La prueba femenina del ciclismo en ruta fue uno de los grandes batacazos de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Ante el histórico dominio de las profesionales neerlandesas y contra todos los pronósticos, se impuso Anna Koesenhofer, una austríaca amateur que protagonizó una fuga tempranera y efectiva.

En el segundo de los 137 kilómetros de carrera, Kiesenhofer protagonizó una fuga junto a las representantes de Sudáfrica, Namibia, Polonia e Israel. Como suele ocurrir con estos intentos de escape, ninguna era favorita. Se esperaba que el pelotón les diera caza rápidamente.

Fueron pasando los kilómetros y se bajaron las africanas. Faltando 41,4 para el final no pudieron sostener el ritmo la polaca Anna Plichta ni la israelí Omer Shapira, quienes fueron alcanzadas rápidamente por el pelotón. Al no haber comunicación de equipo, como sí la hay en las competencias importantes, las mejores sprinters estaban tranquilas pensando que ya no había escapadas; la medalla se definiría en un sprint.

Kiesenhofer, quien combina el ciclismo con su trabajo como investigadora postdoctoral como matemática en la ciudad suiza de Lausana, siguió como si nada. Se esperaba que en algún momento aflojara y no pudiera continuar sola, pero lo hizo. Las candidatas holandesas ni siquiera lo sabían.

La amateur austríaca llegó a la meta tras tres horas, 52 minutos y 45 segundos sin poder creer su hazaña. Casi no pudo celebrar, mezcla de sorpresa y agotamiento. Quedó tendida sobre el césped intentando recuperar aire. Mientras tanto, se acercaban las competidoras del pelotón con varias profesionales como principales favoritas.

La neerlandesa Anne Van Vleuten llegó 75 segundos después de la ganadora con los brazos abiertos celebrando su victoria. Luego, para su decepción, le avisaron que la medalla que iba a colgarse sería la de plata. “No sabíamos que había otra corredora por delante. Cuando alcanzamos a Plichta y Shapira pensábamos que ya estábamos compitiendo por el oro”, dijo su compañera Anna van der Breggen.