Por Patricia Vicente: @patriciavicente
La historia de Victoria Mori puede ser la de muchas mujeres que hoy pasan los 40. Aunque, seguramente, a la mayoría no le gustaría confesarlo. Y, quizá, por esa razón, haya tantas críticas a la tercera temporada de Envidiosa.
Lo que empezó siendo la caricatura graciosa de una mujer que llegaba a los 40 y sentía que ya no podía tener su vida soñada, es ahora la dura imagen de alguien que logró todo, pero lo destruye. Aquella amiga envidiosa y un poco pesada, con la que era fácil reírse en la primera temporada y un poco menos en la segunda, llegó a la tercera con dolores más profundos, heridas que no sanan e, incluso, con espejos que reflejan más de lo que los televidentes quisieran ver.
¿Qué hay tras la historia de Vicky? ¿Qué quiere mostrar la serie sobre las mujeres y sobre los hombres? ¿Es correcta la labor de esa psicóloga que todos aman, pero que no logra que su paciente avance? ¿Y si hay una cuarta temporada, podrían seguir juntas?
Varias de estas preguntas fueron planteadas en una charla con el doctor en psicología, docente, escritor y artista Jorge Bafico, quien definió como “realmente insoportable” a la Vicky de la tercera temporada.
Spoiler alert: si todavía no viste la tercera temporada y pensás verla, guardá esta nota para después. El que avisa, no traiciona.
Como psicólogo, si ella fuera tu paciente ¿le dirías que fuera al psiquiatra? ¿Qué necesita medicación?
No es la misma la Vicky de la primera temporada que la de la tercera. En la primera no está descompensada, pero en la tercera sí. En la primera, no creo que fuera necesario un psiquiatra, pero sí había que hacer una rectificación subjetiva, o sea, que ella pudiera implicarse en lo que le pasaba. Porque lo único que hace es criticar al otro, mete la pata permanentemente, hace cosas para quedar muy expuesta frente al otro, pero no lo articula con un problema.
En ese primer tiempo, yo no hablaría de medicación.
Hoy en día, está la tendencia de que todo es un problema para psiquiatra y todo hay que medicarlo, pero esta serie no lo plantea de ese modo. ¿Qué te parece eso?
Tal cual, y no solamente en Uruguay, en todo el mundo. Este es un tiempo en el cual todo es rápido, nada puede esperar y la medicación se propone como un efecto inmediato. Pero, justamente, no debería ser así. El último recurso debería ser la medicación, porque los psicofármacos tienen efectos secundarios y de eso no se habla. Si vos tomás antidepresivos vas a tener efectos secundarios como la baja de la líbido, problemas gástricos, problemas con el deseo, apatía... Todas esas cosas no te las dicen y después, generás una adicción.
Son cosas que no se hablan y son un problema.
¿Por qué pensás que buena parte del público pasa de una primera temporada en la que se ríe y se engancha con Vicky a la tercera en la que ya le parece insoportable?
Creo que hay un movimiento lógico. Las dos primeras temporadas giraban en torno a la envidia, a su dificultad de acercarse al deseo, de ver cómo los demás podían lograr los objetivos que tenían en la vida y ella no. Y en la tercera temporada se produce un quiebre, porque ella tiene —teóricamente— lo que deseaba: la pareja, la posibilidad de tener un hijo, un buen trabajo y ahí empiezan los problemas.
O sea, empiezan cuando realmente tiene lo que ansiaba. Entonces, te muestra que su problema tiene que ver con el deseo. Ahí es cuando se pone muy loca y el momento en el cual uno empieza a tenerle rechazo. Se convierte en insoportable, porque la pregunta que cualquiera le haría es: “Si tenés lo que querés, ¿por qué estás tan mal?”. En ese punto, está muy bien planteada la serie.
¿Eso es algo que le pasa a mucha gente, no? Voy a ser feliz cuando tenga el auto, la casa, el hijo, el marido... Pero después, no soy feliz.
Exactamente, la serie lo que plantea es un problema con el deseo. Por eso nos interpela tanto y nos molesta. Porque mientras no lo tenés, no pasa nada, pero cuando lo tenés: ¿por qué te quejás? ¿Por qué estás tan mal?
Mirando a una cuarta temporada: ¿Si tuvieras que darle un fin, podría ser un final feliz o seguiría tan desarmada como es la vida real?
Si hubiera un final, como ella se está analizando, se supone que en algún momento tendría que conciliar con su propia vida, o sea, aceptar lo que tiene. Si no, va a ser muy difícil. Porque su peor momento, cuando empieza a alucinar y a tener problemas con la realidad, se da cuando tiene lo que quiere, cuando puede ser madre. Ahí se vuelve loca.
