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A Alejandro Lembo le diagnosticaron un mieloma múltiple en julio de 2024, pero su situación sanitaria recién se hizo pública en marzo de este año, cuando estuvo un mes aislado. Hoy, en diálogo con el programa La mañana del fútbol de El Espectador Deportes, el exfutbolista de 47 años habló por primera vez desde que fue dado de alta, y agradeció a quienes estuvieron “ayudando y apoyando desde el lado que podían”. “Me llenó de alegría y de fuerzas”, agregó.
“Un día jugando al tenis me quedó doliendo la espalda, cosa que habitualmente me pasaba porque me retiré del fútbol con una hernia de disco. Siempre estuvo ahí. A veces tenía algún empujón por algún partido, pero me pegaba unas Oxa B12, y se me pasaba. Esta vez duró dos meses y era cada vez más fuerte. Acudí al médico, me hicieron una resonancia y saltó todo. Me dijeron: ‘Tenés que quedarte ya’. Tuve dos días de cagazo tremendo porque tenían que ver qué cáncer era. En la resonancia se veía toda la metástasis en la columna y las costillas. Tenían que ver de dónde venía el cáncer y me diagnosticaron un mieloma múltiple, un cáncer de sangre de la médula ósea. Fue un susto total. De ahí en más empecé a investigar”, recordó.
Se lo ocultó a su familia hasta que tuvo que contarlo
En un comienzo, “fue duro” y optó por no comentarlo ni siquiera con sus tres hijos, porque “no quería asustar a nadie”. “Primero quería informarme yo. Estuve una semana internado sin que nadie supiese. Solo dos amigos sabían. No quería decirle a la familia porque me dijeron cómo iba a ser el proceso. Fue un tratamiento con una inyección semanal y una pastilla diaria, y hacía vida normal, más allá de que eliminé azúcares y harinas de mi alimentación”, narró.
“En los primeros seis meses no iba a pasar nada más que el tratamiento, que no tenía efectos secundarios. Si todo iba como pensaba, tenía seis meses hasta el trasplante de médula. Intenté ocultárselo a mis hijos y a mi familia para que no se preocuparan hasta el momento en que tuviera que internarme, pero tuve algún episodio en el medio y no me quedó otra que decirles”, contó Lembo, quien valoró que desde el hospital Sirio-Libanés de San Pablo le recomendaron tratarse en Uruguay porque “el tratamiento es el mismo”.
Un mes de aislamiento: “lo más duro”
Una vez que blanqueó su situación con “un grupo muy reducido” de seres queridos, siempre se sintió “muy acompañado”. “Intenté mantenerlo en reserva hasta que me interné. Ahí salió a la prensa y fue una locura. El respeto fue total, más allá de que, de un día para el otro, tenía 300 mensajes de WhatsApp cuando me desperté. Le quería contestar a todos, pero no podía. Tenía que dedicarme a lo mío. Dije: ‘Bueno, cuando salga de esto, si Dios quiere, contestaré’. Explotó el teléfono”, recordó.
Más allá de que tuvo que someterse a un mes de aislamiento, que fue “la peor parte” del tratamiento, él “estaba normal” hasta su internación en el Hospital Británico. “Nunca tuve miedo. Sabía que no iba a morir de eso. Me agarró fuerte físicamente. Nunca fui de engordar y siempre me cuidé mucho, más allá de que en la internación perdí [peso] y recién me estoy recuperando”, expresó.
“Tuve que estar un mes dentro de una sala y fue lo más duro. Trato de no hablarlo ni con mis amigos. Estuve aislado de todo y con riesgo de cualquier infección, porque al sacarte la médula quedás sin ninguna defensa. Te pasan quimioterapia y te sentís muy débil. Estás tirado en la cama esperando que pasen los días, y cada día es de caída. Lo sabés desde antes. Te dicen que el día 0, cuando te ponen la médula, caes cuatro o cinco días más, hasta que empezás a repuntar. Tenía la visita de mi mamá, todos los días de 2 a 6 de la tarde, y era la que comunicaba hacia afuera”, contó Lembo.
La vuelta a la vida: “la enfermedad la tengo”
Tras ese repunte estuvo “unos días en una sala común” y luego volvió a su casa “con un proceso de recuperación con un protocolo especial; sin animales ni plantas, poco contacto con gente y tapaboca”. “Quedás reseteado totalmente e indefenso. La semana pasada, a los seis meses, me dieron la primera batería de inyecciones: siete vacunas de las que nos dan de chicos”, explicó.
“La enfermedad la tengo. Tengo que convivir con ella. Lo que se hizo fue tener una remisión, que no siempre se da a cero. Por suerte la mía fue a cero. La tengo dormida y espero que siga ahí. Sigo tomando una pastilla diaria. Puedo hacer deporte y estoy jugando al pádel y al tenis, pero nada que sea de contacto fuerte porque los huesos están un poco débiles”, puntualizó.
“Empecé a darme mis tiempos y a disfrutar de otra manera, más allá de que volví a lo mío, pero tomándolo más relajado. Volví a la empresa de representación que formé hace años y a Cooper, un equipo con el que venía trabajando muy contento. Estoy integrándome de vuelta a mis cosas, pero tratando de no estresarme”, concluyó el otrora capitán de Nacional.
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