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Contenido creado por Paula Barquet
Dentro del margen de error
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OPINIÓN | Dentro del margen de error

¿Los ciudadanos viven mejor con gobiernos de su partido? Según el cristal con que se mire

El ciudadano “típico” no es ecuánime en sus juicios, y tiende a evaluar más positivamente todo lo que viene de su partido.

Por Mariana Pomiés

26.04.2024 13:02

Lectura: 6'

2024-04-26T13:02:00-03:00
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¿Qué mueve a los votantes? Se habla mucho sobre los factores que influyen en el voto, y por eso es importante, además de preguntar directamente qué partido o candidato prefieren, también analizar sus opiniones y percepciones sobre otros temas. Eso ayuda a prever cómo pueden evolucionar las opiniones de quienes ahora muestran alguna preferencia y sobre todo tratar de estimar hacia dónde se dirigirán los indecisos —y los que nunca dicen a quién votarán—a la hora de concurrir a las urnas. La experiencia sugiere que algunos temas en particular pueden “mover la aguja”, como el juicio sobre la situación de la economía o de la seguridad, o la evaluación de la gestión del gobierno actual.

Pero hay otros indicadores útiles que miden percepciones más de largo plazo. En la encuesta del mes de marzo preguntamos a la gente con cuál gobierno les parecía que vivían mejor, si en el actual o en los gobiernos anteriores del Frente Amplio.

El 36% piensa que vive mejor hoy y el 42% cree que vivía mejor antes. Menos de un quinto afirma que hoy está igual que antes o que depende del momento a considerar (algún periodo particular de este o de los gobiernos anteriores). Las opiniones están divididas, con una mayoría relativa que opina que vivía mejor durante los gobiernos frenteamplistas.

Los números son similares a la intención de voto a la Coalición (42%) o al Frente Amplio (45%). La percepción de cómo viven hoy en comparación con cómo vivían antes parece estar bastante asociada con la decisión sobre a quién votarán en las elecciones próximas. Los que viven mejor hoy votarían a la coalición; los que vivían mejor antes votarán al Frente.

Pero estos datos también pueden leerse de otra manera. Solemos ver la realidad teñida por el cristal con la que la miramos. Los que miran su realidad desde sus preferencias partidarias tienden a sentir que están mejor cuando gobierna el partido que prefieren. Porque “vivir mejor” también es sentir que ganaron los míos, que siempre hacen las cosas mejor que los otros, a los que les importan más los temas que también me preocupan a mí —más allá de que tengan soluciones apropiadas para esos problemas. Entonces, cuando gobiernan los míos, el desempeño del presidente es mejor, la situación económica es mejor, la seguridad es mayor. Cuando gobiernan los otros, tiendo a ver todo con una luz más negativa.

Efectivamente, si se miran las respuestas según la intención de voto actual, casi ocho de cada 10 de quienes hoy votarían al Frente Amplio piensan que vivían mejor durante los gobiernos frenteamplistas, y casi ocho de cada diez votantes del PN creen que hoy están mejor que entonces. Como ambos grupos viven en el mismo país, en las mismas ciudades y la situación económica del país es una, estas respuestas sugieren que influye mucho el cristal con el que se mira la realidad.  

Los indecisos pueden ser un  buen indicador del uruguayo ‘neutro’, aquel que no tiene preferencias partidarias y que mira la realidad sin los cristales ‘empañados’ por preferencias político partidarias. Cabe también destacar que este grupo neutro es pequeño. La mitad de estos indecisos afirma que está igual (de bien o de mal) hoy que antes, mientras que dos dicen que están mejor y dos peor. Claramente tienen una mirada distinta que los que ya decidieron su voto.

Estos datos son útiles para entender que en la campaña el ciudadano “típico”, ese que ya hace años que tiene decidido su voto por un partido, no es ecuánime en sus juicios, y tiende a evaluar más positivamente todo lo que viene de su partido, los comentarios de su/s candidato/s, mientras que en principio se cierra a lo que sugieran o digan los del otro bando, no importa cuán razonables o justos sean sus mensajes. Los electores tienden a mirar la realidad a través del partido de su preferencia, y si bien solo la mitad se siente cercano a un partido político, son más los que juzgan la realidad con lentes partidarios.

Una lectura positiva de esto es que, al revés de lo que sucede en otros países, los partidos siguen siendo fuertes en Uruguay, y la gente sigue confiando en sus dirigentes políticos —por lo menos en los que pertenecen al partido que prefieren. La información que manejan sobre los temas vinculados al gobierno y al país, la economía, la seguridad, la educación, la seguridad social, es sobre todo la información que les transmiten los políticos en quienes confían. Porque, para formarse una opinión independiente sobre temas difíciles y complejos como estos, habría que ser experto, y la mayoría no lo somos.

Por eso es fundamental la calidad y el trabajo de los políticos, de los dirigentes partidarios, de los legisladores y aquellos que ejercen cargos políticos. No solo son actores que deciden desde distintos lugares sobre el futuro y el funcionamiento de los partidos, las empresas públicas, los entes, el Parlamento y el gobierno mismo. Son actores que construyen opinión y hacen que las personas lean su propia situación y realidad en gran parte a partir de lo que transmiten. La campaña es un momento en que los dirigentes a menudo apelan al “nosotros tenemos la solución, ellos no”, y eso es inevitable en una competencia. Pero deben ser conscientes de que sus mensajes tienden a ser percibidos como “la verdad” por los propios, y en un país bastante polarizado, una campaña que profundice esas visiones partidistas que ya están muy asentadas, termina obstaculizando la tarea del próximo gobierno.

Cualquiera sea quien gane, necesita llevar adelante políticas de Estado, consensuadas por grandes mayorías, que duren más de cinco años, para avanzar en las áreas más urgentes. Si el electorado cree que con los otros no se puede pactar, es difícil que un país dividido en dos mitades pueda avanzar.

Por Mariana Pomiés