Cada vez más proyectos inmobiliarios en Uruguay están dejando atrás la idea del edificio como un simple espacio para vivir. Hoy, los nuevos desarrollos buscan ofrecer experiencias completas puertas adentro. Los amenities ya no son un lujo: son una parte clave del estilo de vida que demandan compradores, inquilinos e inversores.
“Entre los años 80-90 y los 2000, algunos apartamentos tenían un salón de uso común y a veces ni siquiera incluía parrillero. Ese era el amenitie de la época, porque la gente prefería ir a un club o hacer un asado afuera de su casa”, dice a Montevideo Portal Matías Medina, vicepresidente de la Cámara Inmobiliaria Uruguaya (CIU).
El cambio empezó a notarse con los edificios nuevos, que ofrecían unidades más pequeñas, pero atractivas en las áreas comunes. “Aparecen las barbacoas en los últimos pisos, con vista, con parrillero, terrazas abiertas, solárium. Era la estrategia del constructor para compensar el menor espacio interior y al aire libre”, explica.
Las generaciones más jóvenes fueron las que mejor recibieron este cambio, y la tendencia no paró de crecer. “Después empezaron a aparecer dos barbacoas por edificio, espacios separados de solárium, lavanderías de uso común. Se fueron sumando amenities”, cuenta Medina.
Hoy el abanico es mucho más amplio. “Gimnasios, salas de coworking, canchas deportivas, salas de juegos para niños y adolescentes. En Villa Biarritz, por ejemplo, hay un edificio con sala gamer equipada: tiene las sillas, las mesas y la acústica para que los adolescentes jueguen ahí”, relata Medina.
Según datos de la CIU, el 98% de los nuevos proyectos residenciales incluyen amenities. Y no se trata solo de gimnasios o barbacoas: también hay salas de spa con sauna y masaje, espacios para mascotas e incluso edificios que ofrecen spa canino.
En algunos desarrollos los amenities están incluidos, en otros son opcionales y se pagan por uso. “Todo eso implica mantenimiento, personal, gestión. Por eso algunos servicios son adicionales”, aclara el vicepresidente de la CIU.
Y aquí entra en juego el equilibrio: “El inversor quiere amenities pero a bajo costo, para lograr mejor renta. El consumidor final busca calidad y estabilidad en la copropiedad. Si hay rotación, todo se complica”, apunta.
Además, advierte que este modelo no es para cualquiera: “Si no se gestiona bien, colapsan los amenities. No es un hotel”.
En Montevideo, los inquilinos jóvenes los valoran especialmente. “Nos piden amenities, lo tienen como un requisito. En Punta del Este también los exigen, pero ahí miran más la calidad: si el gimnasio está bien equipado, si funciona bien, si se puede reservar sin problemas”, explica.
Y concluye: “Todo tiene que funcionar como un combo. No alcanza con tenerlo; hay que mantenerlo. Si se rompe un sillón, un horno, una mesada, hay que reponerlo. Eso también se evalúa”, detalla.
Así, los amenities pasaron de ser un accesorio a un factor que incide en la decisión de compra o alquiler. No todos los usuarios los valoran de la misma forma ni todos los edificios pueden sostenerlos con eficiencia, pero hoy forman parte de la ecuación. En un mercado cada vez más competitivo, ofrecer espacios funcionales y bien gestionados puede marcar la diferencia.
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