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Contenido creado por Paula Barquet
Dentro del margen de error
Foto: Gastón Britos / FocoUy
OPINIÓN | Dentro del margen de error

A la democracia la cuidamos entre todos, pero son los políticos los que dan el tono

Es clave que el barro no lo tape todo para que la sociedad no termine empantanándose en un lodazal del que nadie sale totalmente limpio.

Por Mariana Pomiés

15.03.2024 13:08

Lectura: 5'

2024-03-15T13:08:00-03:00
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Si queremos vivir mejor, si queremos mejorar en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestra vida social, en nuestro barrio y en nuestro país, lo mejor es hacer las cosas que realmente contribuyan a mejorar estos lugares hoy y en el futuro. Tenemos que actuar de modo que el impacto futuro de nuestras acciones sea tan positivo como creemos que lo es el impacto inmediato.

Según la encuesta de Lapop publicada en 2023, Uruguay es el país en América Latina donde la democracia cuenta con un mayor apoyo y donde más personas (porcentualmente) creen en el sistema electoral —la forma de elegir representantes en cada país, de votar por ellos y por otras iniciativas que se llevan a las urnas, el sistema de recolección, conteo y validación de los votos—. Y no es solo un sentimiento de defensa de un sistema que conocemos, sino que el mundo nos ve como una democracia sólida, confiable y respetable.

Esto se ha construido con el trabajo de muchas generaciones, de partidos sólidos que perduran en el tiempo, que han tenido una razonable rotación en el poder, que han acogido una diversidad de visiones en sus filas, que han aprendido que ser oposición es más fácil que ser gobierno y, sobre todo, que las diferencias son de ideas y de propuestas para el país, pero esto no impide un relacionamiento cordial y un intercambio de opiniones razonables con colegas de otros sectores o partidos. La frase del presidente Lacalle Pou “duro con las ideas y suave con las personas” es el corolario de un modo de hacer política que ha imperado en el país y que nos ha permitido capear varios temporales, logrando que todos los partidos trabajaran juntos en una misma dirección cuando fue necesario.

Desde hace muchos años, frente a preguntas que hacemos en las encuestas, grupos motivacionales y entrevistas sobre temas políticos y de opinión pública, la mayoría de los uruguayos expresa su rechazo a las peleas y discusiones entre políticos, a las agresiones personales y al uso de temas privados en las campañas como forma de desacreditar al rival. Y a pesar de que en estos últimos años en las redes algunos ciudadanos han subido el tono, sigue siendo casi unánime la opinión de que las agresiones en la política no favorecen a nadie y no atraen votos. Sí lo hacen la discusión con altura y la argumentación en el debate.

Claro que el clima se caldea cuando se acercan las elecciones, que la competencia entre partidos y candidatos sube la temperatura, y es indefectible que se suba el tono. La competencia política lleva a que se intenten resaltar las ideas y proyectos propios y se marquen las flaquezas o desacuerdos con el contrario. Sin estos sería imposible la discusión y la reflexión que lleva a los ciudadanos a valorar las distintas propuestas e inclinarse por una.

Pero, en la discusión, las distintas personalidades de los hombres y mujeres que actúan en política los lleva a reaccionar distinto, incluso a trastabillar en esta línea de corrección. Hemos visto pedidos de disculpas, reencuentros políticos y marchas atrás en todas las filas.

Aprendimos en el fútbol que para erradicar la violencia en las tribunas hay que empezar por erradicar la violencia dentro de las canchas. Hace años que los clubes y federaciones de todo el mundo trabajan por la no violencia, y con acciones concretas: por ejemplo, tanto dirigentes como jugadores se muestran con gestos de fraternidad y protestan ante la violencia de cualquier grupo de hinchas. Aunque no siempre han logrado efectividad en el mensaje, la postura y el esfuerzo se mantienen.

En este mismo campo hemos podido ver lo difícil que es desandar el camino. Una vez instaurada la violencia —que durante mucho tiempo se fomentó, o al menos se ignoró— ni siquiera los dirigentes pueden restaurar un clima de convivencia. Ha costado mucho sacar a los violentos de las canchas; algunos lo lograron, pero la mayoría de los países aún sigue combatiendo este problema.

Lo mismo deberíamos pedirle a la política, y más ahora que empieza la campaña. Lo hizo el presidente de la República en su discurso el 2 de marzo ante el Parlamento, mostrando esta preocupación y visión de la política, y ese llamado también lo han repetido otros dirigentes políticos. Los ciudadanos esperan una campaña de propuestas a futuro, de proyectos que impacten en la vida de las personas, que mejoren la vida de los uruguayos. Algunos sienten que su vida hoy está mejor que hace cinco años y esperan que el próximo gobierno continúe con esas mejoras; otros sienten que no han mejorado y no están de acuerdo con lo hecho, por eso querrán seguir propuestas distintas, de cambio.

Y en este tiempo de propuestas y discusiones que se nos vienen esperamos que nuestros políticos asuman ese liderazgo, porque la única manera de tener una democracia sana es con relaciones sanas entre los políticos y las políticas que trabajan en ella. Solo así los ciudadanos de a pie que votamos, aquellos que militan y los que no, mantendrán relaciones, vínculos y conversaciones saludables sobre política.

Los actores políticos son los que dan el tono, como el director del coro. Los demás cantaremos en ese tono que nos den. Si el tono de la campaña es agraviar al competidor, los militantes también se insultarán y los electores, tarde o temprano, incluso los uruguayos, terminaremos imitando a otros países donde el insulto es el único intercambio entre gente que piensa diferente. Y además, como dicen ahora, es un camino de ida que casi no tiene vuelta.

Por Mariana Pomiés