Por The New York Times | Michael C. Bender
Conocido desde hace tiempo por sus improvisadas y volátiles actuaciones sobre el escenario, el expresidente Donald Trump ahora suele terminar sus mítines en una nota solemne.
Una música suave y reflexiva llena el recinto mientras un silencio se apodera de la multitud. El tono de Trump se vuelve reverente y sombrío, lo que hace que algunos seguidores a inclinar la cabeza o cerrar los ojos. Otros levantan las palmas de las manos o murmuran como si estuvieran orando.
En este momento, el público de Trump es su congregación, y el expresidente, su pastor, mientras pronuncia un discurso final de unos 15 minutos que evoca un llamamiento evangélico al altar, la emotiva tradición con la que concluyen algunos servicios cristianos en los que los asistentes se acercan para comprometerse con su salvador.
“La gran mayoría silenciosa se está levantando como nunca antes y bajo nuestro liderazgo”, recita Trump de un teleprompter en una versión típica del guion. “Rezaremos a Dios por nuestra fuerza y por nuestra libertad. Rezaremos por Dios y rezaremos con Dios. Somos un movimiento, un pueblo, una familia y una gloriosa nación bajo Dios”.
El ritual meditativo podría parecer incongruente con el estridente epicentro del movimiento conservador de la nación, pero el credo político de Trump se erige como uno de los ejemplos más crudos de su esfuerzo por transformar al Partido Republicano en una especie de “Iglesia de Trump”. Su insistencia en la devoción y la lealtad absolutas puede verse en todos los niveles del partido, desde el Congreso hasta el Comité Nacional Republicano y los votantes de base.
La capacidad de Trump para convertir la pasión de sus seguidores en devoción es crucial para entender por qué sigue siendo el líder republicano indiscutible a pesar de llevar a su partido a repetidos fracasos políticos y de enfrentarse a decenas de acusaciones de delitos graves en cuatro causas penales. Su éxito a la hora de presentar esos procesos judiciales como persecuciones —y de advertir, sin fundamento, que sus seguidores podrían ser el siguiente objetivo— ha alimentado el entusiasmo por su candidatura y le ha colocado, una vez más, en posición de hacerse con la Casa Blanca.
En el video de abajo: Donald Trump ha estado terminando muchos de sus discursos en los mítines con sermones teatrales complementados con pistas musicales cinematográficas, solidificando su creciente deificación entre sus seguidores.
‘Definitivamente ha sido elegido por Dios’
Trump lleva mucho tiempo desafiando la sabiduría convencional como un improbable pero innegable héroe evangélico.
Se ha casado tres veces, ha sido acusado repetidamente de agresión sexual, ha sido condenado por fraude empresarial y nunca ha mostrado mucho interés por los servicios religiosos. La semana pasada, días antes de la Pascua, publicó en su plataforma de redes sociales un video estilo infomercial en el que pregonaba una Biblia de 60 dólares que viene con extractos de algunos de los documentos fundacionales de la nación y la letra de la canción de Lee Greenwood, “God Bless the U.S.A.”.
Pero aunque Trump está ansioso por mantener el apoyo de los votantes evangélicos y retratar su campaña presidencial como una batalla por el alma de la nación, se ha cuidado sobre todo de no hablar directamente en términos mesiánicos.
“Este país tiene un salvador, y no soy yo: es alguien que está mucho más arriba que yo”, dijo Trump en 2021 desde el púlpito de la Primera Iglesia Bautista de Dallas, cuya congregación supera las 14.000 personas.
Sin embargo, él y sus aliados se han acercado cada vez más a la comparación con Cristo.
El año pasado, la representante republicana por Georgia, Marjorie Taylor Greene, estrecha aliada de Trump, dijo que tanto el expresidente como Jesús habían sido arrestados por “gobiernos radicales y corruptos”. El sábado, Trump compartió un artículo en las redes sociales con el titular “La crucifixión de Donald Trump”.
