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Por The New York Times

El Barcelona gastó mucho y cayó en crisis; ahora, ¿puede gastar para salir de ella?

Al verdadero estilo de Las Vegas, el equipo catalán está doblando la apuesta.

05.08.2022 15:38

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2022-08-05T15:38:00-03:00
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Por The New York Times | Tariq Panja

Era casi imposible no ver la sonrisa de Joan Laporta. Mirando fijamente hacia abajo desde una enorme valla publicitaria digital el mes pasado, la imagen sonriente del presidente del gigante del futbol español FC Barcelona cubría casi un lado entero del Palms Casino Resort en Las Vegas.

La valla mostraba otras imágenes (había una de un puñado de jugadores del Barcelona y otra de su entrenador, Xavi Hernández), pero casi de inmediato volvía a Laporta. Y esa vista, un presidente radiante al centro de todo en la capital mundial de las apuestas, tal vez fue el mejor simbolismo de los problemas financieros graves en los que el Barcelona se encuentra en la actualidad y la confianza ilimitada del hombre que afirma que tiene un plan para solucionarlos.

El Barcelona, al verdadero estilo de Las Vegas, está doblando la apuesta.

Un equipo que hace menos de un año era incapaz de pagar su enorme nómina; una empresa que, con pérdidas de 487 millones de euros (496 millones de dólares), el año pasado fue descrita por su propio director ejecutivo como en “quiebra contable”; un club que tiene una deuda de más de 1300 millones de dólares ha decidido que la mejor manera de acabar con una crisis causada por errores financieros, salarios millonarios y contratos extravagantes es gastar para salir de ella.

Ha vendido activo tras activo del club con el propósito de reunir apenas 700 millones de dólares para ayudar a balancear sus libros contables. Aun así, avanza con un proyecto de 1500 millones de dólares, con financiamiento organizado por Goldman Sachs, a fin de renovar y modernizar su icónico estadio, el Camp Nou, que, debido a la premura en recaudar fondos, llevará por primera vez el nombre de un patrocinador. Además, este verano, ha pagado más dinero en nuevas contrataciones que casi cualquier otro equipo importante en Europa, con una nueva adquisición impactante anunciada con bombo y platillo casi cada semana.

El gasto desenfrenado ha generado críticas entre los rivales del Barcelona e inquietud entre algunos de sus 150.000 miembros sobre la viabiliadad financiera del club si la gran apuesta de Laporta no arroja resultados positivos. Sin embargo, el presidente, en una entrevista en la sede en Manhattan de The New York Times, ofreció varias garantías de que sabe muy bien lo que está haciendo.

Laporta declaró: “No soy un apostador. Tomo riesgos calculados”.

No obstante, el riesgo se ha vuelto algo común en el Barcelona.

Laporta fue elegido como presidente del club para un segundo término el año pasado tras la destitución de su predecesor y el antiguo consejo de administración debido al colapso financiero y deportivo simultáneo de uno de los equipos deportivos más grandes del mundo. Mientras muchos esperan que el Barcelona se reconstruya poco a poco, para vivir dentro de sus posibilidades en un periodo de austeridad aleccionadora, Laporta mejor ha decidido virar el timón del Barcelona hacia un rumbo por completo diferente. Asegura que no tiene otra opción excepto intentar ganar cada año.

Mencionó: “Es una obligación”.

Más de 700 millones de dólares se han obtenido a través de la venta de partes del negocio del club. El 25 por ciento de los derechos nacionales de transmisión por televisión (durante un cuarto de siglo) están en manos de un fondo de inversión estadounidense. Spotify, el servicio de emisión de música en continuo, firmó un acuerdo de cuatro años para poner su nombre en el Camp Nou y el todavía más valioso espacio en el frente de las camisetas de juego del equipo. El lunes, el Barcelona anunció la venta de un cuarto de su empresa de producción, Barça Studios, a una compañía de servicios de monederos para monedas virtuales, Socios. Además, está en conversaciones para la venta de parte de su negocio de licencias.

