Bielorrusia es un país que, a muchas personas, puede resultarles extraño. Tal vez por la similitud de su nombre con el de Rusia, con el que estuvo anexado, junto a otros, hasta 1991 como parte de la URSS.
Pero este país de Europa del Este tiene mucho para descubrir: desde paisajes increíbles hasta una infraestructura soviética que se mezcla con la modernidad de su capital, pasando por la figura de Alexander Lukashenko, quien es presidente de forma ininterrumpida desde 1994.
Y, como en todo país del mundo, alguna vez un uruguayo dejó huella allí. En este caso, nos referimos a Facundo Queiroz, el protagonista de la historia de hoy.
Este futbolista nacido hace 27 años en Nueva Helvecia, localidad del departamento de Colonia, jugó en Bielorrusia, pero también ha recorrido otras partes del mundo y la pelota lo llevó hasta Centroamérica, donde se encuentra hoy en día.
Hizo el baby fútbol en el Club Lucerna de Nueva Helvecia y, a los 13 años, estuvo en la captación de Nacional, en el que ingresó a las juveniles con 14; se mantuvo en el Tricolor hasta los 20.
Fue campeón de Tercera División con Nacional en 2017, con Alexander Medina como entrenador. Pero ese año prácticamente no jugó debido a que en el inicio de la temporada se lesionó el ligamento cruzado.
Se quedó un año más en el Albo y después se fue a Boston River, en el que entrenó con el plantel de Primera, pero de inmediato se marchó a préstamo a Bella Vista, que estaba en la Segunda División Profesional, para sumar minutos.
Salir adelante
Sin embargo, a tres días de comenzar la temporada, volvió a lesionarse en la misma rodilla. “Estuvo difícil la cosa, pero estuve arropado por mi familia. Fueron dos años perdidos”, recordó a FútbolUy.
“Cuando me operaron la primera vez, no sentía la rodilla firme; sentía que tenía un movimiento, pero me decían que era normal porque faltaba masa muscular”, indicó.
Con respecto a la segunda lesión, relató: “Nunca pude sentirme al 100%. Lo primero que pensé fue ‘ya está, voy a dedicarme a trabajar’, porque dos operaciones en dos años, sin haber debutado en Primera y sin ser conocido, es difícil; se cierran muchas puertas”.
“Tuve la suerte de que Bella Vista me arropó”, dijo. Se quedó un año más en el Papal y, tras esa campaña, le surgió la oportunidad de ir a jugar al exterior por primera vez.
El destino, un poco exótico: Bielorrusia.
Un representante de Argentina que se manejaba en ese tipo de mercados le arrimó la oferta y él no dudó en aceptarla porque es un lugar “bueno para ir a crecer, hacer un buen papel y pegar un saltito a una liga más competitiva”.
Sus allegados, en un principio, estaban sorprendidos: “Mi mamá googleó todo sobre Bielorrusia porque en ese momento estábamos empezando a salir de la pandemia. Me apoyaron”.
Llegó al Rukh, firmó por dos años, hizo la pretemporada y lo cedieron al FK Minsk “para que agarrara rodaje en la liga”. Se convirtió en el tercer uruguayo en jugar en Bielorrusia tras Hernán Figueredo y Danilo Cóccaro, quienes lo habían hecho en Dinamo Minsk.
“Irme de Bella Vista a la Primera División de Bielorrusia era un paso hacia adelante. Siempre me gustó tomar desafíos y conocer culturas y ligas nuevas. La tomé para seguir creciendo en el fútbol”, mencionó sobre su decisión.
“Cuando me avisaron de que estaba la posibilidad, les dije que le dieran para adelante, sin conocer e ignorando un poco que una vez que llegás a esos lugares no es tan fácil adaptarse”, ahondó.
El club al que llegó “era muy organizado, se nota el profesionalismo ni bien llegás”. “En infraestructura están muy bien”, señaló. Rukh, por ejemplo, “tenía su propio complejo, tres o cuatro canchas para entrenar, gimnasio y desayuno”, mientras que FK Minsk, un “club histórico” del país, “tenía muchas cosas que en Uruguay las tienen los grandes”.
Con respecto a la liga, apuntó: “El nivel es menor” que en Uruguay, pero “es muy ordenada y prolija”.
“Se juega más lindo que lo que se tendría que jugar, porque todos los equipos juegan bien; hay poca maldad. El 98% de los jugadores están bien físicamente, entonces con eso emparejan lo que no traen de nacimiento”, agregó.
“Va poca gente a los estadios porque, durante medio torneo, está nevando y hace demasiado frío. Cuando van, cantan en coro, pero todo sin esa pasión que hay en Sudamérica. Es todo muy ordenadito, son muy respetuosos”, subrayó.
