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10 años después

El debate parlamentario y sus connotaciones: ¿qué palabras usaron los partidos políticos?

Análisis exclusivo de lo que se dijo en el Senado cuando los legisladores hicieron de Uruguay el primer país en regular el uso del cannabis.
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Por Federica Bordaberry

Uruguay fue el primer país en el mundo en regularizar el uso del cannabis recreativo a nivel país. Diez años atrás, solamente contaban con una legislación los estados de Colorado y Washington en Estados Unidos.

El 10 de diciembre de 2013, bajo la presidencia de José Mujica, la ley se aprobó con 16 votos a favor, 13 en contra y dos ausentes en la Cámara de Senadores.

Los partidos votaron en bloque el primer capítulo, el que legalizaba el cannabis en Uruguay, y fueron variando en el resto.

“La discusión no se dio en los artículos que votamos. La discusión se dio en los registros y se dio en la producción estatal. Ahí es donde centramos la discusión, por lo menos desde la bancada del Partido Nacional. Hubo gente que decía que era un disparate todo. No hubo una oposición partidaria, era una oposición individual. Nada se hizo en bancada, ni se obligó a votar”, dijo Luis Alberto Heber, exministro del Interior, que era senador por el Partido Nacional en aquel entonces.

Se trataba de un Senado que, aunque tuviera la mayoría parlamentaria del Frente Amplio en ambas cámaras y un Poder Ejecutivo que había propuesto la ley, mantenía opiniones encontradas.

“No necesariamente fue una aprobación inmediata por parte de la bancada del Frente Amplio”, comenta Rosario Queirolo, doctora en Ciencia Política y profesora titular del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Católica.

“En la interna estuvo bastante dividido, si bien el Frente Amplio terminó votando prácticamente en bloque, salvo algún caso muy particular. Seguramente pesó mucho la posición del Poder Ejecutivo”, agrega Lorena Repetto, politóloga uruguaya y candidata a doctora en el área.

Según Rafael Michelini, senador por el Frente Amplio en 2013, “era un tema central porque, en el mundo, las prohibiciones no funcionan. (…) Cuando vos, en una sociedad, prohibís cosas, la gente va y te desafía, aunque se haga mal ella”.

Dentro de la oposición, la idea de regularizar la marihuana no fue bien recibida en todos sus aspectos, aunque aquello varió según cada senador.

“Frente a todas esas improvisaciones y, frente al hecho de que nos iban a considerar a los uruguayos un experimento, dijimos ‘no, esto no está bien’. Yo creo que mutó el objetivo inicial, que era legalizar para que la gente consumiera menos. Pasó a ‘nos embanderamos de la legalización’ que, desde la base, cuando razonás por el absurdo, tenía un error. Si yo legalizo la marihuana para que se consuma menos, ¿por qué no legalizo la cocaína? ¿Por qué no legalizo el éxtasis, o cualquier otra droga?”, dice Pedro Bordaberry, senador por el Partido Colorado en 2013.

Luis Alberto Lacalle, expresidente de la República, que representaba al Partido Nacional entre los senadores, confiesa: “Para mí no es nada importante. Hubo episodios mucho más importantes en ese entonces y no me acuerdo si hablé o no hablé. Sé que voté en contra. Pero no, para mí no es una cosa así de conmemorar”.

“Lo que sí había era una cantidad de personas que venían a visitar a los senadores para explicarnos el daño de la marihuana, la posibilidad de que con la marihuana saltaran algunas enfermedades como la esquizofrenia”, dice José Amorín, también senador por el Partido Colorado, y agrega: “Está bien una cantidad de apertura, pero lo que más nos molestaba es que no hubiera información clara sobre los daños que podía hacer la marihuana”.

“Obviamente, es muy difícil para Uruguay legalizar otras drogas fuertes, porque esas necesitan de un marco internacional habilitante. Uruguay dio un paso en la dirección correcta siendo un país de avanzada, progresista, y que en el tema de la marihuana podía avanzar. Con otras drogas no era posible porque podías quedar como un país que estuviera promoviendo la drogadicción y la línea es muy fina”, afirma Michelini.

Bordaberry comenta que, dentro del Frente Amplio, “usaron un argumento que médica y científicamente se comprobó que no era cierto: decían que de esta forma se iba a consumir menos pasta base porque iban a consumir marihuana y así les íbamos a sacar mercado a los narcos. Terminó siendo un error porque, en realidad, el mercado capitalista funciona en esto también. Entonces, el Estado cobraba 50 el cigarro de marihuana y los narcos lo ponían a 40. Además, le ponían porquerías para que pegara más”.

Desde el Partido Nacional, dijo Heber, no son partidarios de que el Estado plante y de que el Estado venda, y de los registros que hay que tener en la farmacia. “La argumentación que se nos hizo en aquel momento era porque está limitado el consumo por persona. Para limitar el consumo por persona era necesario tener un registro de modo tal de que alguien no fuera comprando en todas las farmacias y terminara siendo una persona que comercializara el producto”.

Si se asume que una persona habla, en promedio, 140 palabras por minuto, el tiempo que se debatió sobre la ley del cannabis ese día fue un estimado de 9,8 horas. De ellas, el Partido Colorado habló 2,4, el Partido Nacional 2,5 y el Frente Amplio 4,9.

El partido a favor, entonces, tuvo la palabra prácticamente el doble del tiempo que cada uno de los partidos en contra. No todos los senadores hablaron, pero sí hubo participación por parte de todos los partidos presentes.

