John Fitz-Patrick, un joven inmigrante inglés de 20 años, no tuvo mejor idea que desembarcar en Montevideo el 19 de febrero de 1868, el día que fueron asesinados los expresidentes Venancio Flores y Bernardo Berro, lo que desató un baño de sangre en todo el país. En esa ocasión Fitz-Patrick se salvó por poco de ser asesinado por unos soldados que lo confundieron con un agitador del Partido Blanco.
En los años siguientes el joven aprendió técnicas fotográficas y en 1890 fundó el comercio Fotografía Inglesa, que adquiriría mucho renombre. Tenía vocación documentalista. En 1886 tomó una muy impresionante fotografía del cadáver del teniente Gregorio Ortiz, en medio de un charco de sangre, quien se suicidó después de intentar asesinar al dictador Máximo Santos. En 1894 Fitz-Patrick fue designado fotógrafo oficial del gobierno, lo que aseguró su presencia en los actos oficiales. Recorrió el país y registró escenas y personajes de las revoluciones del Partido Nacional de 1897 y 1904.
El daguerrotipo, primer proceso fotográfico de aplicación comercial, inventado por el francés Louis Jacques Mandé Daguerre en 1837 y presentado públicamente en 1839, arribó apenas un año después a Montevideo. Lo trajo el abate francés Luis Compte, a bordo de la fragata L’Orientale, en gira por América del Sur. El 29 de febrero de 1840 Compte registró la fachada de la catedral o iglesia Matriz desde un balcón del Cabildo, y luego el Cabildo mismo. La imagen de la Matriz, que impresionó a los montevideanos, fue reproducida como litografía por el periódico El Talismán.
El daguerrotipo comenzó a competir con la pintura, sobre todo en la realización de retratos, y pronto enfrentaría la competencia de la verdadera fotografía, un procedimiento más avanzado.
Un fotógrafo de la firma Bate & Cía. documentó en 1865 a la destruida Paysandú tras el sitio de orientales y brasileños, durante la revolución de Venancio Flores, que acabó con Leandro Gómez y los suyos. Javier López, otro fotógrafo de Bate & Cía., hizo tomas durante la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay entre 1865 y 1869, que la empresa luego vendió en un álbum titulado La guerra ilustrada.
El diario El Siglo anticipó algunas de esas fotografías en 1866, un ejercicio extraordinario de periodismo de guerra. Mientras tanto el periódico El Pueblo publicó el detallado “diario de campaña” que escribió en 64 cartas el coronel León de Palleja, jefe del Batallón Florida, quien murió en la batalla de Boquerón, en medio de una guerra que consideraba “estúpida”.
López, el fotógrafo de Bate & Cía., tomó una fotografía cuando el Batallón Florida rendía honores en el campo de batalla al cadáver de Palleja, trasladado en parihuela. La foto fue publicada por El Siglo, un diario moderno para los estándares de la época.
Un fotógrafo aficionado, Ramón Escarza, registró el proceso de demolición de la ciudadela de Montevideo en 1877, durante el gobierno de Lorenzo Latorre.
Pero, salvo excepciones esporádicas como esas, más para uso comercial que para su publicación, la fotografía se generalizaría en la prensa del mundo recién sobre fines del siglo XIX. Entonces en Uruguay aparecieron algunas revistas que reprodujeron fotografías, como La Ilustración Uruguaya (1898), La Alborada (1898) y Rojo y Blanco (1900). Los diarios fueron incorporando el recurso de a poco, aunque durante muchos años las fotos fueron escasas y pequeñas, pues la palabra impresa predominó abrumadora.
Los primeros periódicos orientales
La prensa en Uruguay fue un vehículo decisivo de información, agitación y cohesión social, económica y política, además de difusora de la modernidad, ya desde la independencia (pese a las graves carencias técnicas y de distribución, y el muy extendido analfabetismo en la población hasta fines del siglo XIX).
El primer periódico impreso en Montevideo fue La Estrella del Sur (The Southern Star), editado en mayo de 1807, cuando la ciudad no tenía más de diez mil habitantes permanentes; un emprendimiento privado bajo los auspicios del ejército invasor británico, que además trajo la imprenta. Su fin principal, además del comercial, fue promover los beneficios del sistema político británico y el libre comercio y cuestionar el decadente régimen colonial español.