¿Eso es algo que les pasa a las mujeres en general? ¿La maternidad puede generar ese trastorno?
No en general, pero en algunos casos sí. La maternidad puede enloquecer a una mujer. La famosa psicosis posparto es un poco eso. Y también pasa con los hombres. Tanto la paternidad como la maternidad representan un cambio de vida muy importante
¿Te parece que está bien planteado en la serie este tema?
Sí, está muy bien. Y está hecho por una guionista que tiene mucho análisis encima, como Carolina Aguirre. Ella misma dijo que tuvo tres analistas y que los adora. Uno fue un lacaniano, a quien no deja muy bien parado.
Y algo que muestra la serie es que la protagonista, más allá de todos los problemas que tiene, nunca deja la terapia. Hasta cuando se pelea con su terapeuta, sale a buscar otro.
Ella nunca deja la terapia, pero nunca hace análisis. O sea, va al analista, pero en realidad nunca tiene la posibilidad de pensarse, de hacer una introspección. Siempre es una queja del otro. Incluso cerca del final, cuando va a la casa de su analista y ve que esa mujer tiene una vida, eso se le convierte en insoportable y se pelea muy duro con ella. En ese momento se va, empieza a buscar otros.
En realidad, Vicky no puede analizarse hasta la tercera temporada, cuando vuelve con la terapeuta y le dice: “Me doy cuenta de que soy yo el problema”. Es la primera vez que ella se implica en lo que le pasa.
¿Ese es el real cambio, cuando deja de quejarse de los demás?
Es como que pudo moverse de ese lugar. Da la sensación de que hay una salida para no sufrir tanto, porque en realidad sufre espantosamente, no es que la lleve bien. Más allá de que nos pueda gustar o no el personaje, es una pobre mujer que tiene todo y no puede disfrutarlo. Tiene su pareja que la quiere y que ella quiere; tiene la posibilidad de un hijo, que es lo que ella deseaba; tiene por fin la posibilidad de tener un buen trabajo, donde es respetada. ¿Y qué hace? Desbarranca. No sabe qué hacer con su vida.
Hablando de la pareja: Matías (Esteban Lamothe) la banca ciegamente, soporta todo y llega un momento en el que uno piensa: “agarrá tus cosas y salí de ahí”. ¿Qué te parece que aporta ese personaje a la serie? ¿Qué es lo que quiere mostrar?
Es el típico partenaire de este tipo de mujeres histéricas, porque es una histeria grave lo que tiene Vicky, y necesita un partenaire que aguante. Él cumple con esas características, lo cual está muy bien mostrado en la serie.
Pero también la serie nos muestra un fenómeno de la época actual: que los hombres están feminizados y las mujeres son más viriles, son las que llevan la voz cantante. Los hombres están en una posición muy pasiva: son ausentes, son desastres, son timoratos. Y las mujeres son las que llevan la batuta de las cosas. Es un tiempo de cambio y es un tema del que hablan los psicoanalistas. La serie, sin proponérselo —me imagino—, muestra un poco eso.
¿Dirías que es una serie feminista?
No, para mí no es una serie feminista. Es una serie que muestra el rastro de esta época, pero para nada feminista. De hecho, la protagonista no deja de ser una mujer que quiere tener una familia, algo bien conservador. Pero sí es una serie que muestra los cambios de la época: las mujeres tienen otro lugar, los hombres están muy desdibujados y eso se ve. Me parece que es un acierto. Sin buscarlo, muestran la actualidad.
El personaje de la hermana de Vicky, capaz que es el prototipo de mujer feminista al principio. También la retratan como “hippie”. Pero al final, se cumplen todos sus temores: el marido se transforma en un bicho de oficina, millonario, viven en un country...
Eso muestra cómo la gente evoluciona, cómo todo es tan relativo, cómo alguien puede pasar de no tener nada a tener todo. Y es con algo muy actual también, porque hoy hacés una movida de internet y pasás de pobre a rico en dos minutos. También hay que bancar eso, porque no es fácil para el sujeto.
Y la hermana también es una mujer que se descompensa con la maternidad. No quiere saber de nada, se separa, quiere empezar a joder, a salir, a vivir la vida. Es interesante, se plantea la locura femenina también en la serie, muestran el exceso femenino.
¿Cómo se define el exceso femenino?
Es eso: una vez que lográs lo que querés, que tiene que ver con ciertos paradigmas de una época, como que hay un desborde. Entonces: ¿qué quieren estas mujeres?
¿Pero eso de tener lo que querés y no ser feliz no es algo masculino también?
