El 1º de diciembre de 1922 se fundaba el Club Atlético Cerro, resultado de la fusión entre una institución con el mismo nombre y el Club Oriental, que al perder el nombre para darle vida a una nueva ilusión, le brindaba al menos sus colores albicelestes.

Al año siguiente se afilió a la Federación Uruguaya de Fútbol, que convivió paralelamente a la Asociación Uruguaya de Fútbol durante el cisma, con Peñarol y Central Español entre otros clubes.

Genuino y afianzado en la Villa, realizó su mejor campaña en Primera División en 1960, año en que puso en riesgo la hegemonía de los grandes y llegó a algo inédito hasta ese momento para un equipo de los denominados chicos, que fue jugar una final ante Peñarol (perdió 3-1) tras terminar igualado en puntos tras 18 fechas.

Cuatro años después construyó el mejor estadio de un equipo montevideano y lo inauguró el 22 de agosto de 1964 con victoria 5-2 ante River, bajo el nombre Monumental Luis Tróccoli, en honor al dirigente propulsor del nuevo escenario.

Albergó los partidos de la Copa Libertadores 1995 frente a Peñarol, River Plate e Independiente de Argentina, llevando su capacidad a 25.000 espectadores e inaugurando red lumínica para los cotejos nocturnos.

Fue su primera participación en competencias internacionales, producto de su campaña en la Liguilla 1994 derrotando a Defensor Sporting en el desempate por el segundo puesto, con Gerardo Pelusso como entrenador y una recordada actuación del Pipa Rodríguez en el arco.

Ya en esa Libertadores 1995 ganó su único partido ante Independiente, 1-0 con gol de Jacinto Cabrera. Una década y media después, volvió a la Copa para sumar otro triunfo como local, 2-0 a Deportivo Quito en el Centenario, y hacer historia derrotando a Emelec 2-1.

Ese equipo dirigido por Pablo Repetto no logró el pasaje a los octavos de final, pero se mantuvo con posibilidades de clasificar hasta la última fecha, y terminó segundo en el Clausura 2010 con Rodrigo Mora como principal figura.

Hoy, los cerrenses soplan orgullosos 88 velitas y hacen temblar la Villa con su tradicional grito de guerra. Ese “¡Cerro, Cerro!” que baja de la Fortaleza y recorre todo el país, sin importar cancha, rival ni resultados.