Era un semanario de los sábados, escrito en inglés y español, en tono muy mesurado, que presentaba además noticias, avisos, información del movimiento marítimo, artículos de la prensa de Londres y ordenanzas de las autoridades de ocupación. Dejó de editarse en julio, después de la derrota de los invasores en Buenos Aires.
Las autoridades españolas fundaron en 1810 La Gazeta de Montevideo, con la que trataron de combatir las ideas independentistas que llegaban desde Buenos Aires después de la Revolución de Mayo. Se utilizó una imprenta donada por la princesa Carlota Joaquina de Borbón, hija del rey de España Carlos IV, hermana de Fernando VII y esposa de quien sería rey de Portugal bajo el nombre de Juan VI. Dejó de publicarse en junio de 1814, cuando los españolistas entregaron la ciudad a los revolucionarios. Casi de inmediato apareció El Sol de las Provincias Unidas, para defender la unión con Buenos Aires.
En 1815, cuando la Provincia Oriental inició su período autónomo bajo el liderazgo de José Artigas, se creó un efímero El Periódico Oriental, a cargo del sacerdote Mateo Vidal. En el número cero, Vidal publicó un “prospecto” de objetivos y estilos: “En todas sus páginas se cuidará de no ofender jamás la decencia y honestidad de costumbres (que forman la base de la felicidad de los pueblos), con sarcasmos, burlas y demás indecencias, que al paso que manifiestan debilidad en el que arguye, repugna a la moral (…). Un periódico es un teatro de enseñanza pública y no un circo donde se desfoguen las pasiones”. Artigas apoyó su circulación y exhortó a defender la libertad de prensa en un oficio al Cabildo de Montevideo el 23 de octubre de ese año (una ley de 1990 consagró esa fecha como el Día del Periodista).
Durante el período de dominación luso-brasileña iniciado en 1816 circularon numerosos periódicos, que a veces consistían en simples hojas, algunos de los cuales, editados en el interior del territorio, abogaron contra el invasor.
La libertad de expresión fue consagrada en Uruguay desde la Constitución de 1830. Proliferaron diarios y semanarios, por lo general publicaciones destinadas a sostener ideas políticas, sectores partidarios o figuras determinadas.
Durante la Guerra Grande, y sobre todo durante el Sitio Grande de Montevideo entre 1843 y 1851, se publicaron varias hojas que respondían a colectividades de inmigrantes (franceses, italianos, vascos), en línea con la afirmación de Juan Bautista Alberdi de que “cada europeo que viene nos trae una civilización en sus hábitos”.
La prensa como instrumento al servicio de la difusión de ideas políticas ha sido una constante. El fenómeno determinó que buena parte de los dirigentes partidarios fueran además periodistas.
Hay casos notables, como el de José Batlle y Ordóñez antes y después del 900. Otro fue el de Eduardo Acevedo Díaz (1851-1921), periodista, abogado, novelista e inveterado combatiente, quien hablaba como un profeta, escribió “para ciudadanos viriles” y provocó terremotos. Estuvo en la revolución de las Lanzas, instigó a los blancos a levantarse en 1897, sirvió de secretario a Aparicio Saravia, luego se enemistó con él y terminó dando los votos decisivos para la elección de Batlle y Ordóñez como presidente en 1903 y aconsejándolo en la guerra civil de 1904. Murió en el exilio, maldecido por los blancos.
Incluso hubo medios para defender creencias religiosas, como el diario católico El Bien Público, fundado por Juan Zorrilla de San Martín en 1878; o posiciones filosóficas, como La Razón, creado ese mismo año bajo la dirección del “principista” Daniel Muñoz (y la colaboración del joven José Batlle y Ordóñez) contra “los falsos fundamentos del catolicismo, su inicua historia, su inmoralidad presente y su ambición desmedida”.
Para completar ese menú, entre 1877 y 1887 se editó El Evangelista, un periódico cristiano protestante que pretendía contrarrestar a El Bien Público.
