Santiago García: Una carrera profesional de 12 años, cinco clubes y más de 100 goles

La carrera de Santiago García arrancó de la mejor manera posible. Tras deslumbrar en las formativas de Nacional, debutó en el primer equipo el 27 de julio de 2008 en el Estadio Centenario, donde los tricolores vencieron a Defensor Sporting 1-0 en la final de la Liguilla. ¿El gol? Sí, del debutante de 17 años.

Gerardo Pelusso fue el encargado de mandarlo a la cancha en sustitución de Diego Vera, que salió sentido a los 20’. En aquella fría tarde jugaron Leonardo Burián; Gerardo Acosta, Adrián Romero, Pablo Melo y Gastón Filgueira; Oscar Javier Morales, Diego Arismendi y Martín Liguera (75’ Mathias Cardacio); Nicolás Lodeiro, Sergio Blanco y Diego Vera (20' Santiago García).

Metió 10 goles en su primera temporada vistiendo la casaca del Bolso y se coronó campeón uruguayo, aunque una de sus jugadas más recordadas no fue un gol precisamente. El 14 de diciembre de 2008 fue decisivo ingresando en un clásico y generando un penal que le cometió Gerardo Alcoba. Sergio Blanco lo transformó en gol y el Morro lo festejó de cara a la Ámsterdam, por lo que se fue expulsado sin haber tocado la pelota pero siendo gravitante.

Meses después tuvo sus únicas experiencias con la selección uruguaya. Dirigido por Diego Aguirre, aportó cuatro goles en seis partidos jugados en el Sudamericano sub-20 de 2009, que le dio a la Celeste la clasificación para el Mundial de Egipto. En la tierra de los faraones le convirtió a Uzbekistán, en una de sus tres presencias.

En su vuelta al Bolso, pepitió la cifra anotadora en la segunda campaña en filas tricolores y a pesar de no revalidar el título, metió tres de sus cuatro goles clásicos en el Campeonato Uruguayo 2009/10. En el 2010/11 anotó el tanto con el que Nacional se impuso 1-0 a Peñarol y lo sacó de la pelea. Su última temporada en el Bolso terminó con vuelta olímpica bajo la dirección técnica de Juan Ramón Carrasco.

Luego empezó un periplo complicado. La buena noticia del pase al Atlético Paranaense se vio empañada por un doping que él nunca reconoció. No obstante, la suspensión que regía en Uruguay no tenía efecto en Brasil, por lo que estuvo habilitado para jugar pero sin demasiado éxito; apenas dos goles en el debut y luego 17 encuentros oficiales sin meterla.

Posteriormente pasó a préstamo a filas del Kasimpasa turco, donde jugó tres partidos. Luego rescindió con el Paranaense y pegó la vuelta a Nacional, donde tampoco encontró la continuidad. De hecho, le marcó al Atlético Nacional en Medellín su único gol en 18 presencias. Quedó libre en el Bolso a mediados de 2014 y Guillermo Almada lo llevó a River Plate, donde relanzó su carrera. Sus 14 tantos en 37 partidos vistiendo la casaca darsenera lo llevaron a Godoy Cruz.

Desde 2016 hasta sus últimos días defendió al equipo mendocino, donde se consagró de ídolo. Metió 51 goles en 119 partidos oficiales, siendo el máximo anotador histórico del club en Primera División. Fue un amor muy intenso que terminó de la peor manera. Ni el presidente ni el nuevo entrenador lo querían. Él deseaba irse, pero le quedaban seis meses de contrato y la negociación no era sencilla. El club no estaba dispuesto a transferirlo gratuitamente.

El momento que vivía a nivel profesional en Mendoza se suma a una serie de episodios personales que lo llevaron a tener un 2020 difícil, sin la oportunidad de volver a Uruguay. A sus 30 años se encontraba en tratamiento psiquiátrico y haciendo cuarentena por haber dado positivo de COVID-19 cuando terminó con su vida. Llevaba 48 horas sin responder el celular.

En total, su carrera se cerró con 116 goles en 297 partidos, y una forma de ser muy particular. Su carisma y el estilo descontracturado con el que siempre se manejó, lo harán ser recordado eternamente por compañeros, hinchas y adversarios.