La Ingeniería de Alimentos en Uruguay cumple un rol cada vez más relevante en un contexto global marcado por la innovación, la sostenibilidad y la seguridad alimentaria. Aunque se trata de una carrera joven, el campo ha crecido de forma sostenida y hoy reúne a unos 600 profesionales en todo el país, muchos de ellos involucrados en investigación, industria, docencia y desarrollo de nuevos productos.
Para Alejandra Medrano, docente de la Universidad de la República (UdelaR), el interés por la carrera nació de la curiosidad científica y de una pregunta que aún la motiva: “Cómo será la alimentación del futuro”. “Cuando descubrí que existía una carrera que combinaba la ingeniería con los alimentos, no lo dudé. Con el tiempo entendí que ser ingeniera alimentaria implica mucho más que procesar alimentos: es contribuir a un sistema sostenible que garantice la seguridad nutricional sin comprometer a las generaciones futuras”, explica.
Una motivación similar inspiró a Natalia Taveira, Innovation & Renovation Manager en Nestlé del Uruguay, quien también destaca la fascinación por entender cómo se producen los alimentos, qué hay detrás de su sabor y su conservación. “Desde chica me interesaban las ciencias, y la química fue clave. Cuando investigué opciones en la Facultad de Química, vi que era una carrera nueva y con múltiples salidas laborales”, recuerda.
Nuevas generaciones, nuevas miradas
Tanto en la academia como en la industria, se percibe un cambio generacional claro. Las nuevas camadas de ingenieros e ingenieras alimentarios combinan una sólida formación técnica con una sensibilidad creciente hacia los problemas globales.
“Los jóvenes profesionales son más interdisciplinarios, con una mirada integral
que combina tecnología, sostenibilidad y nutrición”, señala Taveira. “Están muy
conectados con los desafíos del cambio climático, la reducción del desperdicio
y la seguridad alimentaria”.
Medrano coincide: “Las nuevas generaciones entienden que la ingeniería no se limita a resolver problemas técnicos. Buscan contribuir a un desarrollo más justo e inclusivo, con una visión socialmente sensible y respetuosa con el ambiente”.
Formación y especialización
El informe más reciente sobre el sector indica que el 41% de los ingenieros alimentarios ha realizado estudios de posgrado, algo que ambas expertas consideran clave.
“La formación continua es fundamental, porque la ciencia y la tecnología
evolucionan de forma constante”, subraya Medrano. Desde la UdelaR, destaca la
existencia de programas consolidados como la Maestría en Ciencia y
Tecnología de Alimentos (Facultad de Ingeniería) o la Maestría en
Alimentos y Salud (Facultad de Medicina), además de otros posgrados y
cursos en Química, Agronomía y Veterinaria.
En el caso de Taveira, su especialización tomó otro rumbo: “Opté por un posgrado en Marketing, porque en Innovación y Renovación soy el nexo entre el área comercial y la fábrica. Es importante hablar el mismo idioma para generar soluciones que respondan a las necesidades de los consumidores”.
Más allá de la técnica
Ambas coinciden en que las habilidades blandas son hoy tan importantes como el conocimiento técnico. La comunicación efectiva, el trabajo en equipo, la adaptabilidad y la curiosidad son esenciales en un entorno de cambio permanente.
“La colaboración y el liderazgo empático son claves”, afirma Medrano. “Quienes
trabajamos con alimentos influimos directamente en la salud y el bienestar de
las personas, por lo que la ética profesional y la responsabilidad social son
fundamentales”.
Inteligencia artificial, sostenibilidad y el futuro del sector
La inteligencia artificial (IA), los idiomas y la transición energética aparecen como ejes emergentes en la transformación del sector.
“La IA ya se usa en control de calidad, trazabilidad y análisis de datos”,
explica Taveira. “En Nestlé del Uruguay tenemos una fábrica 100% digitalizada,
lo que permite trabajar con mayor eficiencia y tomar decisiones más asertivas”.
Desde la universidad, Medrano complementa: “La IA se aplica para optimizar procesos industriales, analizar grandes volúmenes de datos y desarrollar formulaciones innovadoras. También ganan espacio tecnologías verdes, biotecnología, fermentación de precisión y nutrición personalizada”.
Ambas remarcan la necesidad de fortalecer la interdisciplinariedad y el vínculo entre la academia y la industria, para alinear la formación con los desafíos reales del mercado global.
Un futuro con identidad uruguaya
Uruguay produce alimentos para más de 35 millones de personas, lo que convierte al país en un laboratorio privilegiado para aplicar conocimiento e innovación.
“La Ingeniería de Alimentos tiene un enorme potencial para desarrollar
alimentos más saludables y sostenibles”, dice Taveira.
Medrano coincide: “El futuro de la ingeniería en Uruguay es prometedor. Seremos
protagonistas en los grandes desafíos nacionales: transición energética,
sostenibilidad ambiental, seguridad alimentaria y salud pública”.
En un escenario donde el mundo busca sistemas alimentarios más resilientes e inclusivos, la Ingeniería de Alimentos uruguaya se consolida como un puente entre la ciencia, la tecnología y la sociedad.
Como resume Medrano: “Formamos profesionales con una visión científica,
tecnológica y ética, capaces de liderar los procesos de innovación que demanda
este nuevo escenario”.