También es el más reciente de una larga lista de presidentes y candidatos presidenciales republicanos que le han dado prioridad a los votantes evangélicos. Pero muchos votantes cristianos conservadores creen que Trump ha superado a sus predecesores en cuanto a los resultados, y señalan especialmente la mayoría conservadora que instaló en la Corte Suprema y que anuló el derecho federal al aborto.
Trump obtuvo una abrumadora mayoría de votantes evangélicos en sus dos primeras campañas presidenciales, pero pocos —incluso entre su público en los mítines— lo comparan explícitamente con Jesús.
En su lugar, es más probable que el rebaño trumpiano lo describa como una versión moderna de héroes del Antiguo Testamento como Ciro o David, figuras moralmente defectuosas elegidas por Dios para liderar misiones profundas destinadas a lograr una justicia atrasada o a resistir el mal existencial.
“Definitivamente ha sido elegido por Dios”, dijo Marie Zere, una agente inmobiliaria comercial de Long Island que asistió a la Conferencia de Acción Política Conservadora en febrero a las afueras de Washington D. C. “Sigue sobreviviendo a pesar de que toda esta gente va a por él, y no sé cómo explicarlo si no es con la intervención divina”.
Para algunos de los partidarios de Trump, los ataques políticos y el peligro legal al que se enfrenta son poco menos que bíblicos.
“Lo han crucificado peor que a Jesús”, dijo Andriana Howard, de 67 años, que trabaja en un restaurante en Conway, Carolina del Sur.
Un arma política y una vulnerabilidad
El sólido y devoto núcleo de votantes de Trump ha formado una de las fuerzas más duraderas de la política estadounidense, lo que le da una clara ventaja sobre el presidente Biden a la hora de inspirar a sus partidarios.
El 48 por ciento de los votantes de las primarias republicanas están entusiasmados con que Trump se convierta en el candidato republicano, y el 32 por ciento están satisfechos pero no entusiasmados con ese resultado, según una encuesta reciente del New York Times y el Siena College. Solo el 23 por ciento de los demócratas se declararon entusiasmados con la candidatura de Biden, y el 43 por ciento dijeron estar satisfechos pero no entusiasmados.
La intensidad de los partidarios más comprometidos de Trump también ha influido en las decisiones de campaña del expresidente, según dos personas familiarizadas con las deliberaciones internas. La capacidad de su equipo para capitalizar votantes que emitirán su voto con poca insistencia adicional significa que parte del dinero que de otro modo se gastaría en operaciones de participación pueda invertirse en personal de campo, anuncios de televisión u otras formas de ayudar a Trump.
Pero los demócratas también ven una ventaja. Gran parte del apoyo de Biden proviene de votantes profundamente opuestos a Trump, y los asesores del presidente ven la oportunidad de asustar a los votantes moderados para que apoyen a Biden presentando el movimiento de Trump como algo parecido a un culto empeñado en restringir el derecho al aborto y socavar la democracia.
El gobernador de California, Gavin Newsom, uno de los principales aliados demócratas de Biden, señaló la presencia cada vez más agresiva en internet de la campaña de reelección del presidente, que ha buscado retratar a Trump como propenso al extremismo religioso.
“Hay una gran oportunidad aquí”, dijo Newsom en una entrevista. “Se puede definir a Trump con mucha facilidad, y él refuerza esa definición una y otra y otra vez. Y Biden tiene una campaña que puede convertir eso en un arma a su favor ahora”.
‘¿Le importan realmente los evangélicos? No lo sé’.
Esa mezcla de política y religión realizada por Trump no es para nada un fenómeno nuevo. El cristianismo ha ejercido durante mucho tiempo una fuerte influencia en el gobierno estadounidense: la mayoría de los votantes se identifican como cristianos, incluso cuando el país se vuelve más secular. Según Gallup, el 68 por ciento de los adultos se declararon cristianos en 2022, frente al 91 por ciento de 1948.
