En las vísperas de un nuevo cónclave tras la muerte del papa Francisco, el cardenal Daniel Sturla dialogó con el periodista argentino Eduardo Feinmann, quien le preguntó si le gustaría ser papa.

El arzobispo de Montevideo respondió que no y dio argumentos de por qué no está en sus planes. “Tampoco me lo planteo mucho porque entiendo que por diversas razones la opción va por otro lado”, dijo Sturla.

El cardenal uruguayo explicó que, a pesar de ser papable, cree que no ocupará ese cargo por “razones geográficas y de formación, preparación”.

“Hay gente muy formada, muy preparada para ser papa”, dijo Sturla. El periodista argentino destacó su edad: 65 años, menor que la de muchos candidatos papables.

“Es una edad que hoy por hoy se toma como joven dadas las perspectivas de vida que suele haber. Aunque ese siempre es un misterio en la mano de Dios”, expresó el cardenal uruguayo.

El 7 de mayo comenzará el cónclave en el que, junto a otros 132 cardenales, se definirá el liderazgo espiritual de los 1.400 millones de católicos del mundo.

Las congregaciones generales, reuniones previas al cónclave donde los cardenales comparten visiones sobre el rumbo de la Iglesia, han sido claves para el uruguayo, según dijo a AFP. “Vengo pensando mucho, reflexionando, conversando con algunos cardenales y siendo un gran escuchador”, comentó.

Sturla reconoce que muchos de los electores, en especial aquellos provenientes de regiones históricamente periféricas, no se conocen entre sí. El 80% de los cardenales con voto fueron nombrados por Francisco, lo que otorga al cónclave un perfil más global y diverso.

Aunque evita especular sobre posibles papables, admite que ha comenzado a perfilar nombres. “Uno va pensando nombres, trata de averiguar qué material hay sobre esa persona, entrevistas que ha dado, su vida... Si lo puedo conocer también, mejor”.

Sobre el perfil del futuro papa, Sturla se mantiene fiel a su línea conservadora: espera “fidelidad a la doctrina de la Iglesia”. Pero también subraya la importancia de la comunicación con los fieles, la unidad eclesial y la atención a los más pobres. “Tiene que ser una Iglesia abierta a todos, pero con el corazón en los más vulnerables”, afirmó, evocando el legado social de Francisco.

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