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Por The New York Times

Theranos y la lógica de apostar por las empresas emergentes

El proceso penal de Elizabeth Holmes, la fundadora de Theranos, la empresa emergente en quiebra que se dedicaba a realizar pruebas de sangre, está a punto de finalizar

20.12.2021 07:15

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2021-12-20T07:15:00-03:00
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Por The New York Times | Shira Ovide

El proceso penal de Elizabeth Holmes, la fundadora de Theranos, la empresa emergente en quiebra que se dedicaba a realizar pruebas de sangre, está a punto de finalizar y determinar si, de manera premeditada, Holmes engañó a los inversionistas de su empresa, así como a los pacientes y a los médicos.

Un tema fundamental en este caso es la línea que divide el fraude de la filosofía imperante en Silicon Valley de “tú aparenta hasta que lo logres”. Theranos también se percibe como una consecuencia extrema del sistema financiero que a menudo recompensa a las personas que reparten dinero a ciegas por todas partes en pos del billete ganador en la lotería de las empresas emergentes.

Las personas que invierten en empresas emergentes se enorgullecen de encontrar empresas jóvenes y promisorias, pero su actividad es como un juego de azar. Todas las inversiones dependen de la suerte, pero invertir en empresas jóvenes es, en esencia, una apuesta en que la cantidad tan reducida de éxitos no puede compensar toda una serie de fracasos. En teoría, quienes invierten en empresas emergentes pueden perder su dinero el 99 por ciento de las veces, y es una verdadera excepción cuando alguna de ellas se convierte en la siguiente Google.

Este sistema de capital de riesgo para empresas emergentes había sido, hasta hace poco, un pequeño resquicio de las finanzas, pero con un enorme poder. Contribuyó a que tuviéramos teléfonos iPhone, automóviles eléctricos, redes sociales y medicamentos que salvan vidas. Este sistema también tiene incentivos integrados para a veces no dar demasiada importancia a finanzas que dejan mucho que desear y pasar por alto comportamientos indebidos.

En el juicio de Holmes, algunos profesionales de las finanzas reconocieron que, pese a tener dudas sobre lo que ofrecía la empresa, le dieron dinero a Theranos sin revisar sus estados financieros ni corroborar en detalle su tecnología ni lo que prometía. Theranos recaudó cerca de mil millones de dólares gracias a sus inversionistas, suma que se evaporó cuando la empresa cerró en 2018.

Theranos tenía el ambicioso objetivo de que las pruebas de sangre se realizaran con mayor rapidez y fueran más baratas y accesibles. Pero las máquinas que debían llevar a cabo las pruebas de laboratorio con la sangre obtenida en un solo pinchazo no funcionaban como la empresa decía que lo hacían. Ahora, el asunto es si Holmes sabía que Theranos no podía cumplir la promesa que hizo y mintió al respecto. Se ha declarado inocente y ha testificado que su intención no era defraudar ni engañar a nadie.

Como lo informó mi colega de The New York Times, Erin Griffith, los abogados de Holmes mencionaron que los inversionistas de la empresa debieron haber tomado precauciones y emprender las medidas de debida diligencia (algunos lo hicieron). Los fiscales señalaron que ellos tomaron su decisión con base en información engañosa.

Tal vez algunos de los inversionistas que invirtieron en Theranos eran inexpertos o ingenuos, pero creer en promesas demasiado buenas para ser verdad no los descalifica necesariamente para invertir en empresas emergentes. Si el objetivo es hallar un puñado de diamantes en un mar de basura, quizá no valga la pena desperdiciar tiempo y recursos en descartar los posibles fracasos o fraudes.

A veces me pregunto, un poco en broma, si a las personas que recorren el mundo en busca de superestrellas de la tecnología en ciernes para ayudarlas a triunfar no les iría mejor si le dieran dinero a cualquier persona que tuviera una idea de negocio y la dejaran trabajar, lo cual no está muy alejado de la estrategia de SoftBank, el consorcio japonés que es uno de los inversionistas en empresa emergentes más grandes del mundo.

Esto no está exento de tener consecuencias. Los inversionistas y las juntas directivas casi siempre les otorgan mucho poder y supervisan muy poco a los fundadores de las empresas emergentes. Algunos directivos de empresas emergentes pasan años construyendo empresas deficientes sin que sus patrocinadores les pidan cuentas. Otros se pagan sueldos altísimos o administran su empresa como si fuera una fraternidad.

Una parte de mí entiende la fría racionalidad de ser permisivos con las empresas jóvenes. Tal vez Adam Neumann convierta WeWork, la empresa de renta de oficinas que ayudó a abrir, en una compañía de billones de dólares si los inversionistas lo dejan hacer lo que quiera. Si lo hace, todo mundo gana. Si no (y no lo hizo), los inversionistas se lanzan por el siguiente billete ganador en potencia (Neumann no ha sido acusado de fraude y WeWork siguió funcionando sin él).

En su proceso penal, Holmes señaló que los inversionistas querían que les diera una idea general del cambio trascendental que Theranos podía desencadenar en el mundo. En esencia, ella dijo que, si Theranos hubiera tenido más tiempo, habría podido convertirse en la empresa transformadora que había imaginado.

Ya sea que la encuentren culpable o inocente, Holmes tiene razón en cuanto al carácter de las inversiones en empresas emergentes. Se trata de creer en una fantasía. En ocasiones, el cuento se convierte en la realidad de Tesla y mucha gente se enriquece; a veces, la fantasía se evapora. Es parte del paquete.