Sí, pero el tipo de reacción de estas mujeres es muy femenino. Toca algo que se llama la lógica del “no todo”, que es un tema más bien técnico. Estas mujeres muestran ese exceso, esa cosa loca que aparece en la hermana de separarse de un día para el otro, de no querer saber nada más con el marido y que después tampoco sabe lo que quiere.
Y pasa en la protagonista, en Vicky, que rompe los cocos y rompe los cocos con tener un hijo, pero cuando llega el momento sale corriendo despavorida, porque no sabe ni dónde está parada. Todas esas cosas muestran algo de la locura femenina. También está la locura masculina, claro, pero la serie toca la locura femenina muy claramente.
¿Y cómo sería esa representación en un hombre?
En un hombre puede aparecer más por el lado de la violencia, la cuestión disruptiva, del acto en sí mismo.
¿El acto en el sentido de hacer algo violento?
Sí, hay hombres que no saben dónde ubicar la paternidad y de repente se matan, matan a los hijos, matan a la mujer, a la exmujer...
Hablaste antes de “histeria grave” ¿cómo se define esto?
Hablamos de histeria desde el punto de vista psicopatológico, sobre todo vinculado a la insatisfacción, que es lo que ella muestra en la tercera temporada. Y también la histeria abarca algo puesto en el cuerpo, que lo empieza a traer con la lectura de la realidad que hace cuando empieza a alucinar y se ve como despersonalizada. Son todos fenómenos que hacen a una histeria grave.
Al principio es una histeria compensada. Se sostiene durante mucho tiempo por la envidia, pero una vez que pasa del otro lado, que ya no tiene qué envidiar, ahí empieza la verdadera descompensación. Es muy interesante eso que hacen en la serie.
En ese momento, ella se queda sin objeto de envidia...
Ese es el punto. Se queda sin el objeto que la sostenía. Envidiar al otro era su posición subjetiva. Entonces, cuando logra atravesar eso y uno piensa que ahora tiene que estar contenta, enloquece. Eso es lo raro y lo loco de todo esto. ¿Cómo se vuelve loca en el mejor momento personal? Tiene ataques de pánico, empieza a alucinar, piensa que está muerta, sale corriendo, pasan cosas que son muy salvajes.
¿Son cosas que necesitan otro tipo de contención?
Sí, son momentos en los que capaz que hay que apelar a un psiquiatra. Cuando una persona está tan descompensada, por el lado de la palabra no se soluciona, no alcanza.
En el final, la psicóloga va a ver a Vicky a la casa y salen, y todo se ve como un vínculo amistoso. Cuando pasa eso: ¿se puede seguir con el vínculo terapéutico o se cruzó una barrera y hay que buscar otra psicóloga?
Es muy compleja esa escena. Por un lado, en este tipo de pacientes hay que alojar el sufrimiento, hay que tener ciertas contemplaciones. Porque esta mujer lo que le reclama al otro es amor. Ella quiere que la quieran, que la escuchen, que la cuiden. Pero la línea es muy delgada.
A mí me parece que la terapeuta, que todo el mundo alaba, en realidad no logra el objetivo final, que es que Vicky se implique en lo que le pasa. Entonces, cuando le pregunta si la quiere y la terapeuta le dice que sí, como a todos sus pacientes, a Vicky no le alcanza. Le repregunta si la quiere a ella y la terapeuta responde: “muchísimo”. Y ahí metió la pata. Ese “muchísimo” la pone en otro lugar, que no es un lugar de paciente.
No es que uno no le pueda decir a un paciente que lo quiere, pero el tema es el “muchísimo”. Yo creo que es un tratamiento que no va a avanzar.
¿O sea que, en una cuarta temporada, debería cambiar de psicóloga?
O hacer un movimiento. La terapeuta tendría que controlar el caso y ver sus dificultades con esta paciencia. Es complejo.
¿Se puede volver de eso?
Podría pensarse que sí, con ciertos recaudos, pero me parece que la terapeuta tampoco entiende mucho lo que está pasando.
¿Te pasó alguna vez de tener alguna paciente como Vicky?
Sí, muchas. Y son pacientes muy desgastantes. Hace poco un colega controlaba un caso de este tipo conmigo y yo le decía que tenga cuidado, porque son pacientes que agotan energéticamente, que te sacan la energía, son muy demandantes. Son como dementores, si viste Harry Potter lo vas a entender. Y si tenés muchos pacientes así, podés pasar mal.
Hay que tener cuidado, porque son muy particulares, son los que llaman fuera de hora, se enojan, gritan, se internan, son muy frágiles. Generan muchas cosas. Pero también, cuando generan un cambio es maravilloso.
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