Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Tuya

Tuya

20.06.2012

Lectura: 3'

2012-06-20T09:12:42-03:00
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El ministro del Interior, Eduardo Bonomi, afirmó en Minas que quienes compran artículos robados están alentando el delito. "Mientras haya gente que compre robado habrá gente que robe y eso no lo arregla la Policía sino la gente", dijo el ministro en un encuentro con las mesas locales de seguridad. La afirmación es de una verdad inobjetable pero parcial.

¿Quién no se ha visto tentado a comprar un bien a un precio sensiblemente menor sin preguntar el origen o aún sospechando que es producto de una fechoría, sin sentir por ello que se está participando del mundo del delito? Visto desde la perspectiva que aporta Bonomi, el comprador no sólo cerraría el círculo delictivo sino que estaría alimentándolo.

Algo similar se podía observar cuando la diferencia cambiaria con Brasil hacía que los productos de ese origen se ofrecían masivamente. Entonces se formaban por todo el país las ferias o “bagayoping”, donde asistía gente común y corriente a realizar sus compras sin desconocer el origen presuntamente ilegal de la mercadería. Si bien hay responsabilidad de los ciudadanos que aplican un doble estándar (uno para quejarse por la inseguridad y otro para hacerse de productos robados)  también es cierto que, antes y ahora, los funcionarios que están bajo la autoridad del ministro del Interior, son al menos cómplices por omisión o distracción.
Cuando se le plantea estos asuntos a las jerarquías policiales se encogen de hombros. Hay ferias enteras con artículos robados de cuyo origen delictivo la Policía, dicen, no podría dar cuenta ante la justicia, por lo que todo intento por combatir al delito en ese frente se volvería inútil. El argumento habla tanto de las garantías que ofrece a los inocentes el Estado de derecho como de la falta de expectativas con que se hacen y se procesan las denuncias, cuando no de cosas peores. Habría que preguntarle al ministro si es el púbico quien debe encargarse de determinar el origen de su compra cuando a la Policía, con sus recursos tecnológicos, sus agentes especializados y sus operativos, es incapaz de hacerlo.
Sería injusto achacarle a Bonomi una racionalidad similar a la del prosecretario de la Presidencia, Diego Cánepa, quien le habría comentado a las Madres de la Plaza que si las bocas de venta de pasta base no se cierran es para que no aumente el desempleo. Las razones de sus dichos y omisiones hay que buscarlas en otro lado. Más bien parecen el reflejo de una de las conductas más recurrentes en los seres humanos. Es que a nadie le resulta fácil asumir su responsabilidad en un asunto de tanta relevancia social como los hurtos y las rapiñas. Ni a los compradores de productos robados ni al ministro del Interior. Siempre será más fácil señalar la del otro.
En el caso de marras, las declaraciones de Bonomi parecen un exceso si se tiene en cuenta que todo este mercado negro se realiza a plena luz de día, en lugares por todos conocidos y de concurrencia masiva, sin que sus detectives y jerarcas le hayan encontrado solución alguna.