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Pablo Mieres

Escribe Pablo Mieres

Un futuro excepcional si tomamos decisiones valientes

Nuestro país tiene por delante un futuro excepcional, pero para ello debemos estar dispuestos a tomar decisiones valientes y, en algunos casos, difíciles, en diferentes campos de nuestra vida nacional.

04.09.2013 11:57

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2013-09-04T11:57:00-03:00
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Desde el punto de vista productivo Uruguay está viviendo un cambio muy relevante de su matriz productiva que comenzó a partir de la salida de la crisis de 2002 y que, a nuestro juicio, puede y debe profundizarse y consolidarse en los próximos años. La transformación productiva impulsada a partir de ese momento ha sido muy relevante y no tiene marcha atrás.

En efecto, además de la transformación productiva del sector agropecuario que incluyó la incorporación de valor agregado en la producción primaria de los bienes tradicionales del sector, se agregó la dimensión del desarrollo forestal con el consiguiente impulso de las plantas de celulosa y el procesamiento de la madera.

A su vez, y a pesar de ciertas resistencias cerriles como las que existieron cuando se dio impulso a la forestación, estamos a las puertas de incorporar una nueva dimensión del desarrollo productivo con la inclusión de la producción minera a una escala suficientemente relevante como para modificar la matriz productiva nacional. Esta decisión que se acaba de tomar no estado exenta de resistencias, pero es una de las que hay que asumir para ir al encuentro de un Uruguay desarrollado.

Si las prospecciones petroleras y de gas natural que actualmente se están realizando tuvieran éxito, definitivamente nuestro país no será el mismo de finales del siglo pasado.
Minería de gran porte, forestación, procesamiento de la madera y trascendentes cambios de nuestra estructura agropecuaria implican decisiones políticas de enorme trascendencia si queremos que las oportunidades que emergen de nuestras riquezas naturales permitan y hagan posible un país más próspero, equitativo y digno para todos los ciudadanos.

En efecto, existen a nuestro alrededor numerosos ejemplos que indican que el descubrimiento de riquezas naturales excepcionales no aseguran la prosperidad y bienestar de un país. Por ello, resulta fundamental la capacidad de administración de los recursos que surgen de las nuevas alternativas productivas.

Por ejemplo, la enorme bonanza y disponibilidad de recursos existentes en estos años recientes que dieron lugar a un fuerte incremento del gasto público no generó resultados efectivos en materia de mejora de aspectos tan estratégicos para el desarrollo como la educación, la seguridad o la salud. Esta referencia prueba que no alcanza con tener los recursos, sino que es esencial saber cómo y en qué aplicarlos.

En tal sentido, el aprovechamiento intergeneracional de los recursos extraordinarios que nuestro país podrá generar a partir de la incorporación de las nuevas dimensiones de nuestra producción es uno de los aspectos más relevantes a sostener y defender en los próximos años.

En efecto, el riesgo de convertirse en un país que vive de sus rentas productivas sin aplicarlas a la generación de valor es una de las amenazas del crecimiento futuro; del mismo modo que también es una amenaza la tentación de gastar los recursos extraordinarios sin una perspectiva de largo plazo, pensando en las futuras generaciones.

Por ello la inversión en infraestructura y logística resulta un objetivo indispensable si queremos dotar a las oportunidades de desarrollo productivo de una base física que permita desenvolver todas sus potencialidades. El redimensionamiento de la red vial y de la infraestructura portuaria, el resurgimiento del ferrocarril, el desarrollo actualizado y abierto de las telecomunicaciones y el desarrollo de una matriz energética sustentable son objetivos directos para la aplicación de los recursos que pueden surgir de las oportunidades de nuestro desarrollo productivo.

Justamente, las principales vulnerabilidades y desafíos que se presentan en el Uruguay de los próximos años provienen, especialmente, de la crisis de integración social que aqueja a nuestro país desde hace ya mucho tiempo.

La tarea principal de los próximos años consiste en recuperar una base común de normas y valores que permitan reinstalar aquella sociedad que Carlos Real de Azúa calificó de "sociedad hiperintegrada". Lamentablemente, la vieja homogeneidad social y la existencia de un bagaje común de valores compartidos transversales a la escala socioeconómica de nuestros ciudadanos, se ha perdido rotundamente.

Es imprescindible reconstruir una trama social integrada porque este es un requisito para la profundización y fortalecimiento de la democracia y para sostener el desarrollo, entendido este último en su multidimensionalidad y no solo como crecimiento económico.

En tal sentido, el desafío principal consiste en avanzar sin pausa y sin titubeos hacia la transformación profunda de nuestro sistema educativo, base ineludible de la recuperación de la integración social y sustento imprescindible de la dotación de recursos humanos calificados que permitirán alimentar y sostener la mencionada transformación productiva de nuestro país.

Del mismo modo, la estrategia de las políticas sociales deberá modificarse en un sentido promocional para transformarse en una dotación de servicios sociales de apoyo a los más débiles, que transforme la situación crítica de esos sectores hacia la autovalidez y la dignificación del trabajo y el esfuerzo.

La superación de la lógica clientelar y asistencialista es una clave indispensable para lograr un desarrollo social integral que permita la recuperación de la integración social.
En ambos casos, los desafíos de la integración social aparecen como particularmente complejos, en la medida que requieren de una férrea voluntad política que sea capaz de ponerse por encima de los intereses corporativistas que, lamentablemente, han predominado con su poder de bloqueo y parálisis, en los últimos tiempos en nuestro país.

Es que la superación de los corporativismos y de las lógicas particularistas que se adueñan de bienes o servicios públicos o parcelas del aparato estatal, es uno de los mayores desafíos que debemos enfrentar en nuestro futuro inmediato.