Los ingredientes: la violencia general de nuestra sociedad; los festejos por el triunfo de Peñarol transformados en una asonada con ataques y saqueos a negocios y a la Suprema Corte de Justicia; un grupo de sindicalistas de la enseñanza tratando de ocupar el Ministerio de Economía a insulto limpio; un grupo organizado que impide que una invitada a un Comité de Base del Frente Amplio, Alicia Torres, haga uso de la palabra.
No mezclemos, no confundamos que es la mejor manera de cubrir todo con el mismo manto de desorden en el análisis. Son cosas bien diferentes, muy diferentes. Batirlos y mezclarlos es la peor manera de afrontar estos temas delicados, cuando hay violencia de por medio son siempre temas delicados. Y en estos casos bien diferentes.
La violencia general que sin duda ha crecido en la sociedad uruguaya merece un análisis particular, profundo y desde diversos ángulos. Difícil hacerlo cuando la campaña electoral está instalada.
Hay un sector de la sociedad que por una combinación de razones sociales y culturales entrelazadas tiene la violencia y vivir al borde de la ley, más bien del otro lado de la frontera como un sistema de vida, de supervivencia. Hay una base social indudable, la infantilización de la pobreza que alcanzó el horror del 60% de los menores de 18 años viviendo bien por debajo de la línea de la pobreza, dejan su marca por mucho tiempo, pero tenemos que asumir que ni las políticas sociales, ni la educación, ni el conjunto de los esfuerzos del estado han logrado modificar esta situación. Se han consolidado social, culturalmente y en algunos casos territorialmente.
Pero no hay que mezclar, las otras violencias del cocktail pueden tener algún punto de contacto, pero tienen su propia lógica. Hay gente que en diversos ambientes consideran métodos que incluyen la violencia y la prepotencia.
No son grupos de extrema derecha, más bien tienen un signo opuesto. Se comienza a utilizar la violencia, la prepotencia en diversas expresiones sociales y eso debe ponernos en alerta. No hay que llamar al lobo, cuando recién aparece el ladrido de algunos cuzcos, pero…
Si dejamos que se entreveren las cosas, y algunos consideran que tienen vía libre para moverse en los pliegues de la legalidad y además echarle la culpa a la violencia general de la sociedad, vamos mal. Hay que pararlos y denunciarlos con claridad.
Algunos están desesperados porque creen llegado el momento de imponer a como de lugar sus posiciones. En el pasado hubo gremios que lo hicieron en forma agresiva y prepotente agrediendo personas e instituciones. No hay rendición de cuentas, o contradicciones con la Suprema Corte, ni razón alguna que justifique ni concretamente, ni como tendencia.
Y la sociedad en su conjunto, la sociedad civil organizada y sindicalizada, las fuerzas políticas y en particular la izquierda no debemos ni acostumbrarnos ni callarnos.
No me gusta hacer alarmismo, ni vaticinar escaladas, son hechos concretos, mentalidades concretas en algunas hinchadas, en algunos grupos que consideran que pueden y deben insultar, agredir, aprovechar situaciones, impedir que se expresen opiniones.
Uruguay es un país democrático donde todos, de manera explícita o implícita aprendimos duras lecciones, funcionan todas las instituciones, pero hay momentos que se generan zonas grises aprovechadas por ciertas mentalidades. Hay que estar alerta.
Un batido de violencia
Un batido de violencia
18.06.2013
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