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Médica contó cómo transcurrió el COVID: la internación en CTI y las "huellas" que quedaron

Alicia Fernández explicó que aún no recuperó el gusto y el olfato, que siente cansancio y dolores musculares y que tiene la "sensibilidad a flor de piel".

11.03.2021 15:15

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2021-03-11T15:15:00
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Por En perspectiva

Con la llegada de las primeras 50.000 vacunas Covid-19 de Pfizer/BioNTech, está todo pronto para que este viernes comience la inmunización del personal de la salud.

Entre los trabajadores del sistema sanitario ha habido hasta ahora siete fallecidos y 3.583 contagios, de los cuales se recuperaron 3.202. Pero en el caso de este coronavirus, la recuperación no es sinónimo de "todo bien". Muchos de quienes estuvieron enfermos quedan con secuelas, a veces por unos días, a veces por meses y meses.

Hoy vamos a conocer uno de esos ejemplos, el de la doctora Alicia Fernández, que pasó dos semanas ingresada en CTI, luego una semana en sala y otra semana de internación domiciliaria. Le dieron el alta el sábado pasado y todavía siente en su cuerpo las huellas del covid-19.

La doctora Fernández es pediatra, especialista en cuidados intensivos, coordinadora del Área Programática de la Niñez en el Ministerio de Salud Pública. Con ella dialogó en la mañana de este jueves Emiliano Cotelo, conductor de En Perspectiva en Radiomundo.

Fernández fue diagnosticada con coronavirus el viernes 5 de febrero y al otro día ya fue internada en cuidados intensivos. "Me sentía muy mal el viernes. Estaba en casa y tenía 39°C de temperatura, estaba con la respiración más rápida y decidí llamar para consultar. Además ya no tenía gusto y olfato, así que ya sabía que tenía COVID. La médica que vino me dijo que tenía neumonía, me midió la cantidad de oxígeno y me había bajado un poco la temperatura. Volvió horas después y decidió ingresarme porque el cuadro lo amerita", contó.

La pediatra aseguró que "tuvo suerte" que en la unidad de cuidados intensivos estuvo acompañada por otra mujer que estaba en la misma situación: "Estar con otra persona es muy bueno, no hablábamos todo el tiempo porque no podíamos, pero nos hacíamos mucha compañía. Es algo super valioso".

Cotelo le consultó si como médica ya estaba "fogueada" en estas situaciones y como transcurrió su internación. "Honestamente sentí mucho miedo e inseguridad. No soy fría para nada. Soy pediatra, tenemos esa característica diferente. Uno no está fogueado. Cuando le toca a uno no", respondió.

"El cuadro mio era muy reciente y podía empeorar en la siguiente semana, y así pasó. Decidieron hacerme plasma de convaleciente y a los dos días hice un bajón impresionante. Me sentía muy mal, muy mal. Se mantuvieron siempre en el método no invasivo, eso me ayudó mucho", prosiguió en su relato.

Fernández detalló que siempre estuvo consciente y que le pedían que esté boca abajo porque ayuda a los pulmones. Además, tenía que estar con la boca cerrada el mayor tiempo posible.

En ese marco, volvió a hacer foco en la importancia del contacto con otras personas, dijo que fue "fundamental" la visita de familiares, algo que no sucede en todos los hospitales.

"Hicimos una amistad, que se va a mantener, con Rita (la persona con quien compartía habitación). Cuando venía su esposo y tres hijos era como si yo fuera parte de su familia pese a que no se podían acercar por protocolo", dijo.

A su vez, Fernández destacó la labor y la "calidez" del personal de la salud que la atendió, y contó una historia referida a ese punto: "El día que mi esposo ingresó a sala yo estaba muy angustiada. Una de las enfermeras entró, me abrazó, se sentó y estuvo conmigo mucho rato, casi una hora hablando, ayudándome. Eso es muy importante".

La pediatra definió esto como "la humanización dentro de lo que se puede": "Nos tocan, nos agarraban las manos, nos daban ánimo. Todo con el equipamiento de protección de por medio".

"La humanización del derecho a estar acompañado siempre que se necesita. Es entendible que la seguridad del personal se mantenga, pero hay que abrir todo esto a esa humanización tan necesaria de cuidados", sentenció.

Las huellas del COVID

Fernández, de 63 años, aún siente las huellas del coronavirus en su cuerpo. "Lo primero es que me emocionó muy fácilmente. Lloro, me angustio más. Tengo la sensibilidad a flor de piel", comenzó.

Además, sigue sin tener olfato y de a poco va recuperando el gusto. "Y lo otro es el cansancio y los dolores musculares. Uno tiene ganas de estar acostado", dijo.

Por último, contó que le afectó en cosas de su vida diaria. "Sentí temor de salir afuera. Yo toda la vida anduve en ómnibus y aún no he logrado hacerlo (desde que salió del hospital). Mi esposo me lleva y me trae por todos lados. No se cual es el problema. Tengo un poco de debilidad en las piernas y me da miedo caerme al subir las escaleras", finalizó.


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