No obstante, en lugar de usarse para pagar la deuda del club, el dinero se ha destinado en gran medida a la adquisición de nuevos talentos: 50 millones de dólares por el delantero polaco Robert Lewandowski, 55 millones por el defensa francés Jules Koundé, casi 65 millones por el extremo brasileño Raphinha. Otros jugadores se incorporaron como agentes libres. Más refuerzos podrían estar en camino.

Para Laporta, contratar a Lewandowski, quien pronto cumplirá 34 años, y a los otros tiene sentido. Es parte de lo que él asevera que será un “círculo virtuoso” en el que el éxito en el campo apuntalará las finanzas del equipo a través de un aumento en ingresos. La estrategia es una repetición de la receta que usó durante su primera gestión como presidente, un periodo de siete años que comenzó en 2003 y concluyó con un equipo culé considerado como uno de los mejores en la historia del futbol.

Laporta opinó sobre su gestión previa: “En mi época, fijamos las expectativas muy altas y fuimos exitosos. Por lo que los hinchas del Barça en todo el mundo, alrededor de 400 millones de fanáticos en todo el planeta, exigen un nivel de éxito”.

No obstante, los tiempos y los ingresos han cambiado. El club que Laporta heredó en 2003 también estaba empantanado en una crisis financiera, con pérdidas de casi el doble de sus ingresos y deudas cada vez mayores. Sin embargo, las cantidades eran diez veces más pequeñas en ese entonces y el club todavía no había iniciado el proceso de transformarse en el gigante comercial en el que se ha convertido.

A esos equipos tampoco se les exigía que cumplieran con las estrictas restricciones sobre el gasto en jugadores que desde entonces se han aplicado en la liga española y son esas reglas las que representan el obstáculo más inmediato para el plan de recuperación de Laporta. Debido a que LaLiga ha insistido en que no relajará las reglas ni en un euro para el Barcelona, el club todavía no ha podido registrar a ninguna de sus contrataciones nuevas del verano. Temerosa de que el equipo no cumpla con la fecha límite, la liga todavía no ha empleado a ninguno de esos jugadores (ni siquiera a Lewandowski, el reinante mejor jugador del año) en ninguna de sus iniciativas de marca para la nueva temporada.

Laporta insistió en que la venta de activos más reciente debería allanar el camino para que el Barcelona cumpla con las reglas financieras de LaLiga y registre a su batallón de contrataciones nuevas.

Sobre las ventas, comentó: “Esa ha sido una decisión que, para ser honesto, no quería tomar”. Incluso a pesar de que, al menos de manera temporal, impulsarán el balance del Barcelona hacia los números negros.

Ese tipo de maniobra (una mezcla de audacia y riesgo) es típico de Laporta, quien se beneficia de un culto a la personalidad como ningún presidente previo en la historia moderna del club. La popularidad de Laporta es también la razón por la que puede salirse con la suya con riesgos financieros que muy probablemente habrían sido inaceptables si los hubieran propuesto presidentes anteriores, en particular su predecesor poco popular, Josep Maria Bartomeu.

Marc Duch, un miembro del club que ayudó en la moción de censura al consejo de administración anterior, cuestionó: “¿Qué pasaría si Bartomeu hiciera lo mismo que el presidente actual está haciendo? Todos estaríamos iracundos, señalándolo e intentando despedirlo”.

A Laporta se le otorga un margen más amplio e incluso es respaldado por defensores fanáticos en redes sociales, indicó Duch, con base en sus vínculos con la era dorada anterior.

Duch concluyó: “Hay una historia de éxito detrás de Laporta. Tiene una base de fanáticos enorme. Es como el papa, como Kim Jong-un: el líder supremo”. El presidente del equipo de futbol FC Barcelona, Joan Laporta, en las oficinas de The New York Times en Nueva York, el 28 de julio de 2022. (Hiroko Masuike/The New York Times) El presidente del equipo de futbol FC Barcelona, Joan Laporta, en las oficinas de The New York Times en Nueva York, el 28 de julio de 2022. (Hiroko Masuike/The New York Times)