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Contenido creado por Paula Barquet
Bueyes perdidos y encontrados
Fragmento de un mural de Sendic.
OPINIÓN | Bueyes perdidos y encontrados

A 35 años de la muerte de Sendic, memoria, reflexiones y preguntas sin respuestas

Siempre se caracterizó por evitar los esquemas y por indagar con originalidad los fenómenos que nos tocó vivir.

Por Marcelo Estefanell

19.04.2024 14:34

Lectura: 4'

2024-04-19T14:34:00-03:00
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Los aniversarios suelen oficiar de disparadores de recuerdos y de reflexiones un tanto desordenadas. En este caso, la fecha en ciernes refiere a la muerte de un hombre que le imprimió cierta singularidad a la historia de nuestro país gracias a su compromiso con los más desposeídos, a sus propuestas para superar la pobreza y, sobre todo, a su antidogmatismo. Consecuente con esto último, siempre se caracterizó por evitar los esquemas y por indagar con originalidad los fenómenos que nos tocó vivir. Me refiero a Raúl Sendic Antonaccio, de quien se cumplen, el próximo 28 de abril, 35 de su muerte.

Al mirar atrás vuelvo a verlo tomando mate en la casa de la calle Ejido. Sobre la mesa se podían distinguir varios periódicos y algún libro. Recuerdo que le critiqué su lectura del semanario Búsqueda y desde su boca desfigurada y su voz pausada me respondió: “El día que la izquierda sepa hacer una publicación con tanta buena información como esta, tendremos derecho de opinar con propiedad”.

Sendic era así: hombre de escasas y certeras palabras. En cualquier conversación no demoraba mucho en manifestar inquietudes acerca del mundo que habíamos encontrado luego de 13 años de aislamiento: la deuda externa lo obsesionaba; los avances tecnológicos, también; la unidad de la organización y el ineludible tema de la tierra no le iban en zaga.

Ahora bien, tras un repaso de estos 35 años que pasaron entre aquel entierro de Raúl y estos tiempos, aquel cortejo multitudinario y silencioso y esta realidad compleja, surgen preguntas sin respuestas que, quizás, resulten reveladoras. En cualquier caso, no es más que un juego intelectual preguntarse: Raúl y su talento, Raúl y su sensibilidad, Raúl y su olfato político. ¿Qué hubiera dicho de la caída del muro de Berlín pocos meses después de su muerte?, ¿y qué del subsiguiente desmoronamiento de la Unión Soviética y del Campo Socialista? ¿Cómo hubiera valorado el primer triunfo electoral del Frente Amplio de la Intendencia de Montevideo? ¿Cómo hubiera analizado la crisis de 2002? ¿Qué hubiera aportado a las conquistas del gobierno nacional a partir de 2005?

Me pregunto: ¿cómo hubiese tomado esta nueva revolución tecnológica que supuso internet y, más tarde, las redes sociales? Raúl llegó a conocer el Macintosh Plus y la impresora láser porque Mate Amargo lo incorporó tempranamente a su edición quincenal. Pero no tuvo tiempo de ver el desarrollo de las comunicaciones y de las redes que permitieron, años después, un Plan Ceibal, por ejemplo, el trabajo a distancia, y la telemedicina, potenciadas gracias a la fibra óptica y comprobadas en la pandemia. ¿Qué hubiese pensado de las conquistas de derechos, de la igualdad de género, de la salud reproductiva y del matrimonio entre seres de mismo sexo? Y en otro plano, ¿estaría de acuerdo que el cambio climático es un tema central para la humanidad? ¿O seguiría poniendo en el centro la pobreza como drama social y su solución como máxima prioridad? ¿Y cómo analizaría el fenómeno singular que significa China y su economía, China y sus cambios? ¿Entendería al bitcoin como divisa digital y como medio de pago? ¿O quedaría tan desconcertado como lo estuvieron los primeros comerciantes italianos en el siglo XII cuando recibieron una letra de cambio? ¿Cuál sería su asombro al ver cómo se compone hoy el mundo capitalista? ¿Qué pensaría, mirando el ranking de las empresas más cotizadas en el mundo, al comprobar que salvo Aramco, de las siete primeras, seis son empresas vinculadas a la tecnología y al comercio digital? ¿Cómo analizaría el avance de la genética, de la biología molecular, de la neurociencia y de la inteligencia artificial? ¿Seguiría apostando por la sociedad del conocimiento?

Cuántas preguntas sin respuestas.

Cuánto campo para la reflexión.

En el fragmento de una carta que envió desde la prisión a sus hijos, escribió: “A veces hay gente muy competente capaz de salvar cualquier examen, pero que se enamora de tal forma de sus puntos de vista que es incapaz de imaginar siquiera que puede haber otros válidos”. Y esto conduce al dogma, algo que Raúl detestaba en todos planos. Por eso solía hacer hincapié en el conocimiento como herramienta de cambio. Promover el estudio y la cultura era para él “(…) un prerrequisito para tener individuos libres e independientes, personas no manipulables”.

Los desafíos siguen siendo enormes, pero si nos atenemos a aquella frase suya cuando dijo: “Si nosotros empezamos a hablar de nuestras discrepancias vamos a pasar una vida discutiendo, pero si hablamos de aquello en lo que estamos de acuerdo, podemos pasar una vida trabajando juntos,” seguramente, lograremos avanzar con firmeza.

Por Marcelo Estefanell


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