Ser Forlán no es tarea sencilla. Ser Forlán es elegir el camino de la excelencia pero también el del compromiso. Ser Forlán es sobreponerse a la indiferencia y la tragedia con otra cuota de esfuerzo, de riesgo, de amor propio y ajeno. Ser Forlán, el mejor de su especie durante el fugaz y superlativo reinado del Mundial, es una aventura que comienza en el hogar, donde se templan los espíritus de los pioneros y se fraguan los cracks, los que nunca se rinden, los que siempre quieren ir más lejos, más alto, más rápido. Los que las quieren todas aún en condiciones desventajosas. Los que les hablan con firmeza a los “delincuentillos” del referato y aún a sus propios compañeros, para recoger de ambos el respeto ganado por ser Forlán, un adolescente de catorce años, flacucho y solo, llevando su ilusión a otras tierras, donde el cielo es el límite porque no hay cielo; apenas un poco más de esfuerzo, otra serie de tiros al arco y nuevamente a esperar el próximo entrenamiento, el siguiente partido, y por qué no, el pase que lo catapulte a nuevos niveles de exigencia, a umbrales desconocidos de gloria. Ser Forlán no es ser un elegido. Forlán es Forlán porque hizo lo que casi nadie se anima a hacer. Ser Forlán supone, inevitablemente, probarse fuera de los límites casi parroquiales de nuestra sociedad, donde nadie puede convertirse en Forlán sin ser motivo de envidia y murmuración. En sociedades más numerosas y competitivas, ser Forlán es una condición ineludible para triunfar en cualquier disciplina, aunque casi nadie llegue a ser Forlán. En Uruguay, ser Forlán es virtualmente imposible por falta de recursos espirituales, salvo que se viva en el extranjero, en cuyo caso todos nos sentimos orgullosos de que Forlán sea Forlán y no uno más, alguien apenas más o menos bueno, porque, total, para qué esforzarse si nunca va a llegar a ser Forlán. Ser Forlán no es un asunto de elegidos sino de elegir el árido camino de la auto superación, de ganarse a uno mismo, y ser a la vez un hombre de equipo, integrar un grupo de luchadores y lograr que reconozcan en Forlán la triple invocación de los líderes, a la vez ejemplo de compromiso, excelencia y humildad. Ser Forlán es poner una vela encendida al viento y lograr que no se apague. Ser Forlán no es para cualquiera pero cualquiera puede ser Forlán y hacer sonar su vuvuzela cósmica, mientras quiebra la cadera para impulsar una pelota picada contra el arco, ascendente, inatajable, cuando expira la agonía, con la pierna del dolor y la impotencia. Ser Forlán no es un asunto de dimensiones corporales, no tiene que ver con las piernas ni mucho menos con los abdominales. Ser Forlán es una cuestión del espíritu, como ser uruguayo.
(Para Raúl Forlán Lamarque, allí donde esté)
Ser Forlán
Ser Forlán
14.07.2010
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