Contenido creado por Gastón Fernández Castro
Cybertario

Tirofijo

Tirofijo

09.01.2008

Lectura: 3'

2008-01-09T10:27:28-03:00
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El fin de las negociaciones para liberar a tres rehenes de la guerrilla colombiana no pudo ser más desalentador. Cuando el presidente colombiano Avaro Uribe anunció que la guerrilla no podía cumplir con su promesa de liberación porque el niño Emmanuel no estaba en su poder sino en manos del Estado, se escuchó la voz tonitruante de las FARC y Hugo Chávez (mediador en la operación) acusándolo de "bombardear" las negociaciones y de impedir que, en las pasadas fiestas de fin de año, tres colombianos inocentes de todo delito recuperaran la libertad.

Hoy sabemos el final de la historia: las FARC admitieron que Emmanuel, el hijo de la secuestrada dirigente política Clara Rojas (secuestrada por la guerrilla), vive en Bogotá y que por lo tanto, mal podía ser parte del "acuerdo humanitario". Una verdadera fantochada que tuvo en vilo a tres familias y a la comunidad internacional.

Las FARC tienen secuestradas no a tres ni a cinco ni a cincuenta personas sino a un número sensiblemente mayor, que para algunos es de unas ochocientas personas y para otros supera las dos mil. Una verdadera industria del secuestro y el terror. Aisladas de la opinión pública colombiana que condena tales aberraciones, las tropas de Manuel Marulanda sólo sobreviven por la avalancha de dólares provenientes de sus negocios con el narcotráfico, la utilización de los secuestrados como escudos humanos y la protección que encuentran en la frontera con Venezuela.

Si bien las FARC dejaron a Chávez bastante mal parado en su manejo del caso Emmanuel, lo consideran un amigo (dudoso honor que comparte con el presidente nicaragüense Daniel Ortega, para quien los guerrilleros colombianos son "hermanos"), aunque deberían ascenderlo al grado de protector.

Con una "Operación Emmanuel" exitosa, Chávez hubiera logrado una carambola perfecta, disimulando su derrota electoral de diciembre pasado y blanqueando sus vínculos con las FARC. El presidente venezolano había propuesto tiempo atrás que la organización narcoterrorista abriera una oficina en Caracas, de modo de establecer un diálogo más fluido.

No se sabe hubiera funcionado semejante iniciativa pero se puede hacer algunas conjeturas auspiciosas. Es probable que la visibilidad pública de las FARC los indujera a renunciar al secuestro, la violencia y el tráfico de drogas para dedicarse a convencer pacíficamente a los colombianos sobre las ventajas de vivir en una sociedad marxista-leninista. Más difícil le resultaría abandonar la industria de la extorsión y el tráfico de drogas y buscarse un medio más o menos honesto de financiamiento, pero en todo caso, tal mutación hubiera constituido una novedad en la vida política colombiana.

Tampoco habría que descartar las ventajas de una oficina, con horario de atención al público, atendida por los propios terroristas. Allí podrían concurrir en masa los familiares y amigos de los secuestrados por los soldados de Manuel Marulanda (alias Tirofijo) en procura, sino de sus seres queridos, al menos de una explicación a tanta barbarie.