Contenido creado por Gastón Fernández Castro
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31.03.2010

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2010-03-31T09:40:45-03:00
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El presidente Mujica anunció que negoció con su par de Brasil, Lula Da Silva una cuota  para la importación de pollos de ese origen, compatible con los intereses brasileños y la sobrevivencia de los productores nacionales. “Con el régimen de competencia con Brasil, adiós Canelones; adiós agricultores”, había dicho el presidente de la República antes de partir rumbo a Brasilia. La decisión de permitir la importación de una cuota equivalente a menos del 2 por ciento de la faena nacional alcanzó como para que los productores pusieran el grito en el cielo. La ocasión debería ser oportuna para reflexionar sobre los asuntos que están en juego y a los que no hicieron referencia ninguno de los involucrados en esta polémica decisión.

La llegada de pollos de Brasil a menor precio, pondría de manifiesto la gigantesca transferencia de recursos, apenas disimulada con pretextos sanitarios, y según los sectores interesados, haría inviable la producción nacional y dejaría a cientos de personas sin trabajo. Si el presidente hubiera ido a Brasil a defender los intereses de los trabajadores y los empresarios uruguayos vinculados a la producción y procesamiento de los pollos, habría abandonado su compromiso con los demás trabajadores uruguayos que, pudiendo comprarlo más barato, se ven obligados a pagarlo más caro. Especialmente con los trabajadores de la industria láctea y cárnica, que ven cómo se pierden miles de horas de trabajo por el impedimento brasileño al ingreso de productos uruguayos.

Una respuesta posible a este entuerto es dejar que los asalariados compren al precio más barato posible, cualquiera sea su origen. Otra sería la que intenta el Presidente: dejar todo como está, lo que equivale a seguir condenando a decenas de miles de trabajadores uruguayos a paga este subsidio “de facto”.

El proceso no es nuevo. Hace más o menos un siglo, la cadena productiva que integraban quienes producían y vendían aceite para encender los candiles de Montevideo, desapareció  ante la llegada de la luz eléctrica y más recientemente, miles de productores lecheros de la admirada Nueva Zelanda debieron dedicarse a otra cosa al no tener una economía de escala que les permitiera sobrevivir en un país donde ya nadie viviría a costillas de la rentabilidad de otros.

Si de verdad los productores y trabajadores avícolas no son capaces de generar riquezas genuinas por ninguna vía, la posición del presidente Mujica podría ser atendible y justificaría que se exprese con el acento trágico, ineluctable y rotundo (“adiós Canelones”) que se utiliza para justificar que unos se queden con dinero de otros. En un sentido similar se han expresado los productores, que anuncian todo tipo de catástrofes si se pierde ese modesto 2 por ciento a manos de los pollos brasileños. El problema es que aceptar tal extremo supone considerar que los involucrados tienen algún hándicap que los vuelve inútiles en cualquier otra cosa que no sea criar y faenar pollo. Si así no fuera, como el sentido común sugiere, debería ser posible compatibilizar algún tipo de apoyo a la complementación o a la reconversión productiva.

Si Mujica creyera que estamos ante una medida solidaria, podría empezar por explicitar el proceso. De este modo, los trabajadores  serían libres de comprar pollo más caro para sostener el empleo de otros trabajadores (y llenar los bolsillos de un puñado de empresarios millonarios) o comer pescado.