Pero el debate de ese día en el Senado puede entenderse, además, en función de las palabras usadas.

Las palabras que se usan tienen siempre un porqué. A veces más conscientes, otras menos conscientes, pero sí lo tienen. Esto no solo en Uruguay, sino internacionalmente”, dice Queirolo.

Cannabis, porque ese es el nombre de la planta y lo que la ley regulariza son los distintos usos de la misma. La propia ley lo especifica. Se puede hablar de cannabis medicinal, de cannabis industrial y cáñamo, o cannabis de uso adulto o recreativo. A este último es al que se le suele llamar marihuana.

Hay, entonces, una asociación de “la marihuana como droga”. “Está asociado a esto de lo ‘no correcto’. Hacer énfasis en marihuana podría ser que estuviera impregnado de eso”, analiza Queirolo.

Repetto, con respecto a la diferencia entre el uso de la palabra ‘cannabis’ y la palabra ‘marihuana’, dice: “Yo no sé qué hay detrás de eso, no tengo elementos para evaluarlo, pero sí es cierto que cannabis es mucho más neutra. Tiene una connotación mucho menos negativa, sobre todo en el inglés, pero también en español. Por lo tanto, parecería razonable en estos términos que, quienes estaban en contra, usaran más marihuana y que, quienes estaban a favor, usaran más cannabis”.

Gran parte del debate, a través de distintos argumentos, se centró en lo sucedido con otras drogas. Existió la comparación tanto con drogas blandas, como el alcohol y el tabaco, que tienen su mercado legalizado, como con las drogas duras, como la pasta base y la cocaína, cuya comercialización en Uruguay está prohibida.

“El Frente Amplio quería, en ese momento, que el cannabis pasara a ser una droga que es legal, como el tabaco y como el alcohol. Entonces, se refirieron a ella en esos términos, me imagino”, dice Queirolo.

Repetto cree que “tiene mucho sentido, porque uno de los argumentos más fuertes dentro del Frente Amplio y aquellos que aprobaron el proyecto fue ‘ya tenemos drogas legalizadas y eso nos permite controlar el funcionamiento’”.

Y, quizá, el ejemplo más claro de ello es el decreto 268/005 de 2005, durante el primer gobierno de Tabaré Vázquez. Este prohibía fumar en todo local cerrado de uso público y toda área laboral con el objetivo de mantenerlos 100% libres de humo de tabaco.

Aún manteniéndose legal su venta, se tomaron medidas como cajillas de cigarrillos que no tuvieran el logo ni el diseño de la marca, o la prohibición de publicidad por parte de estas empresas.

En ese sentido, Michelini explica que “el alcohol es una droga, y puede generar adicción. A muchos no, a muchos sí. Esos muchos la pueden comprar en el supermercado y no está mal visto. Lo de la marihuana sí estaba mal visto. Es más, tú podés comprar en un shopping o el free shop de un aeropuerto un vino y no podés comprar marihuana (...) No se trata solo de hacer la vista gorda con el vino porque está metido en nuestra cultura, está también en el respeto de la minoría”.

Es cierto que, comparada con otras drogas más pesadas como la cocaína, el cannabis tiene menos riesgos asociados en su consumo. “Es por lo que era razonable empezar. El uso de argumentos vinculados a drogas legales de parte de quienes la defendían tiene mucho sentido porque, en realidad, los argumentos vienen por ahí: ‘es mejor tener un mercado regulado, miren lo que pasa con el alcohol, miren lo que pasa con el tabaco, necesitamos controlar y dar garantías a los usuarios del cannabis, sacarlos del circuito ilegal, sacarlos de las bocas donde, además, acceden a otras drogas’, comenta Repetto.

Con respecto a la mención de drogas más duras en los discursos de la oposición, Queirolo cree que “poniéndolo con las otras drogas ilegales es como seguir atribuyéndole mucha peligrosidad a la sustancia. Obviamente, toda droga tiene sus riesgos y produce sus daños”.

Aunque, es cierto, el Partido Colorado y el Partido Nacional también hicieron referencia a las drogas blandas, pero desde otro lugar. “Me imagino que muchas veces puede estar usado, justamente, vinculado a los problemas que ya hay con el alcohol, con el tabaco, que incluso ya teníamos una ley de tabaco que iba en el sentido contrario, de rigidizar. La del cannabis iba en el sentido de flexibilizar o abrir”, dice Repetto.

Con sus 44 artículos, la ley prevé de forma muy clara tres formas legales de acceder a la marihuana: el autocultivo, las membresías en los clubes cannábicos y la compra en farmacias.

Lo novedoso y, quizás, lo que hizo que la ley fuera bastante rígida, era que la venta en farmacias iba a estar controlada por el Estado uruguayo, que planta, produce, distribuye y vende.

“En definitiva, tampoco fue una liberación de consumo porque la ley tiene una serie de requisitos burocráticos y algunos de ellos hasta un poco ridículos, que los vuelven no una liberación, sino un saludo a la bandera. Si se pueden tener siete u ocho plantas, o si hay que registrarse, o si hay que tal o cuál cosa. Yo me acuerdo de que, al tiempo que esto se supo, algunos turistas llegaban y creían que iban a ir al quiosco de la esquina y comprar su dosis. Resulta que se quedaron bastante frustrados. No era Ámsterdam, era Uruguay”, comenta Lacalle Herrera.

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A 10 años de la legalización del cannabis en Uruguay, Montevideo Portal preparó un especial periodístico. Para leer el resto de las notas, hacé click acá

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Por Federica Bordaberry