Contenido creado por Seguridad_Administrador
Pablo Mieres

Escribe Pablo Mieres

Sobre la austeridad y el consumismo

Confieso que me gusta la austeridad auténtica que practica el presidente Mujica. Me parece definitivamente un valor a destacar su capacidad de prescindir de las cosas materiales y su actitud de evidente desprendimiento con respecto a las bondades que ofrece la actual sociedad de consumo.

02.10.2013 10:50

Lectura: 5'

2013-10-02T10:50:00-03:00
Compartir en

Me parece importante que se brinden testimonios verdaderos de desprendimiento y desapego con respecto a los bienes materiales. Mujica es así en esta dimensión y no hay dudas de que su prédica en tal sentido tiene la fuerza de estar respaldada por sus propias acciones y conductas.

Como ya hemos dicho antes, nos gustaría que esa austeridad que practica en su vida privada la extendiera a las exigencias con respecto a las políticas de su gobierno. Nos gustaría un gobierno austero que no multiplicara, por ejemplo, el gasto político como lo ha hecho su administración.

Sin embargo, su alegato extremo con respecto al consumismo incurre en algunas inconsistencias que deben ser señaladas. De hecho, curiosamente las palabras de la presidenta argentina mostraron las contradicciones que un seguimiento a "ultranza" de los planteos de Mujica generarían en el funcionamiento de la sociedad actual.

En efecto, seguir en forma extrema las concepciones anticonsumistas y pretender que se conviertan en la forma dominante de vida de las sociedades modernas generaría unos cuantos efectos perniciosos sobre nuestras economías, sobre nuestro desarrollo productivo y sobre nuestro mercado de empleo.

El incremento del gasto en bienes superfluos, el aumento exponencial de las actividades lúdicas, de entretenimiento y de tiempo libre, la constante sustitución de bienes de consumo con todas las complejidades que suponen, tienen detrás un permanente desarrollo de nuevas tecnologías e innovaciones, un fuerte impulso de capitales que dinamiza la economía, un impactante crecimiento de los puestos de trabajo, así como un creciente proceso de especialización en cada area de la economía de cada país.

Llevando la prédica anticonsumista al extremo no habría necesidad de producir tanto y, por ello, la economía seguramente crecería muy poco o definitivamente se estancaría, con la consiguiente pérdida de dinamismo económico, de ingresos tributarios con la consiguiente reducción de los servicios sociales, así como de los puestos de trabajo. Una sociedad anticonsumista no puede ser una sociedad próspera.

Por lo tanto, cuando el presidente hace la apología del anticonsumismo genera aplausos en el mundo y miradas de admiración, pero nadie le sigue ni acompaña sus ideas. ¿Por qué? Porque es muy simpático que exista un mandatario que así se exprese, pero sería un verdadero problema si su discurso se convirtiera en una práctica masiva a escala planetaria.

¿Esto significa que toda su argumentación es rechazable? No, en absoluto. Existe un contenido ético detrás del cuestionamiento al consumismo que debe ser valorado positivamente y que es imprescindible reivindicar en la vida social para evitar que se genere la dictadura del materialismo y del egoísmo. Es muy importante que en una sociedad se reivindique con fuerza que el "ser es más importante que el tener".

Las personas valen por lo que son y no por lo que tienen. Esta afirmación que parece tan obvia, es sin embargo permanentemente desconocida y despreciada en las sociedades actuales y también en las antiguas.

Siempre ha existido una tendencia en las sociedades humanas a invertir los términos, destacando o valorando a las personas por lo que han obtenido en bienes materiales y en posiciones económicas, despreciando o subvalorando sus logros como personas.

Entonces, ¿cuál es el punto decisivo? A nuestro juicio, el punto está en la relación de las personas con los bienes. El punto no es cuánto tenemos sino cómo nos relacionamos con las cosas que tenemos. El punto consiste en tener capacidad de dominar los bienes que se tienen o se pueden tener.

De hecho hay personas pobres muy materialistas, desesperadas por tener lo que no pueden tener; y existen personas que poseen muchos bienes materiales que son austeros y valoran en sus justos términos las cosas que poseen.

La austeridad es un estado del espíritu y es sobre todo la capacidad de dominar el egoísmo y la voracidad del tener.

Es necesario cambiar un celular si el objetivo es mejorar las prestaciones de las comunicaciones y no comprar el último o cambiarlo permanentemente para estar en la última moda. Se pueden adquirir nuevas cosas si se mantiene el sentimiento de que es posible vivir sin ellas.

Se debe admitir que las viejas concepciones contestatarias de los sesenta exageraron en el sacrificio y en el desdén por el tener; el mundo de hoy es un mundo que ha revalorizado el sentido del bienestar personal y la autorrealización. La cultura de hoy valora el derecho al entretenimiento y al tiempo libre. Y eso está muy bien, porque disfrutar y divertirse es un valor.

Entonces, la cuestión es, como en otros campos de la vida, ser dueño de nuestros propios actos y tener capacidad de dominio sobre lo que tenemos, para no perder de vista que lo que realmente importa es ser la mejor persona posible.