A sus 23 años, y con apenas dos de carrera en la Policía, Patricia Noy no creía en los sindicatos. “Decía que estaban para ‘currar’”, recuerda sin rodeos. Pero lo que comenzó con una propuesta insistente de una compañera de tanda se transformó en un camino inesperado: Noy aceptó sumarse, se convenció por los hechos, y hoy preside el Sindicato Policial Nacional (Sipolna), el gremio policial más numeroso del país.

Su historia, atravesada por la vocación, la pérdida y el compromiso, pone el foco sobre un fenómeno cada vez más visible: las condiciones laborales, la salud mental, el endeudamiento y la falta de respaldo institucional dentro de la fuerza. “Amo la Policía, pero también sé que hay muchas cosas que están mal y hay que decirlas”, afirma.

Desde su rol, reclama unidad entre sindicatos policiales, plantea medidas concretas para mejorar el acceso a la vivienda y exige un abordaje real de la salud mental en la Policía. Sin intención de hacer carrera política, asegura que su compromiso es con sus compañeros y que no tiene aspiraciones partidarias: “Yo no soy política: soy policía”.

¿Cómo llegaste al sindicato siendo escéptica?

Yo no creía en los sindicatos. Siempre pensé que estaban para currar. Y cuando arrancó todo el tema de la sindicalización en la policía, yo decía: “Estos no hacen nada”. Pero me lo planteó una compañera de mi tanda, me habló de Patricia, que era muy humana, y empecé a mirar el trabajo que hacían. Tardé meses. Me llamaban y yo decía que no. Pero vi los logros. Un día dije: “Vamos a probar”. Y lo hice sabiendo que, si no funcionaba, tenía que volver a trabajar, con todo lo que eso implica. La Policía es un lugar difícil, donde si te exponés, pagás costos. Apenas di mi primera nota, que fue crítica a la jefatura, al mes me vinieron siete sanciones de hacía dos años. Sabía que me querían dar la baja.

Cuando un policía se quiebra mentalmente, lo primero que tiene a mano es el arma. No hay tiempo para arrepentirse

¿Cuál fue el mayor impacto de ese primer paso?

Entendí que acá hay que animarse a hablar. Pero también supe que te exponés a represalias. El régimen disciplinario se puede usar contra vos. Siempre digo que amo ser policía, pero también tengo claro que hay que dar pelea. Desde chica quise esto. Mis hermanos entraron por necesidad, yo por vocación. Uno de ellos murió en un procedimiento, y yo igual ingresé. Me costó, a mi madre no le gustaba, pero era lo que yo soñaba. Y ya dentro de la fuerza empecé a ver muchas injusticias. Recuerdo una orden totalmente arbitraria de un jefe: me planté y dije que no era procedente. Fue un revuelo. Pero también ese fue un momento en el que vi que, si te plantás, otros te siguen. Eso quedó en mí.

¿Por qué hay tantos sindicatos policiales? ¿Qué impide la unidad?

Falta madurez. Comparado con otros sindicatos que tienen décadas, nosotros recién estamos empezando. Hay egos, protagonismos, falta de diálogo. Nosotros somos el sindicato más grande, tenemos más de 10.000 afiliados, pero si nos uniéramos todos seríamos 18.000. Seríamos un gremio muy fuerte. Se ha intentado más de una vez, pero siempre aparecen diferencias. Y también hay presión política. A veces me dicen que todo es política. Yo no hago política partidaria. No me interesa. No me postulo a nada. Yo estoy acá por mis compañeros, no por un partido.

La salud mental no puede seguir siendo un tema tabú en la policía. Hay que abordarla desde la empatía

¿Cómo enfrentan el tema de la salud mental en la policía?

Es una prioridad urgente. Uruguay ya tiene una de las tasas de suicidio más altas de la región, pero en la Policía el problema es aún más grave por la exposición constante a situaciones traumáticas y la fácil disponibilidad del arma de reglamento. Un civil en crisis puede tener unos segundos para pensar, para arrepentirse, para buscar ayuda. En cambio, el policía tiene el arma al lado. Cuando aparece ese bajón mental, ese clic, no hay margen. Y no se trata solo del arma: muchas veces es la soledad.

Hemos presentado propuestas para abordar el tema de raíz. Una de ellas es que, en el ingreso a la institución, se realicen informes más exhaustivos. No pedimos violar la privacidad, pero sí que el Ministerio tenga algún mecanismo para saber si esa persona tuvo antecedentes de [problemas de] salud mental o situaciones familiares complejas. No se trata de discriminar, sino de prevenir. No podés dar un arma y poner a una persona en la calle sin saber si está preparada para enfrentar lo que viene. Porque después el costo es altísimo para él, su familia y toda la institución.

¿Y cómo ves el futuro del sindicato y de los nuevos policías?

Veo un desafío enorme. Hoy, hay menos compañerismo. Cada uno está en la suya. A veces ya no se preocupan por el otro. Y eso también afecta. Yo quiero dejar algo para las futuras generaciones. No vine a hacer política. Vine a trabajar por mis compañeros y a defender sus derechos. Si un día me voy, será porque me jubilé o porque vuelvo a la calle. Pero no voy a hacer campaña. Ya me lo ofrecieron y lo rechacé. Estoy acá para dejar una estructura que sirva, que proteja, que escuche. Porque esto tiene que seguir más allá de mí.