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El nacimiento del Uruguay moderno

Nacimiento del Uruguay Moderno (52)

El repliegue de la Liebig’s hacia Argentina abrió el ciclo del Frigorífico Anglo

Sobre el 900 el extracto de carne ya estaba en decadencia en tanto crecía el comercio hacia Europa de la carne refrigerada.

17.04.2025 11:25

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2025-04-17T11:25:00-03:00
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Por Miguel Arregui
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Apenas la Liebig Extract of Meat Company (Lemco), productora del extracto de carne y luego el corned beef, se erigió en las décadas de 1870 y 1880 como una gran industria global de conservas, la competencia brotó por doquier.

El escocés-canadiense J. Lawson Johnson desarrolló en Canadá en 1877 el Johnson’s Fluid Beef, que relanzó en 1886 bajo la marca Bovril. Para los victorianos, vril significaba el fluido vital que habían desarrollado los personajes de un romance de ciencia ficción muy popular por entonces (1). Bovril tenía una ventaja nutricional sobre el extracto producido en Fray Bentos por la Lemco, ya que se agregaba carne magra molida antes de colocarse en su envase.

En Australia se produjeron alimentos similares. Un antiguo alumno de Justus von Liebig comenzó una fábrica de extractos en Ramormie, Nueva Gales del Sur, en 1866. En 1912 se había convertido en Sydney Meat Preserving Company y North Queensland Meat Export Company. En Nueva Zelanda, Richard Hellaby, un pionero de la tecnología de refrigeración de carne, produjo Bovo, que finalmente se vendió a Bovril Company de Inglaterra. Para no quedarse atrás, la industria cárnica de América del Norte vendió el Extracto de carne de vacuno de Armour (Chicago) (1).

La portabilidad del extracto de carne y sus similares, la facilidad de preparación con agua caliente, así como la expansión del comercio de sopas enlatadas y salsa embotellada iniciada en Londres por Crosse & Blackwell marcaron una revolución en el consumo masivo de alimentos en las ciudades. Surgieron otras grandes marcas como Knorr, en Alemania; Maggi, en Suiza, o Bovril en Inglaterra. Entonces la Lemco empezó a vender los cubos Oxo (ver el capítulo 42 de esta serie).

En la década de 1890, veinte años después de la muerte de Georg Giebert y de Justus von Liebig, la Lemco valía 1,5 millones de libras y pagaba un dividendo de 23,5% anual a sus accionistas. Era una rentabilidad enorme, en tiempos en que monedas como la libra esterlina o el peso uruguayo casi no se depreciaban por la inflación.

Mudanza hacia Argentina y Paraguay

En principio la compañía había concentrado sus compras de tierras en Uruguay, para abastecer de ganado a la fábrica de Fray Bentos. Pero a partir de 1890, después de las tarifas aduaneras aplicadas a la exportación por el gobierno de Máximo Tajes entre 1888 y 1889, las compras se concentraron en Entre Ríos y Corrientes, Argentina, y en Paraguay, donde en el futuro la Liebig’s instalaría nuevas fábricas.

Las tierras eran baratas en Uruguay, al menos en una comparativa internacional, y mucho más baratas aún en Argentina —fuera de la Provincia de Buenos Aires—, en el sur de Brasil o en Paraguay.

En vísperas de la Primera Guerra Mundial, la Liebig’s era propietaria de casi 640.000 hectáreas en América del Sur, una extensión que equivale a diez veces la superficie del departamento de Montevideo. Casi la mitad de esas tierras (49%) fueron adquiridas a partir de 1890 en Paraguay, otro 33% estaban en Argentina y 18% en Uruguay (unas 120.000 hectáreas, la mitad de lo que en 2023 poseía la forestal Montes del Plata).

La retirada de la Lemco desde Uruguay hacia Argentina y Paraguay fue por impuestos y rentabilidad.

Otto Gunther (hijo), gerente general de la Liebig’s en Fray Bentos, lo explicó en una carta o “derecho de petición” que envió el 6 de diciembre de 1901 al ministro de Hacienda, Diego Pons (2).

Gunther argumentó que la Lemco pagaba en proporción más impuestos para exportar su extracto, caldos, harina de carne y conservas que los simples saladeros, menos intensivos en mano de obra. Así, un saladerista invertía el 30% de lo que gastaba la Liebig’s para procesar la misma cantidad de carne: con menos empleo, salarios y materias primas (hojalata, estaño, carbón), salvo sal, a la vez que pagaba menos impuestos de exportación.

“Pero ¿cómo era la comparativa de valor?”, advierte Javier Rodríguez Weber, doctor en Historia Económica. “¿Cuánto valía el producto final de 1.000 kilos de carne procesada por un saladero o en extracto? Esa es la comparación relevante”.

