuentran internados en el Hospital.  Algunos pocos duermen en las calles, otros menos aún con sus familias. La radio es una salida de su realidad, un espacio en donde no son invisibles, en donde tienen voz y se hacen escuchar. 

Las secciones tienen todo tipo de nombres: Bombita quemada, Homo Sapiens-sapiensa-piensa, Mundo mágico, Patí Pitanga, Lavandería China. Pueden hablar de lo que quieran. No importa si su sección es nueva o antigua, si está muy preparada o ideada en el momento. No hay malas participaciones. Solo posibilidades de expresarse. 

Foto: Sofía Gard

Mientras unos hablan, otros reparten unas roscas en un plato de vidrio. Otros tantos están afuera, haciendo carteles para la marcha feminista del 8 de marzo, con una de las estudiantes de psicología de la Universidad de la República que colabora en el proyecto. En la radio, que es autofinanciada por los propios creadores y participantes, todos tienen un rol. La idea de ser participantes implica que sean activos. 

Se preparan el café. Barren. Sienten. Y hacen sentir. Piensan. Todo esto es parte del movimiento antimanicomial del que forman parte. 

Pero la radio Vilardevoz no intenta escapar de lo que verdaderamente es. En palabras de Andrés Jiménez, otro de los creadores de la radio, “Vilardevoz no es un lugar para la clínica psiquiátrica, sino un lugar donde se practica la clínica del encuentro desde la potencia de la alegría. Una radio que da la posibilidad de existir siendo diferentes”, cita Baroni en su tesis doctoral. 

Es que no busca deslindarse de aquellos estigmas que se vinculan con el Hospital Vilardebó. En cambio, de una forma humorística, intenta redimensionar el concepto de locura y desencasillarlo de la enfermedad.

— Todos estamos un poco locos. —comentó Baroni. 

A raíz de ese punto de partida es que Vilardevoz creció y generó su identidad. Es en 1997 que un grupo de estudiantes de psicología comienza a cuestionar aquello que veían en la teoría, pero no en la práctica. 

Michel Foucault, un filósofo francés posestructuralista, habla de la locura como una producción socio-histórica y, en base a esa escuela, es que se plantean el porqué del concepto de locura dentro del imaginario social de los uruguayos como peligroso. Algo a lo que temer. 

Este grupo comenzó a ir al Hospital Vilardebó y fue allí que encontraron que los pacientes tenían sensibilidades y fortalezas, pero que éstas se perdían ante el concepto del “loco” que invalidaba todo, explicó Baroni.

— Esas voces tenían que poder salir del Vilardebó. 

Para Baroni, darles la posibilidad de expresarse era clave para los pacientes. En su momento, los “locos” solo eran considerados a la hora de diagnosticarlos, ingresarlos o llevarlos presos, afirmó. También, era relevante para este grupo de psicólogos el poder sentirse cómodos con lo que veían y con cómo querían ejercer su profesión. Venían de una violación sistemática de derechos humanos y de expresión, dice, y sobre eso es que se impulsan para crear Vilardevoz. 

Foto: Sofía Gard

“Nada sobre nosotros sin nosotros”, es una de las frases que más marcó al movimiento antimanicomial. Apela a una reforma de la concepción en cuanto a los sujetos. Dicho movimiento ha tenido, según Baroni, “continuidades y discontinuidades”. Son personas y organizaciones que se agrupan para visibilizar y pronunciarse en contra del encierro como forma de tratamiento. Esta agrupación está, en gran medida, formada por “sobrevivientes de la psiquiatría”, explicó la psicóloga, quienes han pasado por internaciones, electroshock o sobremedicación y buscan no volver nunca más a ello. Ni ellos, ni nadie más. 

Como contrapartida para el encierro es que se fomenta la comunidad, y allí es donde entra la radio colaborativa. Vilardevoz le otorga a sus participantes el derecho de ser parte. Baroni indicó que la búsqueda está en crear un espacio en donde no sean sujetos de caridad ni de lástima, sino más bien proactivos y productivos. 

La misión de Vilardevoz apunta a ser un tipo de vigilancia ante esos espacios que, en pos del tratamiento, producen enfermedad y no salud. 

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Para la radio la pandemia fue crítica. Por dos años completos se prohibió la entrada al hospital y, con ello, se dificultó la producción de la programación habitual ya que allí se solía grabar. Además, la campaña de “quedate en casa” resultaba hasta irónica para aquella mayoría que vive en refugios en los que durante el día deben salir a la calle. Pero lejos de dejarse derrotar por las circunstancias, lo tomaron como una oportunidad para reinventarse y salir a encontrar un nuevo lugar donde contar sus historias. 

No fue la primera vez que se puso en práctica la resiliencia de Vilardevoz. En el año 2007, en su décimo aniversario, les robaron los equipos radiales dentro del propio hospital. Para una radio que se financia a sí misma, fue un golpe duro, al que combatieron con un espectáculo para juntar fondos en el Teatro de Verano. 

También enfrentaron la muerte de algunos de los integrantes de la radio, algunos en circunstancias trágicas. Baroni destacó que han sobrepasado situaciones de violaciones de derechos humanos que desembocaron en suicidios, como el conocido caso de una paciente que estaba en tratamiento en calabozo. Esto colaboró a agilizar el proyecto de ley para la clausura de los calabozos, algo “insólito que existiera en el siglo XXI”, agregó. 

En su aniversario número 25, la radio Vilardevoz continúa la lucha por la vigilancia de estos centros de tratamiento, la clausura de los manicomios y, por sobre todo, el derecho a la libre expresión para todos. 

Este espacio ha funcionado por todo este tiempo como la voz para aquellos silenciados y marginalizados. Apunta a crecer y llegar a más personas que necesiten este tipo de “terapias” alternativas, para darle espacio a la mejora real de las personas. 

Foto: Sofía Gard

La historia de Vilardevoz ha sido retratada en un documental en 2018 por Alicia Cano y Leticia Cuba llamado “Locura al aire”. El principal motivo fue darle visibilidad al proyecto y así potenciar la voz de aquellos que no la tienen. En la trama se desarrolla la búsqueda de la financiación para viajar a México a una convención de radios colaborativas, explorando así las diferentes personalidades de los distintos participantes. El video está disponible en la plataforma de Vimeo. 

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Finaliza la entrevista central y se despiden a las invitadas de los colectivos feministas. El salón está un poco más vacío porque algunos de los participantes que ya salieron al aire ya se retiraron. Pero la energía sigue siendo la misma, los chistes continúan, las risas salen al aire y las sonrisas no se borran de ninguno de los rostros allí presentes.

Son las 13:01 y llega el final del programa. Se despiden. Algunos avisan que se quedarán por la tarde preparando el boletín semanal con los destacados del programa. Otros, se despiden y vuelven a su vida. 

Vuelven al silencio. Al menos, hasta el siguiente sábado.