“¿Sabías que el quejarte, a la larga, te estropea el cerebro?”. Con esa provocadora pregunta abre un video Fernando “Monti” Montero, el médico y corredor automovilístico uruguayo, que es furor en redes sociales. La queja está presente en la vida de todos, porque aunque no nos guste reconocerlo, absolutamente todos nos quejamos. Pero, además de ser omnipresente, abre la puerta a un efecto poco conocido: quejarse constantemente es tan placentero como perjudicial.
En el exceso de queja hay dos factores que se movilizan. Uno está bien visible y es el fastidio que causa en los que reciben esa molestia constante. Y el segundo es interno: las descargas de dopamina y cortisol que se generan y sus nocivos efectos para la salud. Vamos a analizar cada uno por separado.
Pero antes, el dato positivo: se puede salir del círculo vicioso de las quejas.
En su video, Montero recomienda “hacer técnicas como mindfulness o tratar de trabajar mucho el agradecimiento y ayudar, pero el primer paso es ser conscientes”. “Si ves una persona cercana a ti que esté todo el tiempo enfocado en lo malo, viendo cosas negativas o todo el tiempo quejándose absolutamente todo, tratá de hacerlo entender; que entre en razón. No lo hace por maldad, son costumbres”, dijo.
Los efectos de la queja en el que la recibe
Seguro que todos tuvimos o tenemos un amigo, compañero de trabajo o familiar que tiene siempre a flor de labios alguna frase como “¿Viste lo que dijo fulanito?”, “¡No sabés lo que me pidió mengano!” o ¡Yo no aguanto más! ¡Esto es insoportable!”. La forma puede cambiar, pero el efecto es siempre el mismo y es acumulativo: cansancio, rechazo y daño al vínculo.
Las quejas constantes pueden arruinar desde un simple almuerzo laboral a una relación entre dos seres queridos. Porque problemas tenemos todos, sí, pero nadie quiere ser buzón de quejas. Y además, el buzón se llena. Hasta ahí lo que dice el sentido común.
Pero la ciencia agrega que tanto en el quejoso como en el buzón hay una fuerte liberación de cortisol, la hormona del estrés. Los efectos del cortisol son conocidos: el cuerpo se pone en modo alerta, todos sus recursos vitales están concentrados en asegurar la supervivencia. Este mecanismo busca facilitar la huida, está grabado a fuego en nuestro cerebro más primitivo.
Más allá de las cifras y estudios que suelen circular en internet, la ciencia del estrés respalda este fenómeno. Investigaciones de la Universidad de Stanford, lideradas por el biólogo y neurocientífico Robert Sapolsky, han demostrado que la exposición prolongada al cortisol tiene un efecto neurotóxico. El daño principal ocurre en el hipocampo, una región del cerebro esencial para la memoria y la resolución de problemas, que puede sufrir una reducción en su volumen y plasticidad ante situaciones de estrés crónico y negatividad sostenida.
“El cortisol te pone en modo de lucha o huida, desviando el oxígeno, la sangre y la energía de todo, excepto de los sistemas esenciales para la supervivencia inmediata. Un efecto del cortisol, por ejemplo, es elevar la presión arterial y el azúcar en sangre, preparándote para escapar o defenderte. Todo el cortisol extra liberado por quejarse con frecuencia debilita el sistema inmunitario y aumenta la susceptibilidad al colesterol alto, la diabetes, las enfermedades cardíacas y la obesidad. Incluso aumenta la vulnerabilidad del cerebro a los accidentes cerebrovasculares”, explica el doctor en Psicología y especialista en Inteligencia Emocional Travis Bradberry.
Eso mismo pasa en quien escucha día a día la “cantinela” y de ahí que se pueda comparar a la queja continua con fumar delante de otros: el efecto lo sufre el que lo hace y el entorno. Por eso, dice Bradberry, “hay que tener cuidado al pasar tiempo con personas que se quejan de todo”. “Los quejosos quieren que la gente se una a su fiesta de lástima para poder sentirse mejor consigo mismos. Piénsalo de esta manera: si una persona fumara, ¿te quedarías sentado toda la tarde inhalando el humo de segunda mano?”, apunta.
Los efectos en el que se queja
“Quejarse es tentador porque se siente bien, pero como muchas otras cosas placenteras, como fumar o desayunar medio kilo de tocino, no es bueno”, dice el experto y da un dato que impacta: las personas se quejan una vez por minuto durante una conversación típica.
