Andrés Iniesta vivió una jornada muy particular este domingo en el Camp Nou, donde Barcelona y Real Madrid empataron 2-2. El volante de 34 años jugó su último clásico y estuvo lejos de mostrar su mejor nivel, pero poco importó. Se retiró ovacionado y emocionado, y terminó saboreando los festejos con el pasillo que los propios funcionarios culés le hicieron al plantel.

El partido no se dio para el juego de Iniesta. Pese a que La Liga ya está definida y había poco en juego, el trámite se dio friccionado y con más pierna fuerte que de costumbre. En ese contexto sobraron los roces, diálogos, polémicas y protestas. Real Madrid reclamó por la falta de Luis Suárez a Varane antes del segundo gol, y luego un claro penal sobre Marcelo. El elenco blaugrana también se quejó por la tarjeta roja a Sergi Roberto y la no expulsión de Gareth Bale.

Uno de los que se perdió pocos de esos diálogos fue Suárez. Al salteño, verdugo habitual de los merengues, se lo vio encararse de manera vehemente con Sergio Ramos primero y con Keylor Navas después. La teatralización estuvo a la orden del día de los dos lados y el árbitro lo permitió, por lo que se pareció más a un clásico del fútbol rioplatense que a un Barcelona-Real Madrid.