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Guzmán Pereira se desvaneció en el primer tiempo del partido que su equipo, Miramar Misiones, perdió 2-1 ante Cerro Largo el pasado viernes en el Parque Palermo por la tercera fecha del Torneo Apertura. Fue la segunda vez que le ocurrió y en el mismo escenario. El 13 de mayo de 2023 se desmayó cuando los cebritas empataron con Progreso.
“El año pasado viví una situación igual, más o menos por estas fechas. Aquella caída fue peor porque llegué a lastimarme. Me hice los exámenes al corazón para descartar la muerte súbita y por suerte salió todo bien. Ahí es cuando uno empieza a atacar el lado emocional”, contó el mediocampista de 32 años al programa 100% deporte de Sport 890.
“Se puede pensar si la mente tiene tanta fuerza, y sí… la tiene. Uno compite, se carga de responsabilidades y diferentes emociones, y es distinto competir y entrenar. Me aparece eso, a veces con menos intensidad. Este año pensaba que lo tenía controlado y que lo tenía mejor, pero volvió a aparecer con intensidad fuerte”, lamentó.
“Es otro aviso para darse prioridad a uno y tratar de dar con la tecla, porque explota eso que se ve tan feo y parece algo grave. Hay que darle importancia a la cabeza y dar con esa tecla que parece que la tocan y se apaga todo”, contó Pereira, quien se disculpó “con la gente por preocuparla”.
“Es algo que no controlo y que no me avisa. No tengo sensaciones malas previamente. Sentía que lo tenía controlado y que estaba mejor, pero apareció y habrá que hacer otra pausita para hacer diferentes estudios para buscar esa tecla que explota en ese momento y uno no puede controlarla”, explicó.
“Recuerdo todo, salvo la parte en que me desmayé. Estoy bien y de repente, de la nada, me empezó a subir un mareo progresivo. Empecé a ver todo oscuro e intenté sentarme, que es la recomendación de los médicos, pero a veces es difícil compitiendo. De repente trato de pelearla y de salir de ese mareo parado, y es cuando suceden esos momentos feos porque las caídas son bruscas. Si me sentaba, la llevaba de otra manera”, señaló.
El volante surgido en Wanderers reiteró que el problema “no tiene que ver con los golpes”. “Es un tema emocional que traté con psicólogos y lo llevé de buena manera. No aparecía en los partidos, o aparecía con una intensidad que podía controlarlo y seguir jugando. Es la segunda vez que me pasa con esta intensidad y ahí es cuando preocupa al entorno”, comentó, y tras cientos de mensajes que le enviaron se mostró “agradecido por haber recibido tanto cariño”.
“En el día a día, entrenando con mis compañeros, no tengo ningún síntoma. Ni siquiera en la pretemporada, cuando te exigís más. Me pasa solo en la competencia, y hay otra cosa que juega en mi cabeza: el Palermo a esa hora me trae imágenes de la primera vez. Es una pelea constante con esos pensamientos de que no venga y esa tensión que se genera”, reconoció.
“Hoy tengo impotencia y rabia porque me siento mejor en muchos aspectos y cambié una cantidad de hábitos que el año pasado se hacían muy difíciles. Hice una pretemporada después de cuatro años y cosas que me motivaron, como volver a la A, y de repente apareció esto, que no puedo controlarlo”, concluyó.
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