La prensa en tiempos modernos
La primera auténtica empresa periodística fue el diario El Siglo, fundado en Montevideo en 1863, que, pese a defender postulados del “principismo” del Partido Colorado, procuró obtener ganancias a través de la difusión de abundantes noticias y la venta de publicidad. Para ello contó con una imprenta de avanzada. Entre sus colaboradores figuraban Elbio Fernández, Fermín Ferreira y Artigas, Manuel Herrera y Obes, Julio Herrera y Obes y Pedro Bustamante. Fue clausurado por el gobierno de Bernando P. Berro, que lo consideró vocero de la revolución de Venancio Flores. Reapareció en 1865, tras el triunfo de Flores, y se publicó hasta 1924. Su primer propietario fue Adolfo Vaillant, que lo vendió en 1868 a un grupo formado por José Pedro Ramírez, José E. Ellauri, Mariano Ferreira y Carlos Muñoz.
Vaillant (Francia, 1816-Montevideo, 1881) fue un personaje notable aunque algo olvidado, que realizó para el Estado los primeros estudios estadísticos sobre la actividad económico-financiera.
El Ferro-Carril fue un diario vespertino que circuló en Montevideo entre 1869 y 1891, dirigido por José María Rosete. Fue el primer diario noticioso y popular del país, sin vinculación político partidaria expresa, lo que lo llevó a tener las mayores ventas de su época, que fue de plena modernización e internacionalización. Incluyó un suplemento literario semanal, El Picaflor.
La Tribuna Popular, un diario vespertino, circuló en Montevideo entre 1879 y 1960. Fue fundado por Emilio Lecot y Renaud Reynaud, pero el principal impulso periodístico se lo dio su administrador, José Lapido. Su hijo, Héctor Lapido, y su nieto, Héctor Lapido Díaz, lo sucedieron al frente del diario. Entre sus colaboradores se contaron Florencio Sánchez, Samuel Blixen, Washington Bermúdez, Washington Beltrán, Carlos Martínez Vigil. En su origen fue una publicación independiente de banderas partidarias, aunque luego se acercó a posiciones del Partido Nacional. En 1933 mudó sus dependencias al Edificio Lapido, en la avenida 18 de Julio 948-950, en el Centro de Montevideo, donde luego se harían otros diarios, como La Tribuna, Época (de izquierda, socialista) o El Popular (comunista).
El diario El Día, que comenzó a publicarse en Montevideo el 16 de junio de 1886, fue el más importante del país durante largos períodos y circuló hasta 1991-1992. Desde sus inicios sirvió de voz y palanca política a su fundador, el colorado José Batlle y Ordóñez (hijo del expresidente Lorenzo Batlle), quien lo usó para marcar perfil crítico ante el dictador Máximo Santos. Tras una serie de atentados dejó de publicarse en 1887, cuando Batlle se exilió en Buenos Aires, y retornó en 1889, ya avanzado el proceso de apertura democrática conducido por Máximo Tajes y su ministro Julio Herrera y Obes. También fue clausurado entre mayo y setiembre de 1897 por el gobierno de Juan Idiarte Borda, durante la revolución del Partido Nacional.
El Día fue un instrumento de agitación, y abogó por las reformas sociales, económicas y políticas que luego Batlle y Ordóñez impulsó como presidente de la República durante dos períodos (1903-1907 y 1911-1915). Otras iniciativas, como un precio menor al de la competencia y la difusión de los avisos económicos, le permitieron convertirse además en una poderosa empresa comercial.
De viaje por Europa, entre sus dos Presidencias, Batlle invirtió largamente en su diario, lo modernizó y lo convirtió en el más leído. El batllismo fue “la primera fracción política del país que se aglutinó en torno a un diario”, según José Pedro Barrán y Benjamín Nahum. En la segunda década del siglo XX vendía unos veinticinco mil ejemplares por día, a un vintén (0,02 pesos), seguido de cerca por el blanco La Tribuna Popular.
Batlle se dedicaba cotidianamente al diario y escribía numerosos artículos, algunos de ellos bajo seudónimo. Ejerció un periodismo “de combate” contra sus adversarios políticos, a través de duros artículos o de réplicas a notas de aquellos, que originaban fuertes polémicas e incluso retos a duelo. El más famoso fue el que enfrentó a Batlle con Washington Beltrán en 1920 y terminó con la muerte del dirigente blanco y cofundador del diario El País.
Durante el Militarismo varios periódicos fueron clausurados, o bien presionados o amedrentados; aunque no se llegó al grado de control, coacción o simple destrucción que aplicó otra dictadura militar, un siglo más tarde, entre 1973 y 1985.
A fines de 1886, por iniciativa de Máximo Santos, el Parlamento aprobó una ley de prensa que habilitaba la censura, lo que determinó la inmediata dimisión de todos los ministros con excepción de Máximo Tajes, ministro de Guerra y Marina. Fue el principio del fin de su gobierno y el regreso al Civilismo en 1890.
