Contenido creado por Seguridad_Administrador
Eduardo Gudynas

Escribe Eduardo Gudynas

Regresar al estiércol para salvar a la agropecuaria

Casi todos los países siguen el camino de una agropecuaria artificial, que aplica enormes volúmenes de químicos, cada vez más mecanizada, de alto impacto ambiental, y que desemboca en alimentos también artificializados. Para no quedar atrapados en ese sendero, es necesario revalorizar una agropecuaria que sea orgánica y Uruguay puede hacerlo.

20.06.2016 17:50

Lectura: 5'

2016-06-20T17:50:00-03:00
Compartir en

Toda la evidencia de las últimas décadas muestra que las estrategias agropecuarias convencionales están repletas de impactos locales, que van desde la contaminación de suelos y aguas por los agroquímicos, a los problemas de pérdida de fertilidad y erosión. A ello se suman efectos a escala regional, como la desaparición de áreas naturales convertidas en zonas de cultivo o pastoreo, o las consecuencias globales, especialmente las referidas al cambio climático.

En suma, la agricultura convencional actual es intensiva, adicta al petróleo y su constante artificialización desencadena variados efectos ambientales. Por si fuera poco, termina en alimentos donde es muy difícil asegurar que no contenga rastros de agroquímicos o que esté libre de aditivos químicos, y cuyos efectos sobre nuestra salud son discutidos.

Ante esta situación, el conocido activista de una agricultura biológica, Jairo Restrepo, apela a una imagen clara y certera: para salvar a los alimentos y al planeta debemos regresar al estiércol. Esto es recuperar el papel de los abonos orgánicos en vez de los agroquímicos, de los cultivos diversificados y ajustados a cada tipo de suelo y región, y a un control de las plagas que sea biológico y no basado en pesticidas. Restrepo, es colombiano, pero se tituló en agronomía muy cerca nuestro, en la Universidad Federal de Pelotas, en Rio Grande do Sul (Brasil), y conoce las prácticas en estas tierras. En una reciente entrevista sostiene que la "agricultura orgánica es mucho más barata que el cultivo activado por fertilización química; además, o vamos a ello o nos cargamos lo que queda del planeta".

Lo sorpresivo es que Uruguay es uno de los países mejor preparados en la región para ese cambio. Un reciente reporte de federación internacional de organizaciones que promueven la agropecuaria orgánica (conocida como IFOAM por su sigla original en inglés), muestra que sigue de ese tipo de prácticas, alcanzando casi los 44 millones de hectáreas que involucran a unos 2,3 millones de agricultores, campesinos y otros tipos de productores rurales (en base a datos del año 2014).

Si bien es un sector todavía pequeño, ya que esa superficie solo representa el 0.99% de las tierras bajo uso agropecuario, el dinero que mueven impresiona: el mercado orgánico global fue estimado en 80 mil millones de dólares.

Uruguay aparece en una posición destacada: ocupa el séptimo puesto a nivel mundial en la lista de las mayores superficies orgánicas (estimada en 1,3 millones de has). El primero lugar es para Australia, con más de 17 millones de has, y le sigue Argentina con 3,1 millones has. Uruguay está ubicado por encima de Francia, Alemania y Canadá.

Nuestro alto ranking debe sobre todo al sector ganadero, donde hay muchos predios que se certifican como orgánicos o pastoriles. Ellos aprovechan ciertos nichos de mercado, los cuales no aceptan, por ejemplo, las raciones animales o las hormonas ni la cría en establos. En cambio, promueven que el ganado se alimente de pasturas naturales y controlan los específicos veterinarios.

Pero la agricultura orgánica o agroecológica, como pueden ser las verduras o frutas naturales, cubren una superficie todavía pequeña, seguramente en la misma proporción que la observada en otros países de la región. Ellos se sostienen sobre todo con sus redes de comercialización, que llegan a ferias y supermercados, o usan canales directos (como son las "canastas" de alimentos naturales).

Más allá de esa particularidad, el caso uruguayo muestra que esas prácticas agropecuarias, menos contaminantes y más sanas, tienen además buenas salidas comerciales.

A pesar de esta enorme potencialidad orgánica, el país sigue apuntando a las estrategias agropecuarias convencionales, con todos sus impactos. Se pierde de vista que muchos de esos efectos negativos, como las pérdidas en la calidad de agua o la fertilidad de los suelos, tienen efectos negativos presentes pero además, al destruir nuestro patrimonio natural, ponen en riesgo la viabilidad de la agropecuaria en el futuro.

Los productores orgánicos son los que muestran las alternativas a esta situación. Ellos están coordinados en la Red de Agroecología del Uruguay (www.redagroecologia.uy), la que ya posee algunas regionales, mecanismos de certificación participativa y realiza actividades de difusión. Además, proponen construir un Plan Nacional de Agroecología. En paralelo se encuentran los productores ganaderos y sus circuitos de exportación de carne certificada.

El Ministerio de Ganadería y Agricultura (MGAP) debería apoyar decididamente a este sector, y el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (MVOTMA) debería asistirlo, mostrándole a los decisores políticos y técnicos del sector agropecuario tradicional, las ventajas ecológicas de estas prácticas. Esto no siempre parece posible, ya que el MGAP y otros actores muestran más entusiasmo con la producción convencional intensiva, con uso de muchos agroquímicos, y hasta coquetea con la idea de alentar una ganadería en establos (los conocidos "feed lots").

Es por estas razones que las opciones para salvar la agropecuaria de nuestros países, es apelar a prácticas orgánicas. Más orgánico significa menos artificialización, más estiércol equivale a menos químicos, menos petróleo y menos aditivos. Entonces, para salvar a la agropecuaria del futuro es necesario volver a las prácticas naturales.

Referencias

La entrevista a J. Restrepo en El Mundo (Madrid), 12 junio 2016.
Reporte de IFOAM: The world of organic agricultura. Statistics & Emerging Trends, 2016. IFOAM y FiBL.