Contenido creado por Seguridad_Administrador
Pablo Mieres

Escribe Pablo Mieres

Tributo a Escanlar

Quiero dedicar mi columna de esta semana a Gustavo Escanlar porque siento que con su fallecimiento nuestro país sufrió una pérdida intelectual importante. Tuve con él un trato fugaz y apenas cercano, sin embargo siempre rodeado de un aprecio recíproco que yo siempre valoré mucho.

17.11.2010 10:30

Lectura: 3'

2010-11-17T10:30:00-03:00
Compartir en

Gustavo Escanlar era una de esas personas imprescindibles, porque jugaba un papel necesario para cualquier sociedad que pretenda valorarse a sí misma. Era un "desfachatado", siempre dispuesto a "poner el dedo en la llaga" a "pegar en la matadura" y recordarnos que "el Rey está desnudo".

La palabra que mejor lo define es "iconoclasta", su tarea en nuestra sociedad consistió en cumplir con la sana, pero poco frecuente costumbre de derribar mitos y héroes, sacando a relucir aristas y dimensiones menos apreciables de circunstancias y personalidades que forman parte de nuestro paisaje vernáculo.

Una sociedad de medianías, con temor a la exposición pública, caracterizada por cierta pacatería, que apuesta al empate y a la moderación como santo y seña de su funcionamiento, necesita imprescindiblemente de una persona como Gustavo Escanlar. Soy conciente que mucha gente no le tenía simpatía, seguramente muchos tienen razones directas y hasta personales para rechazarlo.
No era una persona que buscara agradar, por el contrario "remaba contra la corriente" y no esperaba ser complaciente, más bien por el contrario chocaba, desafiaba, cuestionaba y, hasta en ciertos casos, descalificaba.

Su inteligencia, su talento y su versación cultural lo hacían valioso y potente. Sus columnas de opinión y sus intervenciones, ácidas, duras, sin tregua y sin descanso, estaban acompañadas de una mirada fina y aguda, que encontraba el "punto débil" con puntería certera. Fue dueño de una ironía contundente, fue excepcional en su forma de ver y analizar las diferentes situaciones.

Fue, también, un pasional, sin freno ni reservas. El cálculo estaba fuera de su diccionario y no modificaba sus posturas por razones de conveniencia. También debe reconocérsele que pagó cada impulso al contado y sin financiación. Supo de la adversidad, tropezó muchas veces, cometió errores, se excedió en sus términos más de una vez, pero siempre pagó los costos de esos exabruptos.

Se fue de golpe, así como vivió, sin medir consecuencias y sin haber podido dar todo lo que podía seguir aportando a nuestra sociedad. Se fue joven, se fue sin que la sociedad alcanzara a reconocerle su aporte.

Se extrañará su capacidad de desafío su ironía profunda y su impulso iconoclasta, se extrañará también, su calidez afectuosa que aparecía, a veces a su propio pesar, como parte inseparable de su cautivante personalidad.

Porque, como dijo con la voz quebrada el Piñe el domingo pasado en Bendita TV, parafraseando la muletilla que utilizaban cuando compartían la conducción del programa, "en el fondo era un buen tipo".

Nuestro país necesita Escanlares que nos hagan reir con seriedad y, sobretodo, que nos muestren, sin tanta solemnidad, las bondades y las miserias que llevamos a cuestas.