Las quejas también se relacionan con el funcionamiento del cerebro y un mecanismo aceitado. “Tu cerebro adora la eficiencia y no le gusta esforzarse más de lo necesario. Cuando repites un comportamiento, como quejarte, tus neuronas se ramifican para facilitar el flujo de información. Esto facilita mucho repetirlo en el futuro; tan fácil, de hecho, que quizá ni siquiera te des cuenta de que lo estás haciendo”, explica Bradberry en un artículo de su autoría.
Entonces, señala, no se puede culpar al cerebro por hacer lo que le resulta más sencillo. “Quejarse repetidamente reconfigura tu cerebro para que sea más probable que te quejes en el futuro. Con el tiempo, descubres que es más fácil ser negativo que positivo, independientemente de lo que suceda a tu alrededor. Quejarse se convierte en tu comportamiento predeterminado, lo que cambia la percepción que los demás tienen de ti”, agrega el autor del artículo How complaining rewires your brain for negativity (Cómo quejarse recablea tu cerebro hacia la negatividad).
Decenas de artículos sobre este tema refieren a una investigación de la Universidad de Stanford que mostró que “quejarse encoge el hipocampo, una zona del cerebro crucial para la resolución de problemas y el pensamiento inteligente”. Y sobre este punto, Bradberry agrega: “el daño al hipocampo es alarmante, sobre todo si tenemos en cuenta que es una de las principales áreas cerebrales destruidas por el Alzheimer”.
¿Cómo dejar de ser un quejoso serial?
Veamos algunos recursos para abandonar este mecanismo perjudicial para la salud. Lo primero es reconocer el problema y para ello, la ayuda de “los buzones de quejas” es básica. Quienes reciben la andanada de comentarios negativos tienen la misión de hablar con la persona y lograr que comprenda lo que está generando en su organismo, en los demás y en los vínculos también. Una vez que se alcanzó eso, se puede pasar al paso recomendado por Montero en su video: tener una actitud de gratitud ante la vida.
La recomendación es que cuando sientan ganas de comenzar a esparcir sus quejas a los cuatro vientos, se detengan y focalicen su atención en algo por lo que se sientan agradecidos. Puede ser algo material o un vínculo, una situación, un recuerdo feliz. Según un estudio realizado por la Universidad de California, la actitud de gratitud reduce el cortisol en un 23 %. Además, baja los niveles de ansiedad.
Por su parte, la especialista en neuropsicología argentina Lucía Crivelli apuntó que es importante ser empáticos y ponerse en el lugar del que recibe la queja. De ese modo, la persona será consciente de que tiene que canalizar los pensamientos y las emociones de una forma que no afecte a quien tiene enfrente. En entrevista con el Canal La Nación+, dijo también que cuando hay que expresar quejas directas a otra persona por algo que hizo mal, se debe buscar “un componente constructivo”. La clave pasa por buscar de antemano cuál es el efecto buscado y no comenzar por la descarga.
¿Cómo enfrentar las quejas sin enfermarse en el camino?
Entre las recomendaciones para que los receptores de quejas constantes no se vean expuestos a todo ese cortisol, Cravelli recomienda “irse mentalmente a un lugar placentero”, poner piloto automático o hacer ejercicios de visualización. Ella reconoce que no siempre es posible, porque si la queja es directa quizá haya que dar una respuesta acorde, pero siempre que estemos ante quejosos seriales, podemos tomar esa salida.
Por su parte, el psicólogo español Rafael Santandreu, sostiene que “quejarse es inútil y una pérdida de tiempo”, y recomienda “emular a los superhéroes de verdad”. En su libro Nada es tan terrible, propone al reconocido actor estadounidense Michael J. Fox como un modelo de "resiliencia cognitiva". Tras ser diagnosticado con Parkinson a los 30 años, pasó de la negación a convertir su enfermedad en un motor de investigación.
Según Santandreu, la clave de Fox reside en su diálogo interno: elige conscientemente centrarse en las oportunidades en lugar de las limitaciones.
Fox suele utilizar una técnica pedagógica con sus hijos cuando se quejan por problemas cotidianos. Les recuerda la historia de una mujer en Mozambique que, en medio de una inundación, dio a luz sobre un árbol y aun así sonreía. Así apunta a desactivar lo que llama “quejas sin importancia”. Su filosofía se resume en una premisa potente: “Si no te quejas y estás abierto a crear cosas hermosas, llegan oportunidades increíbles”.
Y citó otra entrevista en la que Fox apuntó: "Por cada cosa que me ha arrebatado el Parkinson, se me ha dado algo de mayor valor. ¡Literalmente! Si no te quejas y estás abierto a crear cosas hermosas, llegan oportunidades increíbles".
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