Actores, productores y directores argentinos vienen denunciando lo que califican como “desguazamiento” del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) por parte del gobierno de Javier Milei.
El presupuesto del Incaa sufrirá varios recortes, como parte de la política de ajuste del gasto público implementada por Milei. El oficialismo argumenta que en ese organismo existe una burocracia excesiva y que sus autoridades asignan recursos en función de “amiguismos”.
Esta discusión no se limita a Argentina. El ajuste en el Incaa puede tener sus efectos en Uruguay, ya que aquí se realizan varias coproducciones con el país vecino. De hecho, la semana pasada, durante el Festival Internacional de Cine que organiza Cinemateca hubo varias muestras de preocupación y de apoyo al cine argentino.
“Hay una distorsión, pero también el actual gobierno la exagera”, dijo sobre todo esto a En perspectiva José Miguel Onaindia, argentino radicado en Uruguay, quien fue director del Incaa entre 2000 y 2002, durante el gobierno de Fernando de la Rúa.
Para Onaindia, el debate actual sobre el presupuesto del Incaa está mal planteado. Para desarrollar su punto, primero recordó que desde 2002 el Incaa es un ente autónomo y, como tal, puede “tomar decisiones sin tener el control del Estado”.
“Eso hace que un organismo que tenía durante mi gestión y las gestiones anteriores alrededor del 8% destinado al costo operativo, ahora está en más del 50% y, por lo tanto, lo que se destina efectivamente al cine es menos del 50%”, afirmó quien es gestor cultural y abogado especializado en derechos culturales.
La financiación del Incaa proviene de un fondo creado en 1994 llamado Fondo de Fomento Cinematográfico. Este “se nutre de un impuesto preexistente, que es el 10% que todo espectador paga cuando compra una entrada de cine”. Luego, también se grava el alquiler de películas, “que hoy es muy poco representativo”.
Pero, de acuerdo con Onaindia, “fundamentalmente el gran presupuesto” proviene del Afsca, organismo que regula la televisión y la comunicación audiovisual, y que debe destinar el 25% de su recaudación al fondo que financia al Incaa.
En este punto, para quien también es docente universitario, “se produce una falacia en algunas afirmaciones del gobierno”.
“No se destina presupuesto público, hay una fuente de financiamiento pública, pero no se extrae del presupuesto nacional, sino que los impuestos como el que usa el Incaa se llama, técnicamente, impuesto de asignación específica”, agregó.
Sin embargo, en los últimos años el Fondo de Fomento Cinematográfico no ha alcanzado para cubrir los costos operativos.
“Pero eso es una patología del sistema”, acotó Onaindia. “Si en un hospital se comete mala praxis, no se cierre el hospital, se ven las condiciones o, en todo caso, se juzga al responsable; en esto es lo que yo creo que se equivoca el gobierno”, ilustró.
Asimismo, puso sobre la mesa un “contexto donde es muy difícil administrar”, en referencia a la situación económica argentina y las dificultades de manejar presupuestos en dólares, que son parte de la industria, dado el “proceso inflacionario” del país.
Hace algunos días, la Secretaría de Cultura de Argentina expresó en un comunicado que “se terminaron los años en los que se financiaban festivales de cine con el hambre de miles de chicos”.
Según el conductor de La Conversación en Radiomundo esto es “una falacia maliciosa”: “No se le extrae a ningún fondo destinado a seguridad social dinero para producir cine”.
Además, para respaldar su visión, habló de números. “No habría ninguna campaña seria para combatir la pobreza con el presupuesto del Incaa”, consideró, y explicó que “todo el presupuesto que va a cultura es menos del 1% del presupuesto nacional”. “No tiene ninguna significación económica”, remarcó.
“Parece un eslogan de tribuna para generar un resentimiento en la población frente a la producción cinematográfica y, además, es un gran error. Me parece que no hay ningún economista serio que pueda sostener esa esa afirmación”, evaluó.
En palabras de Onaindia, la industria cultural “no genera pobreza, genera riqueza”, y “genera empleo calificado” y “empleo indirecto”.
“No hay una industria que genere más empleos indirectos que la industria audiovisual”, ponderó, y desarrolló: “Por cada técnico cinematográfico o actor que trabaja en la película, hay un montón de personas que tienen que coser el vestuario, hacer el catering para que la gente coma durante el rodaje, transportar a los miembros del equipo. Hay una cantidad de actividades que se potencian por el rodaje y por la exhibición del cine”.
“Si desaparece o se disminuye drásticamente la producción audiovisual argentina, se empobrece el país, no se enriquece”, sentenció.
En cuanto a la cantidad de películas filmadas en proporción al público que efectivamente fue a verlas a las salas, según los datos del Incaa en 2023 se estrenaron 241 filmes argentinos y, de ellos, solo seis tuvieron más de 100.000 espectadores.
Igualmente, aclaró que “no se pueden hacer solamente 10 películas buenas o de altísima calidad. Para que haya 10 películas de altísima cantidad y con gran repercusión de público tiene que haber otras que mantengan la industria. Y eso lo hacen en Estados Unidos: nosotros vemos las 20 o 40 películas que se internacionalizan, pero la producción norteamericana da más de 800 películas al año”, explicó.
En cuanto al cuestionamiento sobre que los gobiernos de turno financian a actores y directores que son afines a su ideología, Onaindia lo admitió y dijo que “el clientelismo es una costumbre argentina en el cual el peronismo tiene, en sus diferentes facetas, una larga tradición”.
Pero para el abogado, “a diferencia de otras etapas”, durante el kirchnerismo no hubo “listas negras personales” en el cine, sino “listas blancas”, es decir, personas que se vieron beneficiadas por su cercanía con los gobiernos de Néstor Kirchner, Cristina Fernández y Alberto Fernández.
“Yo fui crítico con el kirchnerismo y creo que hubo favoritismo, pero creo que no, que no fue solamente la gente que claramente adhirió a esos gobierno la que pudo trabajar en el cine argentino”, cerró.
Por Florencia Sartori
florencia...@m.uy
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