“No podemos prohibir la inteligencia artificial. Lo que tenemos que hacer es enseñar a usarla bien”, dice el doctor Jorge Grunberg, rector de la Universidad ORT Uruguay. Su postura es clara: la IA no es una moda ni una amenaza que se combate con restricciones, sino una transformación profunda que exige repensar el sistema educativo de raíz.
Durante su participación en el Summit IA 2025, organizado por Movistar Empresas, Grunberg planteó una visión a largo plazo sobre cómo esta revolución tecnológica impactará en lo social, político, laboral y educativo.
De los prompts a los agentes autónomos
Grunberg identifica tres grandes etapas en la evolución de la inteligencia artificial. La actual, basada en prompts, pronto dará lugar a una más compleja: la de los agentes autónomos, capaces de tomar decisiones por su cuenta según el contexto. “Vamos a convivir con sistemas que ya no necesitan que les digamos qué hacer, y eso implica que van a competir con los humanos por autonomía”, detalló.
La etapa siguiente será la de la IA física, en la que estas inteligencias serán integradas con robots humaoides que trabajen en fábricas, asistan a personas mayores o interactúen con el entorno real.
“Esto va a cambiar todo: el empleo, la política, la educación. Y Uruguay tiene que decidir de qué lado quiere estar, si de los que avanzan rápido o de los que se quedan atrás”, afirmó.
¿Estamos preparados como país?
Según Grunberg, la IA representa una oportunidad ideal para Uruguay porque es un país sin recursos naturales fósiles, con buenas fuentes de energía limpia y poca población, pero también impone desafíos profundos.
“Tenemos una cultura reticente al cambio, que le teme al riesgo. Y la IA es velocidad, es experimentación. Además, hay un problema de velocidad y de capital humano: demasiados jóvenes no terminan el secundario, no hacen posgrados. Todo va a depender de nosotros”, aseguró.
Foto: cedida a Montevideo Portal
Grunberg advirtió también que el nuevo escenario internacional está liderado por países como China, que no necesariamente comparten los valores de las democracias liberales. “Esta revolución tecnológica tiene consecuencias políticas de gran escala, y no estamos hablando lo suficiente de eso”, expresó.
Aprender a reaprender
Una de las ideas centrales de su intervención fue la necesidad de enseñar algo que hoy no se enseña formalmente: aprender a aprender. “Llevamos 500 años asumiendo que el producto del alumno representa lo que aprendió. Eso ya no es válido. Hoy hay que evaluar de otra forma, más personalizada, más auténtica”, explicó.
En la ORT, decidieron no prohibir el uso de IA. Al contrario, lo promueven. “Cuando nuestros egresados salgan a trabajar, si no saben usar IA, perderán sus empleos. Por eso creamos pautas claras: deben declarar que usaron IA y para qué. Como una cita académica”. Además, luego deben demostrar su saber en el aula con una exposición oral o escrita, pero sin apoyo de celulares.
También están experimentando con nuevas formas de evaluación y con tecnología en el aula. “Estamos probando robots que permiten a los estudiantes remotos interactuar y asegurarse de que están entendiendo bien. Ya tenemos decenas de proyectos en curso”.
Ojo con las alucinaciones
Grunberg reconoce que la IA sigue teniendo errores, pero afirma que hoy las llamadas “alucinaciones” están en niveles similares a los de un humano (1% o 2%). “La IA te ahorra tiempo de redacción, pero aumenta el trabajo de verificación. Hay que enseñar a los estudiantes a reducir esos errores, pero también a ser responsables de lo que escriben”.
También desarma un mito: el de la productividad absoluta. “Si no sabés editar o escribir, la IA no te salva. ChatGPT no escribe por vos. Te ayuda si sabés escribir, si sabés pensar”, ejemplificó.
Más allá de los contenidos
Para Grunberg, hay algo que la tecnología aún no puede replicar: el rol humano del docente. “La función del profesor es insustituible, porque no es solo enseñar contenido. También es inspirar y cuidar. Y en eso la IA no está ni cerca”.
Por eso, su llamado es claro: no se trata de resistirse al cambio, sino de liderarlo con conciencia y estrategia. “Uruguay —y el mundo— tiene mucho para ganar si juega a aumentar capacidades humanas, no a reemplazarlas. El financiamiento del reaprendizaje constante es un desafío económico importante en el que tienen que participar las empresas, el estado y de esto todavía no se habla”.
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