La compañía Liebig’s pagó en 1900 derechos aduaneros por 144.518,37 pesos, de ellos 127.301,18 por derechos de exportación, que incluían el 1% adicional para la construcción del nuevo puerto de Montevideo, una “cantidad casi suficiente para establecer una nueva fábrica de extracto”, señaló Gunther.

“En ese aspecto podría haber una dimensión interesante de economía política, porque ¿quiénes eran los saladeristas?”, se pregunta Rodríguez Weber. “¿Es posible que el gobierno fuera más sensible a las presiones de saladeristas nacionales que a la presión del capital extranjero?”.

El gerente general de la Liebig’s solicitó en su carta “franquicias y facilidades especiales” para producir y exportar más carnes en conserva, como ocurría en Argentina. Allí, por una ley del 3 de noviembre de 1888, las fábricas de extracto de carne y carnes conservadas “están exentas de todo impuesto nacional y provincial, no pagan derechos sobre las maquinarias y materiales que importan, ni tampoco sobre los productos que exportan”.

Desde 1895 la Lemco ya producía extracto de carne y otros productos en Entre Ríos y Santa Fe, Argentina, en fábricas contratadas. Otto Gunther advirtió que, de no mediar una reducción de impuestos, la Liebig’s “se verá probablemente en la necesidad de establecer una nueva fábrica en la República Argentina”, reduciendo “aún más” la compra y faena de reses en Fray Bentos.

Fue exactamente lo que sucedió.

La Liebig’s redujo la faena en Fray Bentos, que cayó de 208.980 vacunos en la zafra 1890-1891 a solo 101.409 en la zafra 1900-1901. En 1903 adquirió un segundo frigorífico próximo a Colón, Entre Ríos, donde ya tenía tierras, y dio origen al pueblo Liebig, similar al barrio Anglo fraybentino (company town).

Más tarde, en 1923, también comenzó a producir extracto de carne y conservas en Zeballos Cue, en las inmediaciones de Asunción, Paraguay.

Las carnes refrigeradas desplazaron al extracto

Por entonces el valor del extracto de carne estaba en decadencia, salvo en la forma diluida de los caldos Oxo, vendidos desde 1899 como base de sopas y aromatizante. Desde fines de la década de 1860 algunos químicos y empresas competidoras habían puesto en duda su valor como alimento. El propio Liebig pasó los últimos años de su vida luchando contra esta conclusión, avanzando lentamente hacia la afirmación de que, a pesar de poseer poco o ningún valor nutricional, como el té y el café, tenía un efecto importante sobre el sistema nervioso. Mucho más tarde, entre 1944 y 1951, se demostró que los extractos contienen cantidades significativas del grupo de la vitamina B2 (riboflavina y ácido nicotínico), importante en el crecimiento y mantenimiento del tono de la piel (1).

De todas formas, la Liebig’s aún pudo ofrecer, en el hogar y en las trincheras, una doble ración convincente: caldos Oxo y corned beef Fray Bentos.

Pero sobre el 900 la Lemco ya estaba un poco mal parada debido al creciente comercio hacia Europa de la carne refrigerada, desarrollado desde las décadas de 1870 y 1880 por interés de los estadounidenses y australianos.

En las primeras décadas del siglo XX los frigoríficos desplazarían a los saladeros como principales exportadores de carne ovina y vacuna en Argentina, Uruguay y Brasil. Los capitales estadounidenses y británicos predominaron y se distribuyeron la industria frigorífica y los fletes especializados (ver capítulos 51 de esta serie).

Luego, la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial, iniciada en 1914, dejó a la Lemco en posición incómoda. Sus capitales eran principalmente británicos y belgas, pero su sello intelectual y su nombre remitían al Imperio Alemán, que finalmente saldría derrotado.

La Liebig Extract of Meat Company de Fray Bentos estuvo a punto de cerrar a fines de 1918, cuando terminó la guerra y se anticipaba una profunda depresión mundial, como efectivamente ocurrió.

En 1922 la compañía gestionó ante el gobierno uruguayo la incorporación de un frigorífico a su planta tradicional de extracto de carne y conservas. Aseguró que actuaría con independencia del trust angloestadounidense, y que entraría “a la nueva actividad comercial sin combinaciones de ninguna clase” (3).

El Frigorífico Anglo

La Liebig’s efectivamente incorporó un frigorífico a su planta de Fray Bentos, pero enseguida, en 1924, se formalizó su venta al Vestey Group Ltd. de Liverpool, Gran Bretaña, que ya operaba en otra planta, en el Cerro de Montevideo, y pasó a llamarse Frigorífico Anglo del Uruguay.

La fábrica de extracto de carne y conservas de la Lemco en Colón, Entre Ríos, sobre el río Uruguay, sustituyó a la de Fray Bentos.

Por entonces Fray Bentos, un nombre entre extravagante e inolvidable, era una marca comercial aún más poderosa que el nombre de Liebig. Los hermanos William y Edmund Vestey, dueños del Frigorífico Anglo, propagarían el nombre de la marca aún más en la vida cotidiana de Gran Bretaña y sus antiguas colonias, con sus caldos y el ya famoso corned beef (3).

