Santiago Homenchenko partió rumbo al viejo continente en enero pasado para defender al Real Oviedo de España, luego de un año irregular con Peñarol, pero con un campeonato del mundo sub-20 debajo del brazo. Sin embargo, le ha costado en este inicio, con solamente 65 minutos sumados entre tres partidos en la Segunda División española.

“Siempre tengo ganas de jugar, pero acá es otro fútbol. Son más pacientes, esperaban que me adapte para no quemarme. Hace cuatro meses que estoy y el equipo ya venía compitiendo, hay que respetar a los que venían jugando”, dijo el volante este jueves a Minuto uno de radio Carve Deportiva, y añadió: “Sigo trabajando y estoy preparado. Cuando me metí en el equipo, después de tanto lucharla, injustamente tuve una expulsión y me dejó afuera tres fechas”.

Luego se refirió a Marcelo Bielsa, quien “es especial”. “Ahora no me han escrito nada, pero tampoco te va a poner ‘buen día’. Estaba ilusionado con tener una oportunidad [en la mayor] porque justo había empezado a jugar, pero cuando me expulsaron me puse muy triste. La última charla fue cuando volvimos del Preolímpico, que le pedí para hablar personalmente y le pedí que me de consejos para mi futuro aquí, de cómo afrontarlo y con las cosas que me iba a encontrar. Fue una charla más íntima, fuera del contexto de la selección”, recordó.

“Todo lo que me dijo es verdad: cómo se hacen los entrenamientos acá, cómo se manejan, qué día hacen tal cosa, no le erró en nada. Me dijo que cuide mucho mi agilidad y lo hago todos los días en un gimnasio”, señaló, y ahondó: “Estuvo en todos lados. Si de verdad querés mejorar, tenés que hacerle caso. Es imposible que le erre en algo. Obviamente tiene su manera de hablar, pero es un enfermo del fútbol y un estudioso que quiere sacarle lo mejor al jugador”.

No todo es el fútbol

El mercedario, de 20 años, no tuvo filtro y contó sobre la vez que casi deja el fútbol en 2023: “Una vez estuve a punto de dejar todo en un amistoso que tuvimos en Peñarol cuando hubo el parate de dos o tres semanas el año pasado. Cuando subí a Primera jugaba por amor y porque me divertía, pero después pasó a la etapa de jugar por trabajo a pesar de los sentimientos. Ahí fue donde yo la tuve más difícil porque el tema de mi mamá empeora más hasta el día de hoy y cada vez era más la presión”.

“Fui al Mundial y no la pude ver ni un día. A veces estaba sentado tomando mate, mi hermana me mandaba el formulario de lo que le mandaba el doctor y al otro día yo tenía que salir a jugar un partido. Y en el formulario no se veían cosas buenas”, indicó. “Volví a Uruguay y al otro día viajaba para jugar una Libertadores sub-20, otra vez lejos. Para mi madre soy el más chico y el que siempre estuvo con ella. Cada vez empeoraba más y cada vez me comía más la cabeza. Ahí yo todavía no tenía psicólogo”, agregó.

Comentó que “a todos les decía que estaba bien porque siempre fui de tener personalidad e ir para adelante, pero ya no me daba”. “Me pasaba algo y ya me ponía triste; ese día del amistoso me quise ir del Campeón del Siglo. Después de eso arranqué a trabajar con la mamá de Diego Rossi, que es psicóloga, y arrancamos un proceso largo”, expresó.

“Trataba de llevar las cosas que me pasaron en mi vida para que sea un plus adentro de la cancha, para tener más fuerza para jugar. A mí me pasaba al revés, me pesaba lo de mi madre. Tenía 20 años, cobraba 27 mil pesos y tenía que ayudar en casa y mantenerme yo. Empecé a ser suplente, pero me estaba sintiendo feliz y terminé el año más o menos bien”, mencionó.

Sobre su madre, apuntó: “Había veces que entrenaba los jueves al mediodía en Peñarol y me iba a Mercedes en auto para tomar unos mates con mamá, que se hace la quimio los viernes en Montevideo. A veces se volvía en ómnibus. Ahora sigue empeorando y yo estoy en España, lejos. Todos los días me manda audios de que me extraña, es muy difícil”. “Ahora estoy solo en casa, pero tranquilo. Voy temprano a entrenar, vuelvo a casa a cocinarme, que me gusta y tengo un plan nutricional, a la tarde voy al gimnasio y vuelvo en la tardecita o noche a tomar unos mates y cenar. Me mantengo ocupado”, puntualizó.

“Yo crecí viendo a mi madre con una enfermedad. Tenía seis, siete años, y mamá, que ahora tiene cáncer en todo el cuerpo, trabajaba y me llevaba a la escuela, y por ahí saco esa fuerza. La vi toda mi vida luchar contra la vida y contra una enfermedad. Ella, con cáncer, trabaja 10 horas porque cobraba 6 mil pesos de jubilación y 8 mil por mes limpiando casas, siendo cinco en casa. Ahora soy grande y entiendo. Juego por mi madre, ahora en vacaciones me voy a ir a Mercedes para estar con ella”, finalizó.