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Contenido creado por Paula Barquet
El columneador
Foto: Eduardo Espina
OPINIÓN | El Columneador

Los viejos han vuelto y, adivinen qué: son más eternos que nunca

El Columneador estuvo presente en el primer concierto de la nueva gira de los Rolling Stones que los llevará por todo el mundo.

Por Eduardo Espina
cadelices@yahoo.com

09.05.2024 12:25

Lectura: 7'

2024-05-09T12:25:00-03:00
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Hay en la fila de entrada mujeres que fueron hermosas y que lo siguen siendo, pero con más años encima y una vida que no pasó por sus rostros en vano. Hay hombres que pasaron por Vietnam con fusil en mano y que podrían haber caído en acción, y hay otros que manifestaron en las calles contra la guerra, pacifistas, cuando importaba serlo. A unos y otros el paso del tiempo trató por igual. Nada más democrático que la edad. El miedo a no haber dejado de ser jóvenes los ha hecho, nos hizo, lo que ahora somos por consenso del tiempo. ¿Qué de bueno ha tenido hacerse adulto? Ahora mismo recuerdo la afirmación de la poeta argentina Roxana Páez: “Me convertí a la adolescencia, que no dejé completamente mientras crezco hacia mis ancestros”.

En fin, y la música mantiene al fin alejado, son todos estos semejantes, stoneagers, gente que fue alguna vez adolescente, y que ahora está aquí para recibir una inyección de juventud e intensidad metafísica que solo el rock es capaz de prometer y cumplir. Un espejismo de resurrección. Algunos están acompañados de sus nietos, pues es solo música, pero en esta caben las mejores vibraciones de una época de trasnoche y matiné que fue enorme en emociones gigantes y que no ha caducado, o eso queremos creer en pandilla por un rato, cuanto más prologado sea este mejor. Estamos congregados por un llamado de la selva, de nostalgia y futuridad, compartiendo vivencias y ansias de seguir en pie y anhelando. En el espejo retrovisor asoma el pasado mañana. Hemos venido a abolir al tiempo sabiendo que el olvido, por carecer de remplazo, no es opción.

Con los Rolling Stones, ficción reglamentada por las expectativas, aprendimos infinidad de cosas, y aun queremos saber cuántas puertas de entrada tiene la eternidad prometida. Ellos las han abierto. Son los únicos que tienen la llave. Nadie vino aquí con la intención de preguntar ¿qué hay de nuevo, viejo? Hay cosas permanentemente recientes a las que hasta la vejez les teme. Nadie lo sintetiza con mayor precisión que un hombre cercano a los ochenta de edad, que vino en silla de ruedas acompañado de sus dos nietos, quienes lo empujan por la rampa hasta llegar hasta el nivel más alto del estadio, el de las entradas ‘baratas’ (ninguna inferior a los quinientos dólares por boleto): “cuando escucho las canciones de los Stones vuelvo a caminar”, me dice en frase para enmarcar. Para bien o mal —correcto, para bien— la vida ha estado del lado de las iniciales RS.

Cuenta el hombre mayor que los vio en vivo dos veces allá por la década de 1970, antes de tener el accidente en moto que lo dejó semi postrado, y cuenta que los vio otras tres veces en las décadas de 1980 y de 1990, y en la primera de los dos mil, es decir, ayer nomás. También a eso hemos venido: a pasear por los pretéritos de quienes hemos llegado a ser en días incentivados por el libro abierto de los Stones, Biblia de tantos milagros. Los ídolos intemporales han podido caminar encima del agua. Con su música resucitaron a unos cuantos. Esta noche, todos somos Lázaro

El 28 de abril de 2024, setenta mil personas de edades parecidas desbordamos el estadio NRG de Houston para presenciar el primer concierto de “Tour ’24 Hackney Diamonds”, gira promocional del nuevo álbum homónimo (aunque solo interpretaron tres canciones pertenecientes al mismo), el cual destaca la eficacia que la criogenia ha tenido en tres individuos inclasificables y afables con la felicidad, Mick Jagger, Keith Richards y Ronnie Wood, como también la vigencia total de un puñado enorme de canciones a las que la escucha nunca pudo de dejar de prestar atención. En más o menos todo, una gama completa de ritmos y melodías de estirpe hipnótica demostraron ser incapaces de dejarse domar por la mediocridad.

Sus majestades celestiales se robaron el show, con una intensidad imposible de explicar con razones racionales, pues quienes las interpretan se pasaron en 15 años el promedio mundial de jubilación de un trabajador. El despliegue físico sobre el escenario resulta tan hipnótico como lo fue hace sesenta años en este mismo estado al suroeste de la Unión Americana, porque los Rolling Stones tocaron por primera vez en Texas los días 6 y 7 de junio de 1964, ofreciendo cuatro conciertos de diez canciones cada uno, en el Freeman Coliseum, de San Antonio. Uno de esos conciertos fue el único en la historia del grupo en que este se fue abucheado. Tantas décadas luego, ese imaginario con energúmenos rechazando lo que desconocen, resulta impensable. En esta noche —y digo ‘esta’, pues hemos tomado posesión de las circunstancias y compartimos un gran sentimiento de pertenencia— nadie quiere que la aventura a través de presencias y recuerdos concluya. El miedo a volver a la realidad apenas las luces se apaguen y los micrófonos se desconecten atañe a todos por igual. Vade retro. Si para los escépticos no eran los más grandes, ahora definitivamente lo son. Faltaba más.

Jagger dice que también para ellos es una noche especial, que ha sido una jornada muy particular, ya que en la tarde estuvieron en la NASA. Houston, no tenemos un problema. Los héroes del sonido, que enseñaron a volar con la imaginación, visitaron el museo del espacio y horas después nos hacen sentir copilotos de una experiencia intergaláctica que regresa casi al momento del despegue, pues el cantante anuncia que por primera vez van a cantar en Houston “Out of Time”, tema notable del prodigioso repertorio, único en biodiversidad en la historia de la música, y que salió a la venta en marzo de 1966. No hay que ser Beathoveen para darse cuenta de que hoy en día no se escriben canciones tan geniales, y esta sí que lo es, y más en una versión como la de esta noche, que supera a los 3.41 minutos de duración de la original. La canción es epitome de un minimalismo cool a lo Frank Stella, cuyo lema era, “lo que ves es lo que ves”, en este caso, “lo que oyes es lo que oyes”. En el playlist de esta gira, “Out of Time” precede a la más reciente “Angry”, incluida en Hackney Diamonds. Luego de tanto conocerlos, sabemos que el orden de los factores no afectará el producto.

La tribu de seres seguidores de la banda ha dicho, ‘presente ‘comandantes’. El pasado, de existir uno en particular, ha dado un paso al frente. Ni en teoría podría haber sido más diferente. De aquí en adelante, el piloto automático toma control de las acciones. Hacia lo desconocido de nuevas emociones nacidas de las viejas vamos todos. No veo a nadie abrocharse el cinturón de seguridad. Destino desconocido, ¿y qué? No vinimos con la idea de llegar a un lugar en específico. Eso ha estado claro desde que los Rolling Stones nacieron al mundo, tantas décadas atrás, tiempo que en el resumen del cancionero parece un instante vivido sin noción de los años y minutos que todos por unánime fueron la vida. Vinimos a experimentar lo que es desafiar al padre tiempo y triunfar en el intento. El viaje es eterno, y lo seguirá siendo. Y eso, no sabemos cómo agradecerlo.

Por Eduardo Espina
cadelices@yahoo.com