El Anglo dejó de operar en 1967 y pasó a manos del Frigorífico Nacional, que cerró en 1979, dejando un enorme hueco en Fray Bentos (ver capítulo 42 de esta serie).

Aún hoy los productos alimenticios Oxo se siguen elaborando en Gran Bretaña, Sudáfrica y Canadá. También se produce extracto de carne, incluso en el Río de la Plata, aunque más como saborizante y aromatizante.

La multinacional Lemco fue una pieza clave durante el período que algunos historiadores llaman la Primera Globalización, que se extendió desde mediados del siglo XIX hasta el estallido de la Gran Guerra en 1914.

Esa vigorosa etapa se caracterizó por los grandes cambios tecnológicos, desde el ferrocarril al teléfono, pasando por la electrificación y los frigoríficos, y por una completa inserción de los países de “nuevo asentamiento europeo”, como Argentina y Uruguay, en la especialización al modo capitalista.

El “crecimiento hacia afuera” de las jóvenes repúblicas latinoamericanas en general y de Uruguay en particular, mediante el comercio con el mundo, es en parte un estereotipo, pero ayuda a distinguirlo del “crecimiento hacia adentro” que el Estado uruguayo promovió entre las décadas de 1930 y 1960, mediante la denominada “industrialización por sustitución de importaciones”.

La Gran Guerra europea, que se inició en 1914, acabó con una era de optimismo y frenó por un tiempo el arrollador avance de la industrialización y tecnificación al modo capitalista.

“El período de la Primera Globalización (1870-1913) constituye un tiempo de cruciales transformaciones en el comercio internacional […], que abrieron oportunidades de comercio para una serie de nuevos productos o para productos cuyo intercambio hasta ese entonces había estado restringido espacialmente, tal es el caso por ejemplo de la carne”, sostiene Nicolás Bonino Gayoso, doctor en Economía y docente de la Udelar (4). “Estas transformaciones tienen lugar en el marco de la denominada Segunda Revolución Industrial, la cual abarca gran parte de Europa Occidental y Estados Unidos, territorios que incrementan exponencialmente la demanda de materias primas para su industrialización. Como contraparte de este proceso, este período significó para los países de nuevo asentamiento europeo (Argentina, Australia, Nueva Zelanda y Uruguay) su incorporación al sistema económico capitalista internacional como proveedores de bienes de origen agropecuario para los mercados de las economías más desarrolladas, tanto materias primas para ser industrializadas como alimentos para las clases trabajadoras de estos países. En el caso particular de Uruguay el período fue testigo de la consolidación de las bases políticas y económicas del país moderno […]. La imagen que Uruguay proyectaba hacia el exterior era la de una nación pujante, dinámica y abierta al mundo, que atraía importantes corrientes de inmigrantes (principalmente españoles e italianos), así como de capitales europeos (especialmente británicos). El país poseía un nivel de ingreso per capita comparable al de los cuatro países que constituían el centro de la economía mundial en la época (Alemania, Estados Unidos, Francia y Reino Unido). Asimismo, duplicaba el nivel de ingreso per capita promedio de los países latinoamericanos”.

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(*) Parte de estos textos fueron tomados de la Gran Enciclopedia del Uruguay, en cuatro tomos, diario El Observador, 2002; de La enciclopedia de El País, 16 tomos, diario El País, 2011; y del texto presentado por el autor al concurso internacional de ensayo histórico convocado por el Ministerio de Educación y Cultura en 2021-2023 sobre la instalación de la Liebig (Lemco) en Fray Bentos.

(1) Justus von Liebig – The Chemical Gatekeeper, de William H. Brock, Cambridge University Press, 1997.

(2) Petición que la Compañía Liebig’s eleva a los Poderes Públicos sobre reforma de impuestos aduaneros, por Otto Gunther, imprenta La Nacional, Fray Bentos, 1901 – Folleto consultado en la Biblioteca Nacional. Desde 1897 Otto Gunther también fue vicecónsul alemán en Río Negro y Paysandú.

(3) Ingleses, ferrocarriles y frigoríficos, de Guillermo Vázquez Franco, fascículo de la Enciclopedia Uruguaya, Editorial Arca, 1968.

(4) VI Jornadas Uruguayas de Historia Económica, Simposio 17: Sociedades de nuevo asentamiento europeo: patrones y trayectorias de largo plazo en perspectiva comparada, siglos XIX y XX - Exportaciones y crecimiento económico en los países de nuevo asentamiento durante la Primera Globalización - Los casos de Uruguay y Nueva Zelanda, de Nicolás Bonino Gayoso, diciembre de 2015.

Próximo capítulo: Por qué la era de los frigoríficos se inició tan tarde en Uruguay.

Por Miguel Arregui
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