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Pablo Mieres

Escribe Pablo Mieres

Transformar el crecimiento en desarrollo

Nuestro país ha vivido una década completa con tasas de crecimiento económico históricas que son excepcionales comparadas con nuestros propios antecedentes.

25.09.2013 07:35

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2013-09-25T07:35:00-03:00
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Nuestras exportaciones han crecido sustancialmente y han diversificado sus mecados; el gasto público se ha expandido en forma proporcional al crecimiento exhibido; el PBI per cápita ha alcanzado niveles que ubican a nuestro país en el mundo entre los países de renta media-alta; se ha reducido la pobreza y la desocupación. La gente ha aumentado sustancialmente sus niveles de consumo y hay más plata disponible.

Sin embargo, crecer no es lo mismo que desarrollarse. Crecer es básicamente un dato objetivo que surge de comparar la capacidad de la economía, no implica exigencias cualitativas, se trata simplemente de un dato empírico. Convertirse en un país desarrollado, en cambio, es un asunto mucho más complicado.

Ser un país desarrollado significa asumir un cambio sustancial en la calidad de vida de sus habitantes. El desarrollo es mucho más que el crecimiento, implica levantar sustancialmente el "piso mínimo" de calidad de vida de los más débiles; pero también implica un enfoque multidimensional del que el aspecto económico es tan solo una de las dimensiones a tener en cuenta.

Justamente, allí está el desafío pendiente para nuestro país. Hemos crecido y ojalá sigamos creciendo; pero nos falta mucho para ser un país desarrollado. Es más, en algunos aspectos hemos caminado para atrás.

No es posible un país desarrollado con una educación en estado de crisis profunda que, paradójicamente, se ha ido agravando en forma paralela al crecimiento económico del país. No es posible sostener el crecimiento si no revertimos el deterioro creciente de la capacitación de nuestros recursos humanos.

No es posible un país desarrollado en donde se gasta cada vez más en el sistema público de salud y no se obtienen mejoras significativas en la calidad de la atención de la salud. No existe un país desarrollado con los niveles de inseguridad que vivimos.

Tampoco es posible un país desarrollado en donde las personas en situación de pobreza se han reducido al 12.4%, pero existe una cantidad similar de ciudadanos que están en situación de vulnerabilidad social y que pueden cambiar de situación apenas ocurra algún freno en nuestra economía. Tampoco es posible hablar de un país desarrollado que aunque disminuyó sustancialmente el desempleo, genera puestos de trabajo mediocres con niveles de remuneración inaceptables.

En definitiva, el principal desafío que tiene por delante nuestro país consiste en transformar el crecimiento en desarrollo.

Para ello es necesario tomar decisiones valientes que enfrenten los obstáculos que hasta ahora han impedido dar los pasos hacia la construcción de un país desarrollado en un sentido amplio y abarcativo.

Es imprescindible iniciar un proceso de transformación profunda y total de nuestra educación. Es imprescindible avanzar en la transformación de la gestión del Estado, de tal manera que por la vía de una gestión más eficiente permita una sustantiva reducción de costos que mejoren nuestra competitividad y favorezca la creación de empleo de mejor calidad y remuneración.

Es preciso no dejar pasar las oportunidades de integrarnos más agresivamente al mundo y superar el freno de una integración regional que, sin abandonarla, no sea una "camisa de fuerza" que frustre nuestras oportunidades de crecimiento comercial en el mundo.

Es fundamental reconvertir las políticas sociales hacia un modelo promocional que represente una opción de recuperación social efectiva con potencial integrador de nuestra sociedad.

Este es para nosotros el principal desafío que tendrá el próximo gobierno, aprovechar el crecimiento para cimentar un proceso de desarrollo multidimensional que permita dar un salto cualitativo definitivo. Desde esa perspectiva está pensado nuestro programa partidario.