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Made in Uruguay

A 65 años del primer marcapaso exitoso, un libro rescata la figura del doctor que lo creó

La biografía novelada “Directo al corazón”, de Diego Fischer, redescubre al uruguayo que cambió la historia de la cardiología mundial.

24.07.2025 16:57

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2025-07-24T16:57:00
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Por En perspectiva

Fue un hito médico global y ocurrió en Montevideo. El 3 de febrero de 1960, el doctor Orestes Fiandra implantó con éxito un marcapasos en una paciente con hasta 30 paros cardíacos diarios. Aquel procedimiento, desarrollado junto al cirujano Roberto Rubio, marcó la historia de la cardiología mundial. A 65 años de ese episodio, el escritor Diego Fischer rescata su figura en Directo al corazón, una biografía novelada que combina archivos, cartas y testimonios para retratar al médico, inventor y pionero que revolucionó la medicina desde Uruguay.

“Era un personaje en sí mismo, además de todo lo que hizo por la cardiología a nivel mundial”, explicó Fischer en entrevista con En perspectiva. El autor ya había trabajado como editor en un libro de memorias de Élida de León, esposa del doctor Fiandra. Esa obra, surgida de más de 60 años de vida compartida, sembró la semilla de este nuevo proyecto. “Uno cae en la cuenta de cómo una figura de esa dimensión había caído en el olvido”, dijo el escritor.

Fiandra nació en 1921 y en su juventud pensaba dedicarse a la ingeniería eléctrica. Pero una experiencia clave con el doctor Rodolfo Tálice lo llevó a inclinarse por la medicina. Mientras ayudaba a su tío a relevar casos del mal de Chagas en Nueva Palmira, fue contactado por Tálice para interpretar electrocardiogramas. Así nació su vocación: “Todo lo que me rodea tiene que tener una explicación”, fue su lema de vida.

Ingenio y medicina fueron de la mano. Los conocimientos técnicos de Fiandra fueron fundamentales para el desarrollo de su carrera: no solo como cardiólogo, sino como inventor. Creó dispositivos médicos, grabadores de latidos cardíacos y, más adelante, fundó el Centro de Construcción de Cardioestimuladores, una empresa pionera que fabricaba y exportaba tecnología médica desde Uruguay a Estados Unidos e Israel.

El episodio del marcapasos de 1960 es el centro del libro. Fischer reconstruye los meses previos: la paciente joven, desesperada, aceptó participar de un procedimiento experimental. Fiandra, en contacto con colegas suecos, diseñó un dispositivo con batería recargable de níquel-cadmio por inducción, superando las limitaciones de los modelos existentes. La paciente sobrevivió un año más, no por fallas del dispositivo, sino a causa de una enfermedad oncológica. El marcapasos funcionó hasta el último día.

Aunque en Suecia hubo experiencias anteriores, fueron fallidas por problemas con la batería. El reconocimiento internacional a Fiandra llegó recién en 1996 y 1997, cuando la Academia de Cardiología de EE. UU. acreditó que la primera implantación exitosa de un marcapasos en el mundo fue en Uruguay.

Más allá del marcapaso, Fiandra dejó otra huella profunda: el Fondo Nacional de Recursos. Inspirado en el sistema de salud sueco, batalló durante 16 años para que Uruguay garantizara el acceso equitativo a tratamientos de alta complejidad. Finalmente, en 1980, se creó por ley esta institución, financiada con una pequeña sobrecuota equivalente a una caja de cigarrillos, que hoy cubre medicamentos, cirugías y tratamientos imposibles de costear individualmente.

El libro también muestra el costado humano y familiar del doctor. En su casa, primero en la cocina y luego en una vivienda contigua, funcionaba el laboratorio en el que toda la familia colaboraba. “Él era como un director de orquesta”, relata Fischer. En los veranos, en Nueva Palmira, hacía que sus hijos, Alfredo y Daniel, escucharan latidos grabados de pacientes para entrenar el oído clínico. Hoy ambos son reconocidos cardiólogos.

El reconocimiento popular también existió. En Nueva Palmira, donde veraneaba y atendía pacientes sin cobrarles un peso, era conocido como “el Tito”. Aún hoy, un paseo junto al Arroyo Higueritas lleva su nombre.

Fiandra murió a los 89 años, producto de un accidente doméstico, pero seguía trabajando. En sus últimos años, investigaba un medicamento contra el cáncer, enfermedad que afectó a uno de sus hijos, y un prototipo de corazón artificial. En su vida rechazó cargos políticos —incluida una oferta para ser ministro de Salud— porque, según Fischer, “la política no era lo suyo; él era un investigador”.

Directo al corazón no es solo una biografía, sino una puesta en valor de la ciencia y la innovación en Uruguay. Fischer espera que la obra despierte el interés por otras figuras clave, como Clemente Estable o Caldeiro Barcia. “Es fundamental que las nuevas generaciones conozcan a quienes tanto dieron al país y al mundo”, concluye.