En los últimos años ha habido un aumento exponencial a nivel mundial en el número de selfies tomadas y publicadas en línea. Las y los adolescentes sienten una inmensa presión para mantenerse al día con pares y celebridades. Esto cobra especial relevancia en Uruguay, donde 91% de la población cuenta con algún tipo de conexión a Internet, el 90% de las personas de 14 años y más son usuarias, y un 83% lo utiliza diariamente (Eutic, 2022).
Según un informe de la OCDE (2019), las adolescentes tienen especial probabilidad de experimentar preocupaciones sobre su imagen corporal y sufrir un deterioro en su bienestar psicológico por parte de las redes sociales.
La presión por lucir igual o mejor que pares y/o celebridades hace que comiencen a editar las selfies. Tal como manifiesta el testimonio de una joven de 18 años a la autora Rachel Simmons (Enough as she is): “No me odio a mí misma cuando estoy sola. Me odio a mí misma en comparación con otras personas”.
Herramientas como los filtros de cirugía plástica provocan clara discrepancia entre la apariencia real y la “apariencia selfie’’, llevando a veces a extremos en los que luego se busca una solución quirúrgica para intentar parecerse a la imagen compartida en las redes (Hunt, 2019).
Los efectos potencialmente dañinos de dicha edición exigen una investigación centrada en comprender los factores que las impulsan y sus consecuencias.
Hace dos años tuve la oportunidad de publicar un artículo sobre este tema junto a mis colegas Fernando Fastoso y Héctor González-Jiménez (Journal of Business Research, setiembre 2021).
El estudio respondió a dos preguntas: primero, ¿cómo influyen la autoestima, la comparación corporal (con pares y modelos/celebridades) y la ciber victimización en la edición de selfies? En segundo lugar, ¿cómo afecta la edición de selfies a la adicción a las redes sociales y a la satisfacción con la vida?
Probamos nuestras hipótesis utilizando datos de encuestas recopilados de una muestra representativa de Montevideo de niñas y adolescentes mujeres de 10 a 17 años. El estudio cuantitativo fue llevado a cabo por la compañía ID Retail, empresa especializada en la investigación de mercados. Dicho estudio había sido solicitado por la marca Dove de Unilever Uruguay en el marco del proyecto para la autoestima.
Los hallazgos sugieren que la baja autoestima y la ciber victimización se asocian positivamente con la edición de selfies. Sin embargo, son las tendencias de comparación corporal con pares, más que con modelos o celebridades, las que conducen a intensificar este comportamiento.
Finalmente, se demostró que dicho comportamiento se asocia positivamente con la adicción a las redes sociales y negativamente con la satisfacción con la vida, aunque solo en adolescentes con una mayor discrepancia en la imagen corporal.
Otras investigaciones en esta misma línea muestran que tomarse y publicar selfies tiene relación con autoevaluaciones positivas específicas de la apariencia. Por el contrario, su edición está relacionada con autoevaluaciones negativas tanto general y como específicas de la apariencia. El género y la edad no moderan estas relaciones, pero sí factores metodológicos de la investigación (Felig, R.N. y Goldenberg J. L. 2023, Selfie-Evaluation: A Meta-Analysis of the Relationship Between Selfie Behaviors and Self-Evaluations, Personality and Social Psychology Bulletin 1–24).
Las implicancias de estos estudios para las empresas, educadores, madres y padres sugieren que es importante aumentar los esfuerzos para abordar la autoestima y las percepciones distorsionadas de la imagen corporal en adolescentes.
Algunas empresas ya están dando pasos en esa dirección.
Por otra parte, cada vez más personas valoran la causa o propósito de las compañías, aumentando el número de consumidores impulsados ??por creencias, es decir, que eligen marcas en función de sus valores (Edelman, 2018). En particular, se describe a la generación millennial como impulsada por un propósito (Fromm, 2021).
Finalmente, las empresas tienen un camino responsable a seguir a través de la publicidad que puede contribuir a hacer una diferencia respecto a la confianza corporal. Tengamos en cuenta que las investigaciones muestran que siete de 10 mujeres están de acuerdo con que la belleza real no es lo que representan las imágenes que se ven diariamente en los medios. Y ocho de cada 10 desearían que los medios hiciesen un mejor trabajo representando mujeres de diverso atractivo, edad, raza, forma y tamaño.