Una y otra vez experimentamos la relevancia de las habilidades colaborativas, esenciales no solo en el ámbito laboral, sino en la vida misma. Estas competencias representan un pilar fundamental para construir relaciones significativas y enfrentar desafíos con resiliencia.
En el Polo de la Unidad N° 4 Santiago Vázquez (exComcar), semana tras semana, un equipo de ACDE Uruguay y Manpower trabaja junto a personas privadas de libertad que se preparan para su reinserción en la sociedad. A través de talleres, los participantes reciben formación en habilidades y herramientas clave para su reinserción laboral, desde la actualización de procesos de búsqueda de empleo hasta la identificación de perfiles aptos para oportunidades específicas.
Pero más allá de los conocimientos técnicos, se concentran en desarrollar habilidades colaborativas como la comunicación efectiva, la empatía y el manejo constructivo de la frustración. Estas competencias no solo potencian la empleabilidad, sino que también son fundamentales para construir una vida en comunidad.
Aquí es donde la conexión con la educación superior cobra vida. La responsabilidad es ir más allá de formar profesionales competentes, sino también ciudadanos comprometidos. Quienes hemos tenido el privilegio de acceder a una educación superior tenemos la oportunidad de devolverlo a la sociedad, sembrando en los estudiantes la capacidad y el deseo de hacer una diferencia positiva. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que a través de experiencias vivenciales como proyectos de trabajo que integren el aprendizaje con las empresas y la comunidad?
El aula representa un verdadero espacio de inspiración, motivación y transformación.
Las elaboraciones grupales constituyen una herramienta valiosa para desarrollar habilidades colaborativas. Sin embargo, trabajar en equipo no siempre es fácil: conflictos internos, desigualdad en las contribuciones y falta de organización son desafíos comunes. ¿Cómo, entonces, podemos preparar mejor a los estudiantes para enfrentar estas dinámicas y, al mismo tiempo, inspirarlos a aplicar sus habilidades en contextos de impacto sostenible: medioambiental, social y económico?
Nirmani Wijenayake ha publicado en Harvard Business Publishing(1) siete estrategias clave en el desarrollo de proyectos en equipo, entre las que destaco a continuación: diversidad, contratos de equipo, integración, resolución de conflictos, reflexión y evaluación.
La diversidad en la formación de equipos consiste en integrar distintos niveles de desempeño y experiencias fomentando la complementariedad y enriqueciendo la dinámica grupal.
Los contratos de equipo implican establecer reglas claras y expectativas desde el inicio previniendo conflictos mayores y reforzando la responsabilidad individual.
Las actividades de integración y resolución de conflictos preparan a los estudiantes para manejar desacuerdos de manera constructiva. Esta es sin duda una inversión que trasciende el aula.
La reflexión constante permite registrar semanalmente aprendizajes y contribuciones de cada integrante del equipo, no solo mejora la autoconsciencia, sino que brinda información valiosa a los docentes para ajustar el proceso en tiempo real.
Y finalmente la evaluación integral considera tanto el proceso como el producto final permitiendo un aprendizaje más profundo y significativo.
Incorporar proyectos que conecten a los estudiantes universitarios con iniciativas sociales, económicas y medioambientales, puede transformar no solo a los beneficiarios directos, sino también a los propios alumnos. Estas experiencias enseñan el poder de la empatía, la importancia de la colaboración y la capacidad de generar impacto a través de sus habilidades.
Si pensamos la educación superior como la formación de profesionales integrales, los proyectos grupales representan una plataforma invaluable para desarrollar competencias como la comunicación, la resolución de problemas y el liderazgo. Sin embargo, su éxito depende de un diseño pedagógico consciente que considere las necesidades y los desafíos de los receptores.
Al final del día, el objetivo es que los estudiantes no solo aprendan los contenidos del curso, sino que también descubran el valor de trabajar juntos para alcanzar metas comunes.
Porque no se trata solamente de formar futuros profesionales, sino mejores personas hacia el futuro. Y como educadores, tenemos la responsabilidad de inspirar a nuestros alumnos a ser agentes de cambio, demostrando que el trabajo en equipo no solo permite alcanzar metas académicas, sino también construir un mundo más inclusivo y solidario.
1. Wijenayake, N. (2023). How to Get Students Excited About Group Work: 7 Strategies to Ensure Team Projects Succeed. Harvard Business Publishing Education.
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