El martes fue un día diferente en la Villa Olímpica de París, ya que fue uno de los asignados para que los medios de comunicación presentes pudieran recorrer sus instalaciones.

Ni bien se llega con el transporte designado para la ocasión por la organización, lo primero que se divisa es el edificio de Uruguay, con varias banderas patrias en las ventanas y algún que otro distintivo del Comité Olímpico.

Previo pasaje por los controles de seguridad, mucho más exigentes que en otros escenarios, uno accede a la denominada “zona internacional”, una sección algo más laxa en la que visitantes y moradores se pueden encontrar.

Cuenta con varias tiendas de los espónsors de la cita, pero la más concurrida es la del merchandising oficial, atractivo total para los atletas.

Allí se puede encontrar desde abanicos y pulseras de silicona de 5 euros ($ 220), pasando por gorros de 25 euros ($ 1.097), a canguros de 75 euros ($ 3.300).

Las mascotas oficiales, llamada Phryges (ideada a partir de un gorro frigio tradicional francés) varían de precio según su tamaño, costando las más pequeñas 20 euros ($ 878) a las más grandes 65 euros ($ 2.900).

Foto: Andrés Cottini / FútbolUy

Foto: Andrés Cottini / FútbolUy

La vida diaria

Rumbo al edificio celeste el primer deportista que encontramos fue el capitán de los Teros 7’s, Diego Ardao, que caminaba recorriendo las instalaciones junto a su madre.

Varios de los familiares pudieron acceder en estos días a permisos especiales para conocer uno de los lugares más míticos de los Juegos Olímpicos, algo que caducará muy pronto.

Más tarde llegaba Nicole Frank, que venía de entrenar en la piscina olímpica, y junto a Leo Nolles, ambos representantes de la natación, se dirigían al comedor principal.

El remero Bruno Cetraro a esa hora dormía una siesta, tras entrenar en el agua por la mañana, ya que en la tarde era turno de concurrir al gimnasio.

“Estoy con unas ganas bárbaras, me siento muy bien y con confianza. Estoy tranquilo porque tengo claro el camino recorrido”, contó a FútbolUy.

También hay espacio para divertirse, como pasó ayer en un duelo de tejo que fue ganando en intensidad. “Jugué un partido con Bruno y me ganó ahí, al final, ya tendré revancha”, dijo la nadadora.

En los rugbiers ya se notaba la ansiedad por el inminente debut deportivo ante Fiyi y Francia. “Estamos prontos, trabajamos duro y llegó del momento de la cancha”, contó James McCubbin.

Los días irán pasando y varios deportistas más se sumarán a la delegación que disfruta de una experiencia única, muy diferente a lo que significó Tokio 2021, cuando la pandemia jugó su partido.

Hoy, la Villa Olímpica tiene vida, alegría y el deporte como gran motivador para un intercambio cultural que sigue siendo uno de los grandes puntos de referencia.