Es un país “de primer mundo, organizado y lindo”, repasó, y añadió: “Lo que más me costó fue el frío. Llegamos a entrenar con -17 grados; lo hacíamos en carpas con canchas sintéticas porque nevaba”.
“El idioma madre es el ruso y es difícil encontrar gente que hable inglés”, expresó. “Fue difícil la adaptación” porque estuvo solo en el país debido a que su novia no pudo ir porque no le otorgaron la visa; además, era difícil hablar con sus allegados porque había nueve horas de diferencia con Uruguay.
“Los primeros días era todo novedad. Estaba muy feliz de haber llegado a la liga y al país, pero después las cosas se empezaron a torcer un poco”, recordó.
¿Cómo era un día normal? “Levantarse muy temprano, aprovechar para hablar con la familia, desayunar e irme a entrenar. A la vuelta, con el frío, no se podía estar afuera, entonces me encerraba en casa a mirar alguna serie o leer. Muchas veces salía a entrenar por la tarde para acortar el día”.
Cambiar de aire
A mediados de 2021, con un año y medio aún de contrato, decidió rescindir: “Puse por encima la salud mental antes que lo económico. Si bien intenté adaptarme, fue difícil, el día a día era pesado. La gente es muy fría, no se te acerca a ver si estás bien; son muy individualistas”.
“Uno tiene que tomar las experiencias que tiene y quedarse con lo positivo. Me fortaleció mucho mentalmente”, dijo, y siguió: “En lo futbolístico, me aportó algunas cosas, pero no tanto como pensé”.
Finalizó su vínculo contractual en Bielorrusia y regresó a Sudamérica. Después de unos meses sin equipo, a inicios de 2022 firmó con Delfín de Ecuador. En ese país estuvo dos años, ya que en 2023 militó en Orense.
“Es un país que tanto a mí como a mi novia nos encantó. Llegar de Bielorrusia, de estar solo, a estar con cuatro uruguayos [en Delfín], compartir el día a día, hablar el mismo idioma... fue hermoso. Disfruté mucho”, expuso.
Para 2024, firmó con Fénix, y aseguró que “no fue difícil” tomar la decisión de volver al país porque “ese año estaba jugando mi hermano [Nicolás Queiroz, hoy en Wanderers]” en el Albivioleta.
“En Orense no tuve tantos minutos por una lesión en la mano y necesitaba jugar. Se abrió la puerta, hablé con Leo Rocco y, teniendo a mi hermano ahí, que era un sueño jugar juntos, fue fácil arreglar”, continuó.
Tras un semestre en Uruguay, se marchó para jugar en Cobán Imperial: “Tenía contrato por un año, pero en julio me llegó la propuesta de Guatemala. Quería volver a salir, que considera que ayuda y da madurez”.
El club es “organizado y serio; pagan al día, tienen el estadio con las comodidades que necesitan los jugadores”. La liga “es competitiva; hay gente que piensa que venir a Centroamérica es para los últimos años, pero viene en crecimiento”.
“La liga está un poco atrasada en cuanto a terrenos de juego y que no hay VAR, pero el nivel de jugadores es bueno”, comentó. “La experiencia fue muy linda”, afirmó, y recordó que jugó todos los partidos.
Consultado sobre cómo es el país, aseguró que es bastante seguro y tranquilo: “Nunca tuve un problema”.
Un mes antes de hacer esta nota, firmó en Olimpia de Honduras, el equipo más ganador del país y uno de los más importantes de Centroamérica.
“Había terminado contrato y venía de hacer un buen año. Se dio el contacto con Eduardo Espinel, que estaban buscando un central izquierdo, y que yo ya estaba jugando por estos lados y conozco, porque entre Guatemala y Honduras no hay mucha diferencia”, contó sobre su llegada.
Olimpia “es como Nacional en Uruguay”, afirmó, y detalló que el club “está un escaloncito por debajo de Peñarol y Nacional, pero, igualmente, es muy grande. Mueve el país. Donde juegue Olimpia, llena”.
“Es uno de los pocos equipos en Honduras que tiene su propio complejo con dos o tres canchas, gimnasio y que les da protagonismo a las juveniles”, dijo, y mencionó sobre la liga hondureña: “La veo más física y dinámica” porque “los terrenos de juego te permiten un poco más”.
En cuanto al país, indicó: “Es muy parecido a Guatemala”.
Repasando su carrera, habló de la parte económica: “Todos los países en los que estuve tienen una diferencia a favor con respecto a Uruguay, sacando a Peñarol, Nacional, Defensor o Liverpool. Salir siempre es más redituable, y más que nada porque los otros países son más baratos para vivir”.
Aseveró que “sin dudas” les recomendaría a futbolistas uruguayos jugar en las ligas por las que pasó, y destacó para cerrar: “Cada uno tiene propósitos en su vida y en su carrera. Todo tipo de salida que se te pueda dar, recomiendo. Salir del país te hace madurar y crecer”.