Practicar ejercicio físico, realizar actividades placenteras, meditar. . . todo ello puede influir a la hora de obtener una sensación de bienestar y abatir la ansiedad. Sin embargo, hay una herramienta más simple, que no requiere nada de esfuerzo físico, ni gastar una moneda. Sólo hace falta una genuina empatía: el simple hecho de mirar al otro y desearle felicidad de forma sincera, puede disminuir los síntomas de estrés y ansiedad.
Así lo sugiere un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad Estatal de Iowa, en Estados Unidos, y publicado en el periódico científico Journal of Happiness Studies.
Durante el experimento, se pidió a los participantes que caminaran por 12 minutos y , al encontrarse con otras personas, se concentraran en ciertos pensamientos.
Los voluntarios de la investigación fueron divididos en cuatro grupos, cada uno encargado de imaginar algo diferente al toparse con otros. Y nada de hacerse los buenitos: todos fueron instruidos a tener pensamientos y sensaciones genuinas durante la prueba.
Según informa la revista Súper Interessante, los del primer grupo debían desear felicidad a quienes encontraran, mentalizando la frase "Deseo que esa persona sea feliz". El segundo se concentró en pensar en la conexión que ellos poseen con el otro, imaginándose qué sentimientos o anhelos podrían tener en común. Los participantes del tercer grupo deberían enfocarse en sí mismos, colocando al prójimo en un nivel inferior durante el intercambio de miradas. El cuarto sirvió como "control". Los que estaban en ese grupo sólo debería tener en cuenta el aspecto visual de las personas, como la ropa y los colores que llevaban.
Antes y después del experimento, los investigadores entrevistaron a cada participante para medir sus niveles de ansiedad y estrés. Al final del día, el grupo dedicado a mentalizar la felicidad se sintió más empático, preocupado por el otro y, sobre todo, feliz. De la misma forma, el segundo grupo, que debería intentar colocarse en el lugar del otro, presentó mayores niveles de empatía y conexión.
Como es de imaginar, el tercer grupo, el de los "soberbios", no tuvo mejoría en ninguna de las características. Este dato contrasta los resultados de investigaciones anteriores, que mostraron que el acto de compararse con otras personas podría amenizar el sentimiento de alguien que estuviera mal consigo mismo o con baja autoestima. Este tipo de estrategia competitiva, por cierto, ya se ha relacionado como causa de depresión y ansiedad.
Desear el bien al prójimo hace bien independientemente de la personalidad. La investigación también muestra que tanto personas naturalmente empáticas como las más narcisistas aprovechan los beneficios de los buenos pensamientos.
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