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Contenido creado por Gonzalo Charquero
Obsesiones y otros cuentos
Foto: Dante Fernández/FocoUy
OPINIÓN | Obsesiones y otros cuentos

Que haya pocas noticias del gobierno puede ser una buena noticia

Los gobiernos no deberían juzgarse por la cantidad de leyes que aprueben sino por su calidad y perdurabilidad.

Por Miguel Arregui
[email protected]

11.01.2025 09:19

Lectura: 4'

2025-01-11T09:19:00-03:00
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Extraños tiempos estos en el que un gobierno al que no le fue tan mal perdió las elecciones, y un nuevo gobierno de izquierda inicia su andadura proponiendo moderación y poco cambio. Y sin embargo pueden ser síntomas de madurez y cierta conformidad, por completo ajenos a la ola de experimentación y novelería que afecta a buena parte del mundo.

No esperen de mí grandes anuncios, advirtió el presidente Yamandú Orsi, fiel a su estilo.

Hay razones poderosas para eso. En primer lugar, Uruguay es un país que no está en crisis ni mucho menos, a pesar de la persistencia de viejos graves problemas. En segundo lugar, el gobierno no tiene mayoría propia en la Cámara de Diputados, si bien puede lograrla con relativa facilidad. En tercer lugar, en un mes se realizan elecciones en 19 departamentos y 136 municipios. El Frente Amplio aspira a ampliar el número de sus Intendencias de las tres actuales (Montevideo, Canelones y Salto) a seis o siete (agregando Paysandú, Río Negro, San José o Rocha). Para eso nada mejor que exhibir un rostro circunspecto, sin agitación ni propuestas refundacionales.

El nuevo gobierno y sus legisladores aún no han aprobado leyes, algo extraordinario; y hasta la ley de urgencia (LUC) del gobierno de Luis Lacalle Pou, que la izquierda llevó a referéndum en 2022 augurando males sin cuento, ahora parece una norma respetable que apenas requiere cambios cosméticos.

El tono de sobriedad general también está en línea con la personalidad del presidente y con la cautela del ministro de Economía y Finanzas, Gabriel Oddone, muy ocupado en sostener la confianza de empresarios e inversores que puedan temer una embestida populista.

Oddone preferiría cambios modernizadores dentro de un capitalismo liberal de inspiración socialdemócrata. Para mayor ilustración sobre sus puntos de vista resulta útil leer el libro El declive (Cinve-Linardi y Risso, 2010), basado en su tesis doctoral, que refiere a la decadencia y crisis del Uruguay batllista.

Después de la desaparición o retiro de Líber Seregni, Tabaré Vázquez, Danilo Astori y José Mujica, habrá que ver dónde están los nuevos liderazgos y cuánto valen. Y también habrá que ver cuál es el camino intelectual y práctico que toma el principal sector político uruguayo, que surgió como una coalición de grupos de izquierda que fueron mutando y transfigurando durante su largo recorrido de más de medio siglo.

El talante y el músculo del nuevo gobierno recién se verán en el presupuesto quinquenal, el gran programa de asignaciones financieras que deberá presentar antes de finalizar agosto (y que se revisa cada año con la Rendición de Cuentas).

Pese a las críticas que ya se realizan en voz baja, la falta de activismo legislativo puede ser una buena noticia. Los gobiernos no deberían juzgarse por la cantidad de leyes que aprueben, como se hace habitualmente, sino por su calidad y perdurabilidad, algo que es bastante más difícil de evaluar.

Un problema es que muchos militantes creen que el Frente Amplio se propone cambiar la realidad, y esperan acciones constantes. Pero la coalición de izquierdas se ha convertido ante todo en una herramienta para gobernar, evolucionar y colocar a familiares y amigos políticos en la burocracia.

El Frente Amplio de hoy se parece mucho más al Partido Colorado que predominó durante la mayor parte del siglo XX —una maquinaria clientelar a la que los blancos comenzaron a plegarse a partir de 1933—, que a la izquierda revolucionaria de la década de 1960, que proponía poner el mundo patas arriba.

De tan antiguos, los males del país están claros: un desolador sistema de enseñanza, una seguridad pública rotosa, sobre todo para los más pobres, una burocratización generalizada y creciente, el déficit en las cuentas del gobierno que aumenta desde 2011 y se financia con más deuda pública, baja inversión, baja productividad, escasa diversificación productiva, confusión y charlatanería estéril de buena parte de la dirigencia política.

Enumerar problemas es infinitamente más simple que solucionarlos.

En todo caso, caben esperar pocos cambios de significación, que aún no se ven venir; como tampoco el gobierno que presidió Luis Lacalle Pou introdujo grandes rectificaciones en el rumbo general que el país tomó en los últimos cuarenta años.

La situación de hoy está muy alejada de la de 2005, cuando había mil problemas urgentes a resolver después de una grave crisis, y a la vez abundaban los recursos gracias a un fulgurante ciclo económico basado en las exportaciones agroindustriales.

Por Miguel Arregui
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