Entre 1890 y 1897 circuló la revista Caras y Caretas, semanario satírico que alcanzó gran éxito, al punto que “emigró” luego a Buenos Aires, donde salió hasta 1938. El Negro Timoteo fue una revista de humor que se editó entre 1876 y 1901 bajo la dirección de Washington Bermúdez, un militante del Partido Blanco. El Negro Timoteo se hizo célebre por su ingenio opositor durante el gobierno de Lorenzo Latorre.
La revista de la Asociación Rural del Uruguay (ARU), que se editó a partir de 1872, tuvo gran difusión en un medio con graves carencias informativas. Junto a su Almanaque, fue decisiva para el mejoramiento de la ganadería y la expansión de la huerta, la vitivinicultura, la fruticultura y la agricultura en general, principalmente de trigo y maíz, y el uso de maquinaria moderna.
En las primeras décadas del siglo XX, con una población mucho más letrada y significativos avances tecnológicos y de distribución nacional, como el ferrocarril, se consolidaron grandes empresas periodísticas y la prensa realmente popular: a El Día, La Tribuna Popular y El Siglo se sumaron La Mañana (1917) y El Diario (1923), de la misma casa editora y ambos de orientación colorada-riverista (opuestos a Batlle y Ordóñez), y El País (1918), afín a los sectores “doctorales” del Partido Nacional.
“Político, abogado y periodista fueron términos sinónimos en 1880, 1890 o 1900” reseñaron José Pedro Barrán y Benjamín Nahum en El Uruguay del 900. “Todos nuestros grandes políticos fueron periodistas y todos nuestros grandes periodistas fueron políticos. Es más, la prensa fue la única institución de la vida pública del siglo XIX auténticamente democrática”.
No habría vehículo de información y agitación que empalideciera a la prensa hasta la popularización de la radio, bien entrado el siglo XX.
Los periódicos del interior del país
La prensa en el interior de Uruguay tuvo siempre una dinámica propia y fue tan o más influyente en su ámbito que la prensa nacional, pues poseía información local imposible de hallar en otras fuentes: edictos judiciales, novedades legales, remates, información municipal, calendarios de tasas e impuestos, hechos delictivos, necrológicas, notas sociales, deportes.
En el interior se publicaron numerosos diarios y semanarios, a partir de La Gaceta de la Provincia Oriental, que se editó en Canelones entre 1826 y 1827, en plena guerra contra Brasil, considerado además el primer periódico escrito y auspiciado enteramente por orientales.
La Unión de Minas, que circuló desde 1877 y hasta el siglo XXI, ha sido el diario de más larga vida en la historia nacional. El Telégrafo de Paysandú, editado por la familia Baccaro desde 1910, tuvo algunos antecesores locales desde la década de 1830. El primer diario de Maldonado fue El Departamento, que se editó entre 1873 y 1880.
En Uruguay, como en muchas partes del mundo, las personas y las familias se identificaban (y se identifican) política, cultural y socialmente según el medio de prensa del que fuesen suscriptores. Y la evolución y sofisticación de la prensa a partir de la década de 1860 ilustra sobre la habitual interrelación entre desarrollo económico e intelectual. La cultura, en buena medida, es una faz del progreso socioeconómico.
Fuentes principales para este capítulo: Historia de la prensa en el Uruguay, de Daniel Álvarez Ferretjans, Búsqueda y Editorial Fin de Siglo, 2008; La enciclopedia de El País, en 16 tomos, diario El País, 2011; Diccionario uruguayo de biografías 1810-1940, de José María Fernández Saldaña, Librería Linardi, 1945; Historia de la fotografía en el Uruguay, de Juan Antonio Varese, Ediciones de la Banda Oriental, 2007; Orientales – Una historia política del Uruguay, de Lincoln Maiztegui Casas, en 5 tomos, Editorial Planeta, 2005-2010; El Uruguay del novecientos, de José Pedro Barrán y Benjamín Nahum (Tomo 1 de la serie Batlle, los estancieros y el Imperio Británico), Ediciones de la Banda Oriental, 1979.
Próximo capítulo: Con ganancias nada seguras, el ferrocarril creó un rosario de pueblos y redibujó el mapa nacional.
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