Contenido creado por Inés Nogueiras
Cybertario

Una droga

Una droga

La primera vez que escuché hablar de "las drogas" fue a los diez años y por ciertas prácticas atribuidas al Chichilo. La barra comentaba que Chichilo, por entonces un adolescente, ponía a secar al sol las hebras de la cáscara de banana y luego se las fumaba.

07.08.2013

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2013-08-07T08:06:00-03:00
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Nunca tuve claro si la historia era real, pero en el barrio Palermo de fines de los sesenta, las noticias sobre el LSD, los hippies y el festival de Woodstock, eran fragmentarias y sonaban como algo demasiado lejano. 

De todos modos, Chichilo había decidido probar "las drogas", esto es, buscar la alteración del estado de conciencia a través del consumo de sustancias psicoactivas, de una manera más o menos aguda y con las más diversas excusas. Esta práctica ancestral sólo se convirtió en un problema para la salud y la moral públicas en tiempos recientes y por causas relacionadas con las tensiones y patologías de la dinámica social más que con las propias sustancias.

Para no hacerse cargo de sus miserias materiales y espirituales, la comunidad internacional comenzó a hablar del "flagelo de las drogas", y para combatirlo intentó la más primitiva, torpe y contraproducente de las respuestas: convertir en delito un hábito individual, aunque las sustancias prohibidas no fueran más peligrosas que otras de curso legal. Si lo que se buscaba era abatir el consumo, el fracaso fue rotundo: no para de crecer. Si lo que se buscaba era mantener la salud moral de la sociedad, el resultado es todavía peor.

"Si ponemos en la balanza la plata que gastamos para contrarrestar el narcotráfico y los efectos que logramos es para llorar; es la empresa más desastrosa del mundo", dijo recientemente el presidente Mujica. Las políticas prohibicionistas no sólo dilapidaron cuantiosos recursos; también desataron el accionar de las mafias vinculadas al narcotráfico, que se cobró miles de vidas humanas, por no hablar del costo moral e institucional de la corrupción, financiada por una cantidad incalculable de dinero, que está en manos de los narcotraficantes como fruto del prohibicionismo.
Pero no hay ninguna política que se sostenga mucho tiempo con resultados tan negativos y contraproducentes. Sólo cabe esperar que el mundo avance hacia la regulación de las sustancias que aún permanecen en la ilegalidad, siguiendo criterios educativos, preventivos y, para quien lo necesite, terapéuticos. Un camino que ya se transitó con otras "patologías sociales" como el alcohol, el tabaco, la prostitución y los juegos de azar.

Por eso para el Financial Times, la media sanción en Diputados de un modesto proyecto de regulación de la marihuana, puede marcar "el comienzo del fin de la prohibición y la guerra contra las drogas", o al menos ser un indicador de que la monolítica política global basada en la prohibición, está siendo sometida a revisión.

Recordé mucho la anécdota de Chichilo por estos días, mientras en Uruguay, un barrio apenas más grande que Palermo, el debate sobre un proyecto de ley que pretende regularizar el mercado de la marihuana, desataba expresiones de todo calibre y tenor. Cuarenta años después de aquellos sus experimentos caseros, se puede ver las consecuencias de la política prohibicionista. La "guerra contra las drogas" se ha convertido en la más devastadora de las drogas.