Pero mientras el expresidente intenta erigirse en el único y verdadero líder republicano, las connotaciones religiosas han impregnado su tercera campaña presidencial.
Los correos electrónicos de recaudación de fondos en su nombre, redactados de forma benévola, prometen amor incondicional en medio de solicitudes de contribuciones de tan solo 5 dólares.
Incluso más que en sus campañas anteriores, Trump está enmarcando su candidatura de 2024 como una lucha por el cristianismo. En una convención de locutores cristianos afirmó que “al igual que en las batallas del pasado, todavía necesitamos la mano de nuestro Señor”.
En los últimos meses, Trump ha compartido en sus redes sociales un retrato de sí mismo (al estilo de los que se realizan en los juicios) sentado junto a Jesús así como un video que proclama repetidas veces: “Dios nos dio a Trump” para dirigir el país.
La aparente eficacia de estas tácticas ha convertido a Trump en el primer político importante del país que ha logrado separar la personalidad de las políticas en los ojos de los votantes religiosos, afirmó John Fea, profesor de historia de la Universidad Messiah, un instituto evangélico de Pensilvania.
“Trump ha dividido el átomo entre la personalidad y las políticas”, dijo Fea. “Lo hizo porque es realmente el primero en escuchar sus quejas y tomarlas en serio. ¿Le importan realmente los evangélicos? No lo sé. Pero ha construido un mensaje para apelar directamente a ellos”.
Apoyo de los pastores locales
Los mítines de Trump siempre han sido una mezcla entre un concierto de rock y una carpa de avivamiento. Cuando Trump empezó a cerrar sus mítines con música ambiental, muchos la relacionaron con temas musicales similares del movimiento conspirativo QAnon, pero la campaña se distanció de esa idea.
Steven Cheung, portavoz de Trump, dijo en un comunicado: “El presidente Trump ha utilizado el final de sus discursos para trazar un claro contraste con los últimos cuatro años de la desastrosa presidencia de Joe Biden y exponer su visión para volver a encarrilar a Estados Unidos”.
Pero el cambio ha ayudado a convertir los mítines de Trump en una experiencia estéticamente más parecida a la de una iglesia.
Un mitin de Trump en Las Vegas en enero comenzó con una oración de Jesús Márquez, un anciano de una iglesia local, que citó las Escrituras para declarar que Dios quería que Trump volviera a la Casa Blanca.
“Dios está de nuestro lado, está del lado de este movimiento”, dijo Márquez, fundador del American Christian Caucus, un grupo de base.
Y en un mitin en Carolina del Sur en febrero, Greg Rodermond, un pastor de Crossroads Community Church, oró para que Dios interviniera contra los oponentes políticos de Trump, alegando que estaban “tratando de robar, matar y destruir nuestros Estados Unidos”.
“Padre, nos hemos reunido aquí hoy en unidad por nuestra nación para verla restaurada de nuevo a su grandeza”, continuó Rodermond, “y, Dios, creemos que has elegido a Donald Trump como un instrumento en tus manos para este propósito”.
Sin embargo, algunos conservadores cristianos se resisten a unirse a sus hermanos para despejar un camino directo desde las ornamentadas puertas de Mar-a-Lago hasta las puertas de perlas del cielo.
Russell Moore, expresidente del departamento de política pública de la Convención Bautista del Sur, dijo que los mítines de Trump se habían desviado hacia un “territorio peligroso” con las oraciones de cierre y apertura de los predicadores que describían a Trump como enviado del cielo.
“Reclamar autoridad divina o el respaldo de Dios para un candidato político significa que esa persona no puede ser cuestionada u opuesta sin oponerse también a Dios”, dijo Moore. “Eso es una violación del mandamiento de no tomar el nombre del Señor en vano”.
es corresponsal político del Times. Cubre a Donald Trump, el movimiento “Make America Great Again” y otras elecciones federales y estatales. Más de Michael C. Bender
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