Este 13 de julio se cumple un año del intento de asesinato contra Donald Trump, ocurrido durante un acto de campaña en Butler, Pensilvania. El ataque, que dejó un muerto, dos heridos y al propio expresidente con una herida leve en la oreja, tuvo repercusiones profundas en la política estadounidense y en la seguridad presidencial.
Según recordó AP News, Michael Thomas Crooks, de 20 años, logró trepar sin ser detectado a un techo con línea directa de visión al escenario donde hablaba Trump. Desde allí, disparó ocho veces con un rifle tipo AR, antes de ser abatido por un francotirador del Servicio Secreto.
El hecho sacudió la carrera presidencial de 2024 y fortaleció la figura de Trump entre sus seguidores. Muchos en el Partido Republicano vieron el episodio como una señal de destino. “Fui salvado por Dios”, ha dicho el propio Trump al rememorar lo ocurrido, reafirmado esta mañana en la cuenta de X de la Casa Blanca.
Fallas múltiples
La investigación posterior reveló una cadena de errores por parte del Servicio Secreto. El edificio desde donde disparó Crooks no estaba vigilado, pese a que se conocían los riesgos de línea de visión. Se había previsto colocar maquinaria agrícola como barrera, pero eso nunca se ejecutó, y quienes inspeccionaron el lugar no reportaron el incumplimiento.
Además, la coordinación con la policía local fue deficiente. En vez de un comando unificado, había dos centros de control y una mezcla caótica de comunicaciones por radio, mensajes y llamadas.
El exagente del Servicio Secreto Bobby McDonald calificó el caso como “un llamado de atención” para la agencia.
Un año después, bajo el nuevo liderazgo de Sean Curran —nombrado por el propio Trump y testigo directo del ataque—, el Servicio Secreto afirma haber implementado 21 de las 46 recomendaciones realizadas por el Congreso.
Entre los cambios destacan la creación de una división aérea, la adquisición de vehículos blindados para golf y nuevos protocolos para detectar amenazas elevadas. También se revisaron manuales internos y se reforzó la coordinación con fuerzas locales.
Sin embargo, nadie fue despedido, aunque seis funcionarios fueron suspendidos por hasta 42 días y relegados a tareas no operativas. La entonces directora, Kim Cheatle, renunció días después del atentado.
Preguntas sin respuesta
Pese a las investigaciones, aún se desconoce el verdadero motivo del atacante. Crooks no dejó mensajes, ni se identificaron publicaciones ideológicas en redes. Se presume que actuó solo.
Lo único que se llegó a saber de Crooks fue de su aparición en un video de 2022 publicado por BlackRock, la gestora de activos más grande del mundo, cuando aún era estudiante en Bethel Park High School. El video, parte de una campaña dirigida a docentes sobre planificación de retiro, fue grabado en un aula real con una profesora y alumnos reales. Crooks no fue contratado ni remunerado por la firma; simplemente figuró como uno más entre los estudiantes de fondo. Tras conocerse su identidad, BlackRock retiró el video de circulación y se comprometió a entregar todo el material a las autoridades, además de emitir un comunicado en el que condenó “cualquier tipo de violencia política” y expresó su pesar por lo ocurrido en el acto de campaña.
Expertos siguen cuestionando por qué el techo no fue asegurado y si la agencia pidió —y recibió— personal adicional para un año electoral tan cargado. También señalan que el perfil de riesgo de Trump, como expresidente en campaña, requería medidas distintas a las habituales.
“No entiendo cómo se cometieron tantos errores ese día”, reconoció Anthony Cangelosi, exagente del Servicio Secreto.
Helen Comperatore, viuda de Corey Comperatore —el asistente que murió en el lugar—, también pidió explicaciones: “¿Por qué pensaron que ese techo no necesitaba vigilancia? Quiero hablar con ellos”, dijo en Fox News.
Mientras tanto, el ataque sigue marcando a la agencia y al propio Trump, que ha vuelto a citarlo como un símbolo de su conexión con la divinidad y su papel